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MITOS SOCIALISTAS

Antonio Machado, ¿poeta cívico?

Toca esta semana escribir de otro de los falsos y tergiversados mitos literarios socialistas. Hablamos del sevillano Antonio Machado, uno de los pilares de la poesía española del siglo XX y una voz fundamental en la evolución lírica hispánica. Tras la lamentable y falsificada apropiación que de su obra realizó el franquismo al calor de sus a menudo mal leídos poemas de Campos de Castilla (1912 y 1917), el socialismo –el que se autodenomina "democrático"– vino a hacer lo mismo, pero al revés.

Toca esta semana escribir de otro de los falsos y tergiversados mitos literarios socialistas. Hablamos del sevillano Antonio Machado, uno de los pilares de la poesía española del siglo XX y una voz fundamental en la evolución lírica hispánica. Tras la lamentable y falsificada apropiación que de su obra realizó el franquismo al calor de sus a menudo mal leídos poemas de Campos de Castilla (1912 y 1917), el socialismo –el que se autodenomina "democrático"– vino a hacer lo mismo, pero al revés.
Antonio Machado.
Nos presentó –y sigue haciéndolo– a un Antonio Machado primordialmente poeta "cívico" y "socialista"; el opuesto a su hermano Manuel, dejando a éste como el traidor, el malo y el franquista. Algunos en España, entre la amnesia felipista y el talante zapateril, todavía se lo creen, aunque ya son muchos los que van despertando. Basta con leer a Antonio Machado para darse cuenta.
 
Entre los alaridos de cantautores como Paco Ibáñez y Juan Manuel Serrat (el mismo que no quiso representar a España en un festival europeo de la canción al negarse a cantar en español –o castellano–) sobre las letras de los poemas "republicanos" de Antonio Machado, en 1982 el socialismo llegó al poder en España. El felipismo antiliberal –el de la corrupción y los GAL– acabó coronando definitivamente a Antonio Machado como el poeta oficial de la izquierda, al compás de las notas de la Internacional, tan anticatólica como antiespañola.
 
La fecha elegida fue 1989, o sea, la del cincuentenario de la muerte de Antonio Machado. El encargado de promocionar al poeta sevillano como socialista y republicano fue otro (se)villano: el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, a la vera de otro socialista andaluz (aunque nacido en Ceuta), Manuel Chaves, el amigo de Fidel Castro.
 
Talla de Alfonso Guerra (Tino González).Ahí están las hemerotecas y los fondos bibliotecarios para leer las sandeces que el reconvertido a filólogo y diletante crítico literario Alfonso Guerra llegó a decir sobre Antonio Machado. No nos detendremos aquí en ello, porque nos faltaría espacio. Pero sí vale señalar que lo más que el tal Alfonso Guerra sabía de Antonio Machado era que su nombre coincidía con el de su librería sevillana, que él y su esposa fundaron un año después de su boda, en 1969. Aquélla fue considerada durante décadas el templo cultural y político del socialismo en Sevilla. Ni que decir tiene que estuvo vinculada durante muchos años a la Fundación Pablo Iglesias –otro "genio" socialista, gran "defensor" de la libertad–. Lo dicho, el nombre y poco más es lo que Alfonso Guerra pudo aportar a la ya extensa bibliografía sobre Antonio Machado.
 
Porque el poeta sevillano es mucho más que el figurón de izquierdas a que el socialismo analfabeto le ha querido reducir. Antonio Machado –como todos– erró y acertó en su vida, como hombre, como intelectual y como artista. Pero no debe ni puede ser un mito en propiedad de la izquierda, y mucho menos del socialismo español. Porque ni Antonio Machado es sólo Campos de Castilla, ni tampoco es el poeta "cívico" postrado a un republicanismo que llevó España a una desastrosa Guerra Civil.
 
Aquél es, para quien esto escribe, sobre todo el poeta de Soledades, poemas espléndidos publicados en 1902 y luego ampliados en 1907 en el libro fundamental que reúne al mejor Antonio Machado: Soledades. Galerías. Otros poemas. En él hallamos al poeta que supo intuir el dolor existencial y la angustia del ser humano, más allá de ideologías sectarias y partidistas. Claro que también Antonio Machado es Campos de Castilla, y tantas otras grandes cosas ubicadas en el ideario liberal, al que el poeta sevillano perteneció sustancialmente, pese a quien pese.
 
Antonio Machado vivió como uno de esos "poetambres" de su época, como esos autores modernistas que sufrieron el horror al vacío y el tormento de la existencia: "… Nosotros exprimimos / la penumbra de un sueño en nuestro vaso… / Y algo, que es tierra en nuestra carne, siente / la humedad del jardín como un halago" (poema XXVIII). Lo mismo en esa fatal pregunta que cierra su poema LXXVIII: "¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo, / la vieja vida en orden tuyo y nuevo?/ ¿Los yunques y crisoles de tu alma / trabajan para el polvo y para el viento?". En esas soledades y galerías interiores del alma encontramos al más alto Antonio Machado, como en el poeta que evoca el paraíso de la infancia. Nada de política carroñera y vacía, nada de ideologías trasnochadas.
 
Aquella ridícula "España de charanga y pandereta" de la que escribió Antonio Machado adelanta las tribus insolidarias que pueblan la España socialista de hoy. Porque el sevillano se rió precisamente de la utilización de la política para fines tan sectarios como el desprecio de la tradición judeocristiana española y el rechazo, desde la actual izquierda socialista gobernante, del sentimiento sinceramente católico de la inmensa mayoría del pueblo español. ¿O es que acaso no hay una búsqueda de Dios en la poesía de Antonio Machado? ¿Y dónde está en su obra la oposición al profundo y auténtico catolicismo? No hay tal rechazo religioso en Antonio Machado: "Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón" (poema LIX).
 
Lo que despreció fue el fanatismo sectario, o sea el mismo en el que se apoya el socialismo laico para apropiarse y tergiversar su poesía. Porque nunca rechazó la devoción católica popular. Porque él mismo –como su hermano– cantó en sus saetas a ese Cristo de la Semana Santa de Sevilla. Porque Antonio Machado fue liberal y masón, pero también fue católico. Y eso invalida afirmar –como pretenden algunos– que fuera un poeta anticatólico. Desde ese amor sincero por la humanidad y desde la búsqueda constante de Dios que él mismo expresó ("siempre buscando a Dios entre la niebla"; "quien habla solo espera hablar a Dios un día"), Antonio Machado escribe –ya ligado a la masonería desde Campos de Castilla– de "la España del cincel y de la maza".
 
Por eso también elogia a Francisco Giner de los Ríos, diciéndole: "Y hacia otra luz más pura / partió el hermano de la luz del alba, / del sol de los talleres, / el viejo alegre de la vida santa". Y, por eso, un poema después le escribe al entonces joven meditador José Ortega y Gasset: "A ti laurel y yedra, / corónente, dilecto / de Sofía, arquitecto. / Cincel, martillo, piedra / y masones te sirvan". Mas, por encima de etiquetas, su poesía –como él mismo escribió– quiso ser y fue "honda palpitación del espíritu", una búsqueda a las respuestas ante el enigma del universo, poesía ávida de conocer el misterio de la existencia, nuestra esencialidad y nuestra temporalidad.
 
Una imagen del último Antonio Machado.Quien quiera buscar a un Antonio Machado líricamente comprometido con la causa de la defensa de la justicia social lo hallará en varios poemas: en partes de 'La Tierra de Alvargonzález', en 'Hacia tierra baja' y, aun con humor, en el 'Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de Don Guido' o 'En la fiesta de Grandmontagne', por citar sólo algunos de los más líricos. Pero no hay ahí nada de política sectaria, sino una obra artística, humanamente construida a favor de los derechos individuales. Lo sectariamente social y político, el paso de posiciones liberales a otras más comprometidas –con poemas de urgencia y circunstancias– llegará ya muy al final de su vida, cercano ya a su muerte, enfermo y en plena Guerra Civil.
 
Los dramáticos acontecimientos de aquella hora no son, por tanto –y como quisiera el socialismo español–, los que definen únicamente a Antonio Machado. Esto último constituye líricamente lo más flojo de su poesía, aunque a Alfonso Guerra y al socialismo republicano sea lo que más les guste, para seguir fomentando mitos que forjen el rencor en torno a un pasado tergiversado y reinventado. En medio de ese odio y de esta España actual de verdadera charanga y pandereta sobreviven estos mitos socialistas.
 
Lo que no les contarán nunca es que Antonio Machado no dejó nunca de ser liberal, ni siquiera en esos años finales. Así, el 1 de mayo de 1937 pronunció un importante 'Discurso a las Juventudes Socialistas Unificadas' donde rechazaba el determinismo económico marxista y socialista en estos términos: "Yo no soy marxista, no lo he sido nunca".
 
Antonio Machado, en definitiva, creyó en el liberalismo, en la justicia, en la igualdad de oportunidades y, sobre todo, en la libertad. Por eso choca tanto que sea justamente la izquierda española –siempre tan antiliberal– la que siga apropiándose de este magnífico poeta.
 
Tras la explotación ideológica de 1989, el socialismo se olvidó de Antonio Machado. Tres años antes, en 1986, habían hecho lo mismo con Federico García Lorca, politizando su muerte hasta cotas impensables. Y ya en 1992 repitieron la faena con otro de sus poetas "mártires": Miguel Hernández.
 
Tal fue el trío de cincuentenarios míticos de la necrofilia socialista. Tal el cuadro de los mitos de la izquierda española. Tal la historia, que al final acaba poniendo a todos en su lugar. En ella vemos hoy con mayor claridad. Porque la poesía española no se merece esto. Y lo que queda de España y de su cultura tampoco.
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