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MÁS ALLÁ DE LAS IMPOSTURAS INTELECTUALES

Alan Sokal. O como ser de izquierdas y, sin embargo, honesto

La broma intelectual más famosa de los últimos tiempos, publicada en la prestigiosa revista Social Text, se la gastó un profesor de física norteamericano, Alan Sokal, a la filosofía postmoderna en pleno, convocada toda ella en el artículo "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica".

La broma intelectual más famosa de los últimos tiempos, publicada en la prestigiosa revista Social Text, se la gastó un profesor de física norteamericano, Alan Sokal, a la filosofía postmoderna en pleno, convocada toda ella en el artículo "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica".
Alan Sokal.
En primera fila para recibir el tartazo de nata en la cara estaban los franceses Jacques Derrida, Jaqcques Lacan, Jean Baudrillard, Jean Hippolite (y otros cuyo nombre no empieza necesariamente por J., como Louis Althusser o Michel Foucault), habituales auteurs de la deconstrucción, la epistemología feminista, el tercermundismo ideológico, el constructivismo sociológico... que eran citados elogiosamente en el artículo de marras... para que después el autor revelase que todo había sido un fraude perpetrado con el doble motivo de, por un lado, defender a la razón, la metodología científica y la epistemología realista de la irracionalidad, el relativismo y el sinsentido, y, por el otro, devolver a la izquierda política las virtudes de honestidad y lucha por la búsqueda de la verdad, condiciones necesarias para un proyecto emancipador.

La broma era hilarante y, al tiempo, muy seria. Lo que venía a mostrar Alan Sokal es que los intelectuales a-la-francesa (prosa excesa pero no excelsa) incumplían deliberadamente los procedimientos del rigor intelectual mínimo: hablaban de lo que no sabían y oscurecían el lenguaje para ocultar su propia ignorancia. Como si fuese una versión cientificista del cuento de los hermanos Andersen "El traje nuevo del Emperador", Sokal interpretaba el papel del niño que se atreve a gritar, contra el tabú y la falacia de autoridad, que el rey está desnudo.

Ahora se publica Más allá de las imposturas intelectuales, una recopilación de artículos variopintos en los que Sokal trata con un poco más de profundidad algunos aspectos colaterales a la polémica. Sokal, tras un exposición pormenorizada del texto seminal de la confrontación intelectual, mostrando párrafo a párrafo las tomaduras de pelo a la pomposa jerga oscurantista e ignorante de sus adversarios, ataca el relativismo en la filosofía de la ciencia en nombre de un (modesto) realismo científico cognitivo –a favor de la objetividad, la inteligibilidad y la contrastación con la realidad– revelando los puntos en común entre la pseudociencia y el posmodernismo.

Sokal sabe leer muy bien, como pudieron comprobar en sus textos los autores citados, y no se deja impresionar por alambicadas fórmulas matemáticas (que se revelan como un formalismo hueco) o retorcidas frases en las que se pone a correr la velocidad junto con el tocino en una cinta de Moebius, como si fuesen un hámster enloquecido. Por ejemplo (nótese el sarcasmo):
Jacques Lacan destacó el papel crucial desempeñado por la topología diferencial: "Este diagrama [la cinta de Moebius] se puede considerar la base de una especie de inscripción fundamental en el origen, en el nudo que constituye el sujeto (...) Un toro, una botella de Klein, una superficie entrecruzada (cross-cut) son capaces de recibir un corte de esas características (...) se puede mostrar que un corte en un toro corresponde al sujeto neurótico (...)
En el libro que nos ocupa, la parte más sustanciosa radica, sin embargo, en la lectura de las fuentes intelectuales que han llevado al relativismo y al nihilismo en las ciencias sociales. Y acertadamente vuelve su análisis contra la Santísima Trinidad relativista –Feyerabend, Kuhn y Quine– y, aún más allá, contra Popper, que representaría el último intento –fallido– de la epistemología occidental para alcanzar una explicación absolutista e imperialista, encorsetada y unidimensional, de esa cosa llamada ciencia. O, citando los tópicos habituales en los que se basa el relativismo, mete en vereda los conceptos de la carga teórica de la observación, la subdeterminación de la teoría por los datos y la inconmesurabilidad de los paradigmas. Resaltando que fueron los mismos Feyerabend, Kuhn y Quine los que, ante las exageraciones de sus papistas seguidores, descafeinaron finalmente sus tesis para hacerlas más razonables, menos extremistas, más funcionales respecto del verdadero acontecer científico.

Los últimos capítulos son los de más sustancia política. Sokal denuncia, como Finkielkraut en La derrota del pensamiento, la rendición de gran parte de la izquierda a los postulados antiilustrados y antiirracionalistas del movimiento postmoderno, que habría de esta forma traicionado el mensaje y la lucha progresista que arranca con la Ilustración. Naturalmente, se puede hacer la misma extrapolación al orbe político de la derecha, en gran parte dominado, al menos en los EEUU, por lo que vino en denominarse neoconservadores, que sostenían igualmente una actitud crítica con la Ilustración y primaban la voluntad sobre la racionalidad junto con una visión pragmática de la verdad (es decir, del engaño).

Sokal también se descuelga con una crítica despiada de la religión institucionalizada, en la estela de Richard Dawkins. Es, sin embargo, en esta última parte cuando pierde los estribos de la contención y, llevado por su sectarismo político (en la línea de Noam Chomsky), llega a equiparar a los marxistas con los Chicago Boys (Adam Smith nunca ha sido considerado un profeta inmune a la crítica, al estilo de lo que aconteció con Marx, y Milton Friedman jamás fue un pope inquisidor, como sí lo fue, por ejemplo, y reconoce el propio Sokal, Bohr respecto a la mecánica cuántica...), o a sostener en las últimas páginas:
Poderosas fuerzas económicas y políticas están actuando con fuerza para impedir un debate público abierto sobre las tribulaciones actuales de nuestra especie y sobre el verdadero abanico de opciones políticas posibles para abordar esos problemas.
Como si el citado Chomsky o el propio Sokal no tuviesen la oportunidad de exponer urbi et orbi, a través de los medios de comunicación de masas, sus delirantes puntos de vista políticos. La conjunción de izquierdismo extremista y paranoia conspirativa hace recordar al Comité de Salud Pública robespierriano, que instauró una "dictadura virtuosa" en nombre de la razón. Lo que no está mal, porque le hace a uno darse cuenta de que el enemigo de mis enemigos no tiene por qué ser necesariamente mi amigo.


ALAN SOKAL: MÁS ALLÁ DE LAS IMPOSTURAS INTELECTUALES. Paidós (Barcelona), 2009, 576 páginas.

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