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'PENSAR POLÍTICAMENTE'

Aclarando posiciones

Michael Walzer se sitúa en la tradición liberal americana, una concepción política que abolió el sistema dinástico de gobierno, pone límites a la autoridad gubernamental y a la actividad del Estado, reconoce la existencia de un ámbito privado inviolable, se fundamenta en la libertad de pensamiento y de mercado y aboga por la separación entre vida privada y vida pública.


	Michael Walzer se sitúa en la tradición liberal americana, una concepción política que abolió el sistema dinástico de gobierno, pone límites a la autoridad gubernamental y a la actividad del Estado, reconoce la existencia de un ámbito privado inviolable, se fundamenta en la libertad de pensamiento y de mercado y aboga por la separación entre vida privada y vida pública.
Michael Walzer.

Pero según David Miller, editor de Pensar políticamente, Walzer vendría a ser el equivalente a un socialdemócrata europeo; no tanto porque se oponga al liberalismo tradicional, sino porque lo matiza. Y para orientar esta interpretación ha recopilado dieciséis ensayos que fueron publicados independientemente y cuya lectura conjunta podría dar lugar a nuevas conexiones entre ellos.

Originalmente formado en ciencias políticas e historia en las universidades de Brandeis, Cambridge y Harvard, en la década de los sesenta Michael Walzer estudió en compañía de varios filósofos, en los que se inspiró para escribir sobre las relaciones entre filosofía y política. El saber del filósofo, dice Walzer, aspira a la abstracción universal y no tiene nada que ver con el saber del político, que es particular y pluralista. Dado que su misión es el conocimiento de la verdad, como en la antigua Grecia, el filósofo tiene que distanciarse de forma sistemática de las opiniones políticas predominantes en una sociedad determinada, no pensar al calor de las certezas de lo corriente para dar pie a que el pueblo o sus representantes revisen "sus propias conclusiones".

Pero Walzer no es filósofo, sino analista político, como viene a demostrar el resto de los artículos: sobre el multiculturalismo, la redefinición del liberalismo, el terrorismo y los límites de las intervenciones bélicas.

En los artículos sobre multiculturalismo, Walzer defiende la existencia de una nacionalidad estadounidense, que se distinguiría por su carácter "abierto e inclusivo" ("En principio, cualquiera puede convertirse en estadounidense"), así como el respeto a otras formas de vida, a otros patrones culturales o de conducta. Se manifiesta muy respetuoso con el hecho diferencial, idea de tolerancia probablemente enraizada en la defensa de los derechos individuales, pero enciende la luz de alarma cuando aparecen personas (aquí no habla de grupos)

que quieren perturbar el desarrollo del juego y que, al mismo tiempo, reclaman para sí los derechos de los jugadores y la protección de las reglas.

Así pues, tolerancia de la diferencia no implica en modo alguno tolerancia de la perturbación.

Capítulo aparte merece su aproximación a los hechos diferenciales nacionales. La mayoría de los Estados que componen la sociedad internacional son Estados-nación. Aunque conoce la existencia de las reivindicaciones regionales y las aspiraciones independentistas, Walzer subraya la improbabilidad de las autonomías; porque, en caso de darse, "los miembros de la nación dominante que vivieran en la región en cuestión se verían sometidos a un gobierno ajeno en su propio país". En esa tensión o lucha entre Estado-nación y autonomía, las políticas lingüísticas son áreas fundamentales, señala en el artículo "La política de la diferencia". Por una parte, la norma estatal insiste en que todos los ciudadanos aprendan el idioma de la nación; por otra, "las minorías, si cuentan con la fuerza suficiente (y, en especial, si cuentan con una base territorial), tratarán de conseguir la legitimación de sus propias lenguas en las escuelas, en los documentos estatales, en los rótulos públicos, etc.". Es probable que Walzer esté pensando en Quebec o en Irlanda, pero en España encontraría más de un botón de muestra.

Y llegamos a los artículos sobre el liberalismo, a mi juicio los más polémicos. Michael Walzer no cuestiona los fundamentos del liberalismo, pero afirma que el concepto es susceptible de distintas interpretaciones, y la suya pasa por añadirle el adjetivo social, en tanto que las personas se hallan integradas en determinados grupos e instituciones. Una sociedad es más libre en tanto sea capaz de separar y contraponer distintos poderes –Iglesia, organizaciones civiles, asociaciones sociales– al inmenso poder del Estado. Y para ello es necesario contar con un Estado de Bienestar amplio y una democracia industrial generalizada, así como con políticas públicas que aseguren una adecuada redistribución de los bienes, y combatir la subordinación del poder. La función del Estado no es tanto la de proteger a los individuos, como en el liberalismo digamos clásico, sino a lo colectivos, sean iglesias, familias o universidades. No dice ni una palabra sobre la necesidad de proteger a las iniciativas privadas frente a los monopolios, por ejemplo, algo a lo que tan sensible es la sociedad americana. Ni sobre los criterios que deben regir la protección a los colectivos. ¿Habla de protección económica, política o legal? ¿Protección a todo tipo de asociaciones o colectivos o sólo algunos? ¿Con qué criterios? ¿Cómo pueden, por otra parte, estos poderes contrapuestos hacer frente al Estado, si resulta que están protegidos por el Estado? Como señala David Miller, el equilibrio entre el desarrollo de la sociedad civil en tanto que limitadora del poder del Estado y el Estado como distribuidor de los recursos que genera esa misma sociedad civil es uno de los principales dilemas de la teoría política de Walzer.

También en los ensayos relacionados con las intervenciones militares y el terrorismo se sitúa entre dos aguas. Por una parte, se muestra dispuesto a aceptar la necesidad de las intervenciones humanitarias, entendidas como "intervenciones por la fuerza dirigidas a impedir el genocidio, la limpieza étnica u otras violaciones graves de los derechos humanos" –éstos serían el derecho a la vida, a la libertad y a un nivel mínimo de subsistencia, lo cual deja un amplio margen a la ambigüedad–, y por otra limita la intervención en el caso de guerras civiles y cuando un Estado contiene más de una comunidad política.

En materia de terrorismo, Michael Walzer se muestra más contundente. A su juicio, terrorismo es "el asesinato aleatorio de personas inocentes con el propósito de generar un miedo generalizado"; incluye el término inocente, de carácter técnico, para referirse al grupo de la población civil no combatiente, cuyo contrario no es culpable sino involucrado. Critica el terrorismo no sólo porque tenga como objetivo bélico la población civil, sino porque los terroristas quieren acabar con el pueblo o grupo al que combaten y porque no quieren ser juzgados por "la señal que envían", sino por "los objetivos que anuncian", como si el fin no tuviera nada que ver con los medios. Sin embargo, como si tuviese miedo de decir lo que ha dicho ("Yo no creo que el terrorismo esté justificado en ningún caso. Pero tampoco quisiera defender una prohibición absoluta"), advierte de los peligros de que un Estado se convierta en terrorista o actúe como si lo fuese, inflija castigos colectivos y no discrimine a la hora de seleccionar a la persona a la que va a penalizar.

No tienen desperdicio algunas de las respuestas de la entrevista "Estados Unidos en el mundo". Además de criticar a Bush, defender la existencia de Israel y la construcción de un Estado palestino y abogar por el fortalecimiento de la ONU, Walzer advierte sobre los peligros de tomar decisiones políticas a partir de sondeos de opinión o manifestaciones multitudinarias. Y afirma que sí, que es muy importante llegar a un equilibrio de poder entre Europa y Estados Unidos, pero que para eso se precisa de un gasto militar "de una magnitud que ninguno de [los países europeos] (a excepción del Reino Unido) parece dispuesto a contemplar", y que no se pueden tomar decisiones militares conjuntas y empeñarse en que Estados Unidos (o el Reino Unido) cargue con los muertos, y nunca mejor dicho.

Es posible que Michael Walzer sea más moralista teórico o analista político, pero merece la pena prestar atención a algunas de sus reflexiones, alejadas años luz de los postulados socialdemócratas españoles.

 

MICHAEL WALZER: PENSAR POLÍTICAMENTE. Paidós (Barcelona), 2010, 479 páginas. Traducción: Alberto Santos Mosquera.

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