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THE BEST AMERICAN SCIENCE WRITING 2006

Así se divulga

No es norma general de estas páginas recomendar libros editados en otros idiomas. Pero si en las manos de uno cae una joya como ésta, que de manera muy improbable llegará a ser traducida pero que gracias a internet está al alcance de cualquier mente inquieta, es difícil resistir la tentación de compartir la experiencia.

No es norma general de estas páginas recomendar libros editados en otros idiomas. Pero si en las manos de uno cae una joya como ésta, que de manera muy improbable llegará a ser traducida pero que gracias a internet está al alcance de cualquier mente inquieta, es difícil resistir la tentación de compartir la experiencia.
Como quiera que andamos ahora los españoles en periodo re-escolar, rodeados de ofertas promocionales de cursos de inglés en los medios de comunicación, me atrevo a sugerir la lectura de The Best American Science Writing 2006, que recoge los mejores artículos de divulgación científica aparecidos en la prensa norteamericana el año pasado.
 
Definir qué es un artículo científico no es fácil. Ocurre lo contrario con la propia definición de ciencia: la actividad dedicada a buscar una explicación natural a los sucesos que acontecen en nuestro entorno. A la hora de definir la actividad de escribir sobre ciencia, sin embargo, las cosas se hacen más difusas. Porque un buen artículo de divulgación debe... ¿versar sobre los hallazgos más importantes en el mundo de la actividad científica?, ¿glosar el conocimiento adquirido por los investigadores?, ¿contar para qué sirve ese conocimiento?, ¿centrarse en el proceso de búsqueda y de investigación?, ¿criticar, ponderar, poner límites, verificar… la actividad de los científicos?, ¿comentar asuntos de política científica?…
 
Atul Gawande, nominado al National Book Award por un libro de ciencia fascinante sobre la labor de los médicos, precursor del espíritu House y tampoco traducido al español: Complications, tira en el prólogo por la calle del medio y contesta: "Un buen artículo científico es aquel que te estremece". Bueno, es una forma algo naif de definir la sensación del lector ante la buena divulgación, pero tiene su razón de ser.
 
Me explico:
Se puede divulgar acerca de asuntos sobre los que no tenemos el menor interés previo. Pongamos: la computación cuántica aplicada al mundo del ajedrez. Es probable que no hayamos reparado jamás en la existencia de esta disciplina, pero un buen artículo científico sería capaz de alertarnos sobre ella y conmovernos con los avances realizados en el área.
 
Se puede divulgar sobre temas de gran interés general que, además, suscitan un fuerte debate (el clima, las células madre, los alimentos modificados genéticamente). En este caso, la conexión emocional con el lector es más sencilla, pero la buena divulgación no debe olvidarla.
 
Se puede escribir sencillamente sobre el complicado proceso investigador mismo, sobre las herramientas, los laboratorios, los cálculos, los modelos que los científicos utilizan para elaborar sus conclusiones. Es la ciencia que habla de la ciencia, una suerte de metadivulgación que en ningún caso tiene por qué ser aburrida.
 
Se puede aplicar la divulgación científica a áreas de interés que no están directamente relacionadas con la ciencia: ¿qué sabe la física sobre la belleza humana?, ¿cómo se ve un cuadro con los ojos de un químico?, ¿es posible explicar neurológicamente el placer que produce escuchar al llorado Pavarotti cantando "Nessun dorma" en Turandot?…
 
Y, por último, en esta pequeña clasificación de la obra divulgativa, se puede escribir simple y llanamente sobre científicos: sobre sus miserias y sus glorias, sus miedos, sus amores, sus pasiones humanas, sus dudas y sus envidias, sus amores y sus manías…
Todo eso es divulgación, y de cada una de las categorías se encuentran excelentes ejemplos en este libro. Baste citar algunos nombres para hacerse una idea de la categoría de las piezas: Paul Bloom, Frasn de Waal, Keneth Chang, Tom Mueller, Alan Weisman; The New Yorker, Discover, The New York Times, Boston Globe, Atlantic Monthly
 
Que la lejanía no sea un obstáculo: salte el Charco a bordo de internet y encuentre The Best American Science Writing. Y, ¡hale!, a disfrutar.
 
 
VVAA: THE BEST AMERICAN SCIENCE WRITING 2006. Harper Collins (Nueva York), 2007, 384 páginas.
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