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EL INGENIO Y EL HAMBRE

De la revolución agrícola a la transgénica

La lucha contra el hambre es cientos de veces milenaria, y sólo en los últimos siglos ha empezado a ganarse. Francisco García Olmedo nos cuenta esta historia en estas páginas brillantes.

La lucha contra el hambre es cientos de veces milenaria, y sólo en los últimos siglos ha empezado a ganarse. Francisco García Olmedo nos cuenta esta historia en estas páginas brillantes.
No menos que otras, la historia de la agricultura se presta a deformaciones ideológicas. Ello a pesar de la relación evidente que tiene con la tecnología, una manifestación de la actividad del hombre fácilmente objetivable. Para mostrarnos los principales episodios de nuestro esfuerzo continuo por alimentarnos, García Olmedo nos ha regalado El ingenio y el hambre. De la revolución agrícola a la transgénica.

El hombre artificial

La agrícola es la que nació con el neolítico, con la primera explotación sedentaria y sistemática de la feracidad del suelo. Este avance tecnológico vino de la mano de una institución fundamental, de la que la tecnología no se volverá a separar jamás: la propiedad. Es claro, aunque el autor sólo lo apunta, que el control de un recurso limitado como la tierra para realizar sobre él un plan productivo es, aunque sea de forma rudimentaria, una forma de propiedad sobre el mismo.

Fue entonces, en los albores de la institución de la propiedad y de la transformación del medio natural para sustento del hombre, cuando nuestra especie adquirió su carácter distintivo frente al resto de animales. "La especie humana se empezó a diferenciar de otras mediante el artificio", es decir, mediante la aplicación sistemática de la razón al empleo de los medios disponibles.

El hombre se hace a sí mismo sometiendo la naturaleza. Por eso resulta contradictoria la pretensión de que una ética humana vea lo natural como bueno y lo artificial como malo. García Olmedo nos advierte ya desde el primer capítulo ("La única especie artificial") contra la "funesta moda" de enfrentar lo natural a lo artificial como si lo uno fuera el bien y lo otro el mal. Y explica que ya en sus primeros pasos la agricultura era "totalmente artificial".

La domesticación de la naturaleza implica que lo que consumimos no es natural, sino artificial. El trigo, la cebada, la sojas, las patatas se extienden por los campos por la mano del hombre, y no sobrevivirían sin ella. Desde hace centenares de milenios consumimos especies transgénicas. "Una vez domesticada, cada especie ha seguido siendo sometida a modificación genética de un modo continuo hasta nuestros días". La principal diferencia entre los productos transgénicos de hoy y los anteriores es que los primeros surgen de un conocimiento exhaustivo y científico de la vida vegetal y son, por tanto, más controlables y potentes, y están encaminados a un conjunto de fines, en lugar de evolucionar por el viejo procedimiento de la prueba y el error.

La simbiosis con la industria

De hecho, se produce, nos dice el autor, una "simbiosis" entre la agricultura y la industria. "Si, en cierto modo, la industria surgió del costado de la agricultura, enseguida la industria compensó su deuda, aportando los frutos de la química industrial y los artificios de la mecánica". De hecho, "no hay ámbito agronómico que no se vea beneficiado por lo que hemos llamado la simbiosis con la industria". El ejemplo más paradigmático es la llamada revolución verde, que narra con detalle nuestro autor en el capítulo "La aventura global de Norman Borlaug".

Malthus –que aparece en este libro, como no podía ser de otro modo– puede estar en lo cierto puntualmente. Pero a largo plazo el hombre ha luchado contra la superpoblación "mediante el artificio", es decir, mediante la creación de capital, la riqueza y la tecnología puestas al servicio del hombre. En esa carrera, la tierra ha ido haciéndose más productiva a medida que ha ido haciéndose más escasa, una paradoja sólo aparente que se resuelve con el binomio propiedad-productividad.

Más ricos, más ecológicos

Otro asunto abordado en El ingenio y el hombre es el de la relación entre la actividad agrícola y la ecología. Nos dice el autor: "La agricultura ha sido contraria al medio ambiente desde su invención, hace ya 10 milenios. De hecho, ha sido más contraria cuanto más primitiva. En el debate actual se olvida o se oculta el hecho de que fueron innumerables las culturas agrarias que declinaron o se extinguieron porque no eran sostenibles". Y sigue: "Es obvio que no se van a resolver los problemas del futuro volviendo a técnicas del pasado, en el que se mostraron ineficaces o se vieron desbordadas por el crecimiento demográfico".

Como dice George Reisman en su monumental Capitalism, "si entendemos por medio ambiente lo que rodea al hombre, las condiciones materiales externas de la vida humana, entonces se hace patente que todas las actividades productivas del hombre tienen una tendencia inherente a mejorar ese ambiente, pues, de hecho, ese es su propósito esencial". Cuanto más ricos seamos, más medios tendremos para satisfacer nuestras necesidades y mejorar nuestro medio ambiente.

El libro concluye con tres capítulos sobre tres asuntos envueltos en polémicas, falsas unas, verdaderas otras. Sobre la moderna transgénesis, García Olmedo asegura: "Nunca en la historia de la innovación se han tomado precauciones tan extremas". Enlazando con el mito de lo natural, nos recuerda que uno de los objetivos de la manipulación genética "desde el neolítico hasta la actualidad" ha sido "la eliminación de algunos riesgos de los productos naturales, tales como la presencia de sustancias tóxicas".

El último capítulo, "El dilema de los biocombustibles", es aleccionador. Pero resulta especialmente demoledor "El mito de la agricultura ecológica". El movimiento orgánico concede a lo natural unas propiedades benéficas que nunca tuvo, dice Olmedo. La estrategia de la agricultura ecológica descansa en "la idea de que los productos ecológicos son más sanos y seguros que los convencionales", pero Olmedo ofrece varios ejemplos que prueban que se trata de una idea falsa: "En realidad, lo contrario es más cierto". Así, "la probabilidad de infección" por coliformes fecales es "ocho veces mayor a través de los productos ecológicos que de los convencionales". Por otro lado, cuando le conviene, esta rama de la industria, llamada ecológica, tira de productos que ni son orgánicos ni son naturales. De hecho, en estas páginas se cita una larga lista de productos inorgánicos permitidos por la UE que llevan el sello de ecológico.

El ingenio y el hambre es un libro rico que narra un relato apasionante. Es fiel a los hallazgos de la ciencia, a la que se aferra sin concesiones a las modas ideológicas. Y además está bien escrito, por lo que resulta ameno; mucho más de lo que pudiera ser una historia de la agricultura. Entre las revoluciones agrícola y transgénica, el hambre ha pasado a ser un problema que se bate en franca retirada.


FRANCISCO GARCÍA OLMEDO: EL INGENIO Y EL HAMBRE. Crítica (Barcelona), 2009, 285 páginas.
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