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'TÉLEX DESDE CUBA'

Dentro de la United Fruit

La primera novela de Rachel Kushner, Télex desde Cuba, ha recibido el reconocimiento de la crítica –finalista del National Book Award de 2008– y de los lectores. Esta obra es fruto del interés de su autora por la política (en especial, la de América Latina) y por la experiencia familiar en Cuba, donde en los años 50 su abuelo materno administró la mina que la Nicaro Nickel Company abrió en Holguín, así como de su vocación literaria, esculpida en el máster de escritura creativa de Columbia University, 


	La primera novela de Rachel Kushner, Télex desde Cuba, ha recibido el reconocimiento de la crítica –finalista del National Book Award de 2008– y de los lectores. Esta obra es fruto del interés de su autora por la política (en especial, la de América Latina) y por la experiencia familiar en Cuba, donde en los años 50 su abuelo materno administró la mina que la Nicaro Nickel Company abrió en Holguín, así como de su vocación literaria, esculpida en el máster de escritura creativa de Columbia University, 

Rachel Kushner considera la revolución, y en especial la cubana, un escenario privilegiado para escribir la historia desde distintos puntos de vista, porque en ella hay "mucha gente que tiene mucho que perder y también gente que lo tiene todo por ganar". Pertrechada de tal convicción, cuenta en Télex desde Cuba la historia de la isla en los años anteriores al triunfo de aquel movimiento revolucionario que, encabezado por Fidel Castro, provocó la caída de la dictadura de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959. Y, como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta la peripecia de la suya, la escribe desde dentro de tres familias pertenecientes a aquella sociedad norteamericana que se afincaba provisionalmente en la mayor de las Antillas para dirigir y asesorar las minas de níquel o la United Fruit Company (UFCo) de la ciudad de Preston (posteriormente rebautizada Guatemala), empresa que poseía plantaciones bananeras y explotaciones azucareras y que constituía una especie de Estado dentro del Estado:

Así se trabajaba en la United Fruit, una compañía que tenía rituales prácticamente para todo: debías vestir traje de dril almidonado como Dios manda; debías tener la casa llena de criados hasta arriba; debías dejar a los niños en manos de una niñera jamaicana; debías escuchar las cifras de la Bolsa en el transistor por la noche; debías mandar a los niños a dormir cuando Lowell Thomas decía "Adiós, hasta mañana", y, por supuesto, debías beber siempre whisky escocés marca Dewar's White Label.

La autora escribe su particular versión de la historia prerrevolucionaria a sabiendas de que son muchos los demonios contra los que tiene que luchar: una ideología que durante mucho tiempo consideró la UFCo como la bestia parda de la política norteamericana en América Latina y unos lectores que, aun interesándose por la temática cubana, están impregnados de un imaginario más o menos intoxicado o estancado en aproximaciones heroicas y antiheroicas de testimonios y novelas anteriores.

Pero Rachel Kushner no sólo sortea los peligros, sino que sale victoriosa. No porque se sitúe en el otro lado de la balanza o se sirva de Télex desde Cuba para abogar por la visión norteamericana de la historia de la revolución cubana o de los años que la precedieron, sino porque es capaz de meterse en la piel de los personajes sin censura, sin ideología previa, sin necesidad de hacerlos pasar por buenos o malos según prejuicios de una u otra parte. Dejándolos actuar por sí mismos, sin imponerles sus ideas, y bailar al compás de unos acontecimientos que, quieran o no, dejarán huella en sus vidas y hasta acabarán por desbordarlos.

La novela está aderezada con la presencia de personajes históricos. La familia Castro en tanto que propietaria de un latifundio vecino de la UFCo, para la que cultivaba azúcar, y los hermanos Fidel y Raúl como estudiantes en un internado de La Habana que se dejaban ver por Mayarí para ir a los billares o a las peleas de gallos y, con el tiempo, acabar contando "que de pequeños no los dejaban ir a Preston, que nunca les invitábamos a ninguna de nuestras fiestas ni les dejábamos usar las playas". Xavier Cugat aparece vinculado al cabaret Tokio y Hemingway al restaurante Floridita; el americano es descrito por el padre de uno de los protagonistas como "un hombre basto y obsceno". El presidente Prío Socarrás es aquí un hombre mediocre que mantiene una relación más o menos "profesional" con Rachel K (una cabaretera del Tokio) y que hará negocios para proveer de armas a los rebeldes; y Batista, el presidente vinculado a la UFCo –no sólo porque había nacido en "una ciudad de la compañía", sino porque "había trabajado en ella y siempre fue un hombre dado a los negocios"– y el dictador capaz de "poner en libertad a violadores y asesinos" con tal de engrosar las filas de la temida Guardia Rural.

Las tres familias americanas de Télex desde Cuba son ficticias, por más que estén relacionadas con experiencias familiares de la autora. Los Stite pertenecen a la clase alta; los Lederer, a la media, y los Allain son refugiados pobres de Luisiana ("Papá decía que lo habían contratado porque al haber trabajado en las plantaciones de Luisiana sabía tratar a los negros") que no se mezclan con los otros estadounidenses de Preston ("Hacían las cosas a su manera. No iban al Club Panamericano a jugar al golf, al tenis, al croquet"). A pesar de diferencias de clase y formas de vida, en los años cincuenta las familias de expatriados representan la culminación del sueño americano en el extranjero y dan noticia de la especial dinámica de la sociedad norteamericana en la isla. Cada una de ellas, a su modo, sabía que se vivía mejor en Cuba que en los Estados Unidos, que "empezar desde cero en un país como Cuba suponía que, por más problemas que tuvieras con la justicia de tu país, te aplicarían otras leyes totalmente distintas. Y tampoco las leyes de Cuba, sino las de la United Fruit". Y que Cuba era un lugar manejado por gentes que vivían en New York.

Rachel K (no confundir con la autora ni con ningún alter ego) es una cabaretera nieta de un europeo que había llegado a Cuba para documentarse sobre la guerra de independencia e hija de una mujer abandonada. Mantiene todo tipo de relaciones, con los presidentes Prío y Batista, pero también se hará confidente del Ejército Rebelde, que una vez en el poder le propondrá formar parte del Gobierno revolucionario. Entre sus muy dudosas relaciones está la que mantiene con el francés La Mazière, un antiguo colaborador de los nazis que acabará por infiltrarse en el Ejército Rebelde, al que, con motivo del ajusticiamiento de un soldado de la Guardia Rural, venderá armas y dará lecciones de ética:

El asesinato es algo mucho más ruin, un acto oportunista o, peor aún, ocasionado por la necesidad, explicó, pronunciando la palabra como si fuese un trapo sucio y apestoso que tenía entre dos dedos (...) La ejecución es un rito, dijo con más énfasis. Jamás es un acto que responda a la necesidad. Siempre es un acto elegido, un ajusticiamiento calculado.

¿Una forma de justificar la barbarie del Ejército Rebelde como producto de una influencia foránea? Quizás. El caso es que La Mazière es con mucha distancia el personaje más desagradable de la novela, a medio camino entre la realidad y la ficción.

La distancia entre la sociedad cubana y las familias norteamericanas establecidas en Cuba parece insalvable. A pesar de que Del, el hijo mayor de una de ellas, formará parte de las filas rebeldes, "escondido en las montañas que Batista estaba bombardeando precisamente con los aviones que él mismo [se refiere al padre] le había facilitado", y de que la adolescente Everly se enamora de Willy, un criado negro de origen antillano, en la Cuba de los cincuenta "cada uno iba con los suyos. Los estadounidenses con los estadounidenses. Los cubanos con los cubanos". Los contactos de Del y Everly son excepciones que se explicarán hacia el final de la novela. Un año después de la revolución, Del se hará anticastrista, se instalará en Miami y colaborará, ¿en la invasión de bahía de Cochinos?, para la recuperación del lugar. Everly, por su parte, en el año 1999, cuando acuda a la isla recorrer los lugares de su infancia, se encontrará con que Willy se ha casado y vive modestamente con su esposa Malvina, lejos de la avenida donde residen los nuevos directores de la fábrica.

Más allá de ciertos episodios narrativamente innecesarios, como el escarceo homosexual entre Fidel Castro y La Mazière, Télex desde Cuba no tiene desperdicio, es una novela digna de ser leída desde la primera hasta la última página.

 

RACHEL KUSHNER: TÉLEX DESDE CUBA. Libros del Asteroide (Barcelona), 2011, 415 páginas. Traducción de Gabriela Bustelo.

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