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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Cianuro en la sopa

La défaite en chantant. Claude Allègre juega aquí con el estribillo de un himno patriótico revolucionario (Le Chant du Départ): "La victoire en chantant", la victoria cantando, se convierte en derrota. Se trata, claro, de la derrota de Ségolène Royal en las presidenciales francesas, anticipo de la que cosechó el PS en las legislativas.

La défaite en chantant. Claude Allègre juega aquí con el estribillo de un himno patriótico revolucionario (Le Chant du Départ): "La victoire en chantant", la victoria cantando, se convierte en derrota. Se trata, claro, de la derrota de Ségolène Royal en las presidenciales francesas, anticipo de la que cosechó el PS en las legislativas.
Ségolène Royal.
Son varios los libros de reciente aparición que se meten con Ségolène. El último, por ahora, es L’impasse, firmado por Lionel Jospin. El primero fue Qui connaît Madame Royal? ("¿Quién conoce a la señora Royal?"), y apareció cuando Francia se encontraba en plena campaña electoral. Su autor, Eric Besson, fue uno de los responsables económicos del PS y es uno de los miembros del Gabinete Sarkozy...  
 
Lo primero que salta a la vista cuando uno lee estos libros que critican duramente a Ségolène y reconocen la profunda crisis del PS es que, pese a sus defectos y superficialidades, pese a que estén escritos o dictados deprisa y mal, pese a las autodefensas en que incurren sus autores, llevan algo de razón: Ségolène es una necia engreída, ambiciosa y autoritaria, y el PS vive uno de los peores momentos de su historia. Buena prueba de ello es que eligió como candidato para las presidenciales a la Royal.
 
Hace años que Claude Allègre me resulta una persona casi simpática y bastante singular en el paisaje sociata francés. Científico, geofísico, ha escrito bastante sobre medio ambiente, cambios climáticos y todos esos temas a la moda, pero dice cosas que pocos dicen: por ejemplo, que los acuerdos de Kioto, desde el punto de vista científico, no valen un maravedí, y que Al Gore, su película apocalíptica y su campaña son pura estafa rentable (para él). Además, y es un dato muy positivo, odia a los verdes y a José Bové; casi tanto como yo.
 
Allègre y Royal, en una imagen de archivo.Su libro de conversaciones con el mediocre periodista Dominique de Montvalon se concentra en la política francesa desde el Gobierno Jospin (1997-2002) hasta la susodicha derrota de Royal frente a Sarkozy. Lo mismo hacen Jospin y los demás frustrados sociatas escritores, con la diferencia de que Allègre juzga de forma mucho más positiva que el resto al actual inquilino del Elíseo: "Hablando honestamente, en la izquierda no hay nadie que tenga la talla intelectual y política de Sarkozy. Nadie" (pág. 209).
 
Merece la pena detenerse un rato en el recuento que hace el indignado Allègre de las imbecilidades proferidas por la candidata Royal. Aquí van unas cuantas:
Primero de diciembre de 2006. [Royal] Está en el Líbano, pero no ha preparado nada. De entrada, dice que los vuelos israelíes dificultan la labor de la Finul. Los israelíes protestan. Unas horas después, está en Israel y dice: "Los vuelos israelíes ayudan a la Finul". El 3 de diciembre de 2006, un responsable de Hezbolá equipara la "ocupación" israelí con la ocupación nazi de Francia. [Royal] No dice nada. Luego se queja: "Fue un problema de traducción".
Más imbecilidades de Ségolène. En China declaró que los franceses iban a ayudar a los chinos a "desarrollarse". En este punto, Allègre afirma: "Los chinos aún se están riendo". El actual ministro de Sarkozy recuerda a sus lectores las royaladas sobre los jurados populares, los campos militares en África para jóvenes delincuentes, la "democracia representativa" por internet. Etcétera. No le pasa una.
 
Jospin también se dedica a fusilar a Ségolène. Por incompetente, moral e intelectualmente, y, a fin de cuentas, por ser muy poco socialista. Un día, la Royal, mientras se encontraba en Quebec para vender su camiseta, tachó a Jospin de machista. "Me insulta porque soy mujer –dijo–. Si viviéramos en tiempos de Juana de Arco, ya me hubieran quemado viva". Porque sigue comparándose con Juana de Arco, la tía.
 
El defecto esencial de estos libros es su superficialidad. Se habla mucho más de chismes y personas que de conceptos e ideas. Así, Allègre nos larga su retahíla de amistades y traiciones, de "buenos y malos", bajo el influjo de una concepción infantil de la política. Para él, el Gobierno de Jospin (1997- 2002) fue un buen Gobierno, y él, por entonces ministro de Educación Nacional, un buen ministro. Pero tuvo la desgracia de tener como ministra delegada de la enseñanza escolar a una tal Ségolène Royal, la cual, mientras él intentaba sacar adelante una serie de reformas, sólo se ocupaba de cómo salía en televisión. Las cosas llegaron a una crisis tal, que Royal y Hollande lanzaron, o contribuyeron a lanzar, los sindicatos de enseñanza socialcomunistas a la calle. Fue entonces cuando Jospin, que siempre ha dado muestras de su cobardía, cedió y echó a Allègre del Gobierno.
 
Lionel Jospin, cuando era primer ministro de Jacques Chirac.Pese a lo que muchos han dicho, Allègre es más crítico con Hollande que con la ex "compañera sentimental" de éste. Siempre en el terreno del chismorreo político-personal, da bastantes informaciones sobre los trapicheos del primer secretario del PS para imponer a Ségolène como candidata. Luego, cuando sus desavenencias de pareja derivaron en enfrentamiento político, intentó postularse él como candidato, con el argumento de que el candidato "natural" de un partido es su primer secretario. Pero era demasiado tarde. No para joder la marrana a Jospin, Strauss-Kahn y Fabius, que también querían cobrarse tal pieza, pero sí para sus propias aspiraciones.
 
Toda esta marisma politiquera no impide que los partidarios de Royal –le quedan algunos– y bastantes comentaristas enuncien una verdad: en las pasadas presidenciales aquélla llegó a la segunda vuelta y obtuvo el 47% de los votos, contra el 53% de Sarkozy. Fue una derrota, sí, pero no tan rotunda como la de Jospin en 2002, barrido en la primera vuelta, y nada menos que por Le Pen, símbolo de la reacción más reaccionaria para la izquierda gala.
 
Ni Jospin, of course, ni Allègre ni, desgraciadamente para Francia, nadie analiza los motivos de esa rotunda derrota; y hasta los hay que pretenden volver al sendero luminoso de la feliz época del Gobierno Jospin, el de la cohabitación con Chirac; a eso que, precisamente, barrieron los electores. Si Jospin perdió tan rotundamente no fue, como él cree y escribe, por la "división de la izquierda", sino porque los franceses estaban hartos de su política, de las 35 horas, de los problemas de inseguridad, de los problemas de la inmigración no controlada, del paro, de la corrupción generalizada de los socialistas (Strauss-Kahn, presentado hoy, hasta por Sarkozy, como el Cid Campeador de la economía "humanista", tuvo que dimitir de su cargo de ministro de Economía acusado de corrupción)...
 
Todos estos libros contra Ségolène Royal, y, me anticipo, los que saldrán en su defensa, empezando por el suyo, adolecen del mismo defecto fundamental, de la misma miseria intelectual: por ningún lado se ve la menor idea, el menor análisis o programa para un socialismo de hoy. Sólo zancadillas, maniobras para seguir trepando y chupar del bote. El socialismo francés está en coma profundo. Y la culpa no es sólo de Ségolène Royal; porque la pobre, está visto, no sabe ni lo que hace.
 
 
CLAUDE ALLÈGRE: LA DÉFAITE EN CHANTANT. CONVERSATIONS AVEC DOMINIQUE DE MONTVALON. Plon (París), 2007, 218 páginas.
 
LIONEL JOSPIN: L'IMPASSE. Flammarion (París), 2007, 141 páginas.
 
ERIC BESSON: QUI CONAÎT MADAME ROYAL? Grasset & Fasquelle (París), 2007, 164 páginas.
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