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COMUNITARISMO

Adiós individuo

Quien piense que el comunitarismo es de izquierdas comete un grave y peligroso error. Pocas cosas resultan tan atractivas para cierta derecha como los derechos colectivos, la soberanía de las comunidades y la sustitución del individuo por el grupo como objeto y sujeto de derecho. La llamada izquierda reaccionaria, o derecha revolucionaria, de finales del XIX dio lugar en el siglo pasado a algunas de las peores pesadillas de nuestro tiempo.

Quien piense que el comunitarismo es de izquierdas comete un grave y peligroso error. Pocas cosas resultan tan atractivas para cierta derecha como los derechos colectivos, la soberanía de las comunidades y la sustitución del individuo por el grupo como objeto y sujeto de derecho. La llamada izquierda reaccionaria, o derecha revolucionaria, de finales del XIX dio lugar en el siglo pasado a algunas de las peores pesadillas de nuestro tiempo.
¿Son incompatibles el comunitarismo, la democracia y los derechos individuales? Ésta es la pregunta que se hace José Pérez-Adán, profesor de Sociología en la Universidad de Valencia, fundador de la Asociación Iberoamericana de Comunitarismo y colaborador habitual de Foro Arbil, en su último libro, Adiós estado, bienvenida comunidad. La respuesta, pese a resultar a mi juicio incompleta y errónea por engañosa (a despecho del título, aquí el Estado no se debilita, sino que sale reforzado, mientras que es el individuo quien desaparece en la nebulosa comunitarista), suscita unos cuantos interrogantes que no deberíamos pasar por alto, pues constituyen el núcleo del debate actual entre los teóricos de la democracia.
 
Pérez Adán basa sus postulados en las investigaciones del economista, sociólogo y asesor de Jimmy Carter Amitai Etzioni y en el pensamiento de Guillermo Rovirosa, autor del Manifiesto comunitarista, publicado por las Hermandades Obreras Católicas en 1966 (Javier Esparza y Juan Manuel de Prada son otras de las fuentes en las que bebe). De acuerdo con el concepto de socioeconomía de Etzioni, a quien debemos obras como El espíritu de la comunidad (1993), Los límites de la privacidad (1999) y Del imperio a la comunidad (2004), Pérez Adán considera el individualismo un mero paréntesis, que se cerrará con la "aparición de la conciencia de suficiencia, que viene acompañada por el repudio del materialismo y sus consencuencias" y de la sociedad consumista; un materialismo producto de la primacía de la oferta sobre la demanda, la globalización, la intromisión del mercado en los ámbitos privados y la secularización.
 
Pérez Adán sostiene que la "proliferación de enfermedades psíquicas" causadas por el mal llamado desarrollo, la "solidaridad ambiental" y la vuelta a la religión son los factores más importantes de esta fase final del individualismo, hijo a su vez de la escuela neoclásica de economía y del liberalismo postmoderno, que nuestro autor contrapone al liberalismo y al liberal-comunitarismo, eso sí, sin ofrecer definición alguna.
 
Adam Smith.Alterna este sociólogo las críticas a lo que en otros momentos denomina "neoliberalismo" con la denuncia del "liberalismo" en general y de Adam Smith en particular. Que sea precisamente el autor de La teoría de los sentimientos morales, una obra que en opinión de no pocos liberales y libertarios es un precedente de cierto comunitarismo, y no la Escuela Austriaca o los libertarianos el principal objeto de las críticas de Pérez-Adán, incapaz por otra parte de ofrecer una definición de liberalismo más allá de la crítica al Estado (él y otros olvidan que no sólo importa quién ostenta el poder, sino también cómo lo hace), da fe de su escaso rigor conceptual y de la nula validez de gran parte de sus argumentaciones.
 
Tal vez los errores de Pérez-Adán no se deban a la ignorancia, sino al camuflaje. Una de las ideas que permean toda la obra es la de la restricción del ámbito electivo del ser humano, capacidad que el autor reconoce como natural, aunque altamente dañina para la supervivencia del planeta y por ende de la raza humana. El libre albedrío al margen de las comunidades naturales (familia e iglesia) es un peligro que debe ser minimizado y moldeado por un conjunto de políticas estatales (¿adiós al Estado? Permítame dudarlo) diseñadas por científicos sociales, no naturales, y entre las cuales destacan las siguientes:
– "Participación de las familias como tales en el sufragio" y "reconocimiento del derecho al voto para los niños, que pueden estar representados por sus padres mediante medio voto adicional" para cada progenitor.
 
– Transformación del capitalismo en un sistema "sustentado por el servicio" (habla de "compensaciones pendientes" entre los países ricos y pobres). Aquí sigue al sociólogo noruego Johan Galtung.
 
– "Transformación del imperio americano en la república estadounidense" (sumisión de EEUU a los mecanismos de contención internacional y protección ambiental).
 
– "Protección integral de la vida humana en todo el mundo y reconocimiento y fomento de la libertad de las familias, de las iglesias y demás comunidades para participar en los ámbitos públicos de decisión".
Especialmente interesante resulta el tratamiento de Pérez Adán de la pobreza, pues en este punto realiza una peculiar apelación al liberalismo. Tras afirmar que el crecimiento económico no es un fin en sí mismo y que debemos superar el consumismo mediante la suficiencia, apuesta por la redistribución a escala mundial y nacional, a fin de "asegurar a todos en el propio país una posición de partida similar", algo que según él retoma un principio del liberalismo clásico. Ignora que esa "posición de partida similar" es un imposible, y, en cualquier caso, que ha habido numerosas igualdades que han desembocado, siempre, en la desigualdad. ¿Cuál sería el futuro de las carreras en el mundo de Pérez Adán? No creo que algo así pueda considerarse liberal.
 
Nuestro autor aboga por la autodeterminación de la familia y el desafío al capitalismo. A la función del Estado como garantizador de la tranquilitas ordinis habría que sumar políticas fiscales de "distribución de la renta" (la cursiva es mía: distribuir, y no redistribuir, es uno de los rasgos que diferencian a la socialdemocracia del llamado socialismo real) y de seguridad social, actividades que según Pérez-Adán son "la parte más importante de las responsabilidades del gobierno y la razón de ser del mismo estado". Asimismo, propone que se salvaguarde la "salud social" mediante "leyes o políticas de ocasión" que desaconsejen unos hábitos, comportamientos o maneras de vivir e incentiven otros.
 
El Estado debe compensar "económicamente" y llevar a cabo "una acción de gobierno que debe ser, al mismo tiempo, moral y material", pactando "con la familia de soberano a soberano". Recordemos que no estamos repasando un manual de Educación para la Ciudadanía o de Formación del Espíritu Nacional, ni el programa de actuaciones del Ministerio de Igualdad, ni siquiera citando las peticiones de alguna ONG progresista, sino el libro de un autor que dice hablar en nombre de la libertad y contra el Estado. Como veremos a continuación, ni siquiera el cierre del Ministerio de Educación reduciría el ámbito de actuación gubernamental en el mundo de Pérez Adán, quien propone un sistema educativo en el que nada quede a elección del individuo (sí de las familias, cuyos únicos portavoces parecen ser los científicos sociales como él). Por otra parte, que todas estas reformas produzcan un ahorro del 10% en el gasto público, tal y como se sostiene en estas páginas, resulta altamente inverosímil. Y tampoco es que le importe mucho a Pérez Adán, pues esa cantidad podría dedicarse a "prestaciones familiares que hagan que la familia, su unidad, crecimiento y viabilidad compensen económicamente a sus miembros".
 
Para justificar su programa político, Pérez-Adán recurre a los derechos colectivos, el empowement, traducido como "empoderizamiento" ("poder familiar que permita a las familias crearlo y administrarlo ilimitadamente"), y otras nociones tan caras a la Nueva Izquierda (y a la vetusta derecha) y a los postmodernos de todo tipo –reivindica aquél a Michel Foucault; sinceramente, no entiendo por qué, y si lo hace en todo o en parte– como los derechos de nueva generación: por ejemplo, el derecho a "la simpatía genética" (tener hermanos), pues el niño no es "una propiedad bipersonal" ni un "producto de consumo" (cómo obligarían la comunidad y el Estado al ejercicio de tal derecho es algo que no especifica; casi mejor).
 
Todo esto demuestra que el comunitarismo es ante todo transversal, y que la utilización del eje izquierda-derecha a la hora de analizarlo es una táctica equivocada.
 
La revolución pedagógica que pide Pérez Adán se caracteriza, en primer lugar, por una educación corporal o sexual temprana que contrarreste las influencias de un entorno dominado por la revolución sexual, es decir, por la farmacología anticonceptiva, la píldora ("el invento técnico que de manera más radical ha cambiado la vida de las personas desde que tenemos memoria histórica". Creo que quiere decir "de la historia", pero de nuevo se vale del lenguaje progresista), la separación de sexo y reproducción, la homosexualidad, etc. Una educación obligatoria y "proactiva" que no es sino un deber para los padres y el Estado. También lo es organizar la docencia en las siguientes áreas: formación instrumental para la comunicación, formación social, formación del carácter en base a (sic) virtudes, formación religiosa, formación corporal y formación académica (artes, letras y ciencias).
 
Que luego Pérez-Adán cargue contra el Estado por querer imponer a los niños códigos morales y entrometerse en el ámbito privado resulta casi increíble, sobre todo si nos atenemos a su propia descripción del modelo educativo que defiende: "Una actitud totalista derivada de un enfoque omnicomprensivo que impregne todo el currículo educativo". De nuevo, no estoy citando una ley del Gobierno actual, sino lo que algunos consideran su alternativa, que a mi juicio es casi indistinguible del original.
 
Vivimos tiempos convulsos, especialmente interesantes para los aficionados a la política. La lectura de Adiós estado, bienvenida comunidad me trae a las mientes una de las obras más interesantes que he leído en los últimos tiempos: La gauche réactionnaire (La izquierda reaccionaria), del historiador francés Marc Crapez, donde se recoge esta frase pronunciada por un atento observador en el París de finales del XIX:
L’extrême droite est devenue la fidéle amie de l’extrême gauche.
Era mayo de 1889, cuando el caso Dreyfus y la publicación antisemita y anti-republicana La Libre Parole estaban en pleno apogeo. Los fundadores y principales articulistas de esta última terminaron, bien en el comunismo, bien en el fascismo, casi ninguno en el amplio medio, que no tiene que ser necesariamente el centro. 
 
Nada nuevo bajo el sol, parece.
 
 
JOSÉ PÉREZ ADÁN: ADIÓS ESTADO, BIENVENIDA COMUNIDAD. Ediciones Internacionales Universitarias (Madrid), 2008, 147 páginas.
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