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PLENITUD DE LA CRÍTICA LIBERAL

Cataluña: el nacionalprogresismo como visión del mundo

El nacionalismo, cualquier nacionalismo, es la forma política del enamoramiento narcisista. Un nacionalista está emocionalmente ligado a quienes comparten su idea de la identidad colectiva, aquellos de los que supone que son como él, los únicos a los que permite habitar su territorio: como todo sociópata, es incapaz de hacerse cargo de la existencia de otros.

El nacionalismo, cualquier nacionalismo, es la forma política del enamoramiento narcisista. Un nacionalista está emocionalmente ligado a quienes comparten su idea de la identidad colectiva, aquellos de los que supone que son como él, los únicos a los que permite habitar su territorio: como todo sociópata, es incapaz de hacerse cargo de la existencia de otros.
Detalle de la portada de SI UN PERSA VIATGÉS A CATALUNYA.
Cuando un grupo de esas características se constituye en clase dirigente y, a la vez, ocupa las instituciones, es decir, controla el aparato económico, el político y rige la sociedad civil con muy escasas limitaciones, tiene lugar una distorsión de sesgo totalitario: el sistema deviene régimen y la democracia es sustituida por el mayoritarismo, aunque haya que inventar una mayoría ad hoc.
 
Los regímenes mayoritaristas son enemigos de la diversidad intelectual, la única diversidad por la que no claman los pancarteros, y, por tanto, generan sus propias versiones del pensamiento único: para el caso catalán, Miquel Porta Perales denomina a ese producto ideológico "nacionalprogresismo". La noción, precisa y útil como pocas, aparece en su libro Si un persa viatgés a Catalunya, subtitulado Un pamflet sobre el nacionalprogressisme catalá.
 
Ignoro si existe versión castellana de esta obra, pero sospecho que no y, si no la hay, me pregunto a qué esperan los editores para publicarla. Porque, además de una crítica agudísima de la casta dirigente de la Cataluña de hoy, el texto resulta ser una síntesis precisa del pensamiento dominante –único: "El único autorizado por una invisible y omnipotente policía de la opinión", dice el autor– en España y Europa en general, y una exposición muy bien organizada del pensamiento liberal ante los nacionalismos, el progresismo y sus derivaciones feminista, antiglobalizadora, ecologista, etcétera.
 
Al modo de Montesquieu, a quien se rinde en el libro un explícito y prolongado homenaje, Porta Perales opta por someter la realidad catalana a la mirada, supuestamente ajena, de un persa. Consciente, por supuesto, de que los persas no existen: Usbek, el narrador de un viaje a Barcelona, es un fino ensayista cosmopolita, huido de la Persia iraní –finalmente islamizada y, por tanto, irrecuperable– y que vive entre París y Nueva York, es decir, un cosmopolita en el sentido ilustrado y olvidado del término.
 
Maragall, Zapatero y Carod.Y un liberal conservador convencido, libre por entero de las culpas que ha conseguido general el "nuevo establishment disfrazado de anti establishment" entre los crédulos de las neoizquierdas, sometidos al poder pastoral, definido de acuerdo con Foucault: "Aquel que se ejerce sobre un rebaño con el objetivo de agruparlo, guiarlo y conducirlo hacia la salvación".
 
En el tercer capítulo, que hace las veces de epílogo, resume Porta Perales la finalidad de su tarea: la "crítica del poder pastoral y la propuesta de una alternativa liberalconservadora". El poder pastoral en Cataluña es doble, nacionalista y de izquierdas, y eso es lo que da lugar al nacionalprogresismo, vertebrado en torno de "cuatro elementos complementarios: el esencialismo, el populismo, el negativismo y el bonismo".
 
Me permito citar por extenso la exposición que Porta Perales hace de la alternativa liberalconservadora:
 
"(...) liberal porque afirma la libertad, los derechos fundamentales, la democracia formal, el individualismo, la inclusión, la economía de mercado, la igualdad de oportunidades, la política entendida como defensa y gestión de intereses, la complejidad del presente y el sentido del límite [...] porque niega el determinismo histórico, el igualitarismo, la política entendida como emancipación nacional o social [...] conservadora porque afirma la ley y el orden, la autoridad, la seguridad, la defensa, la felicidad posible, la cultura del esfuerzo, la propiedad privada, el egoísmo y el afán de lucro que mueve nuestro mundo, el menos malo [...] de los conocidos hasta ahora [...] porque niega la virtud del cambio por el cambio y rechaza –las lecciones de la historia– cualquier proyecto o utopía que prometa un mundo mejor, más justo, más libre y más equitativo, donde se realizaría la felicidad humana [...] la renuncia al ideal no implica la ausencia, sino la presencia de un ideal limitado, imperfecto y realista".
 
Los libros, desde luego, no nacen de la nada ni del alma de su autor en soledad y aislamiento: el de Porta Perales es la prueba de una corriente de opinión realmente existente en Cataluña, aunque los medios de comunicación insistan en dar de ella una imagen conforme a la deseada por la policía del pensamiento del Tripartito, que tanto poder tiene en el Ejecutivo español. Si un persa viatgés a Catalunya viene a sumarse a una serie, breve pero influyente, de textos de los que el lector español tiene presentes al menos dos: el célebre artículo de Félix de Azúa Barcelona es el Titanic, publicado en El País, y Contra Catalunya, de Arcadi Espada.
 
 
Miquel Porta Perales, Si un persa viatgés a Catalunya, Barcelona, L'Esfera dels Llibres, 2005, 192 páginas.
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