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MITOS ANTIAMERICANOS

El acierto de Mario Vargas Llosa

Desde los sectores más antiliberales de ambos lados del Atlántico, el nombre de Mario Vargas Llosa se identifica con el fascismo, la extrema derecha, el salvaje "neoliberalismo", la traición a Hispanoamérica o la sumisión al imperialismo norteamericano. Vargas Llosa ha sufrido el desprecio de una crítica tendenciosamente airada por su apoyo al sistema liberal y capitalista y por su abierto rechazo a los sistemas de raíz marxista, especialmente en sus versiones latinoamericanas, desde el castrismo al chavismo.

Desde los sectores más antiliberales de ambos lados del Atlántico, el nombre de Mario Vargas Llosa se identifica con el fascismo, la extrema derecha, el salvaje "neoliberalismo", la traición a Hispanoamérica o la sumisión al imperialismo norteamericano. Vargas Llosa ha sufrido el desprecio de una crítica tendenciosamente airada por su apoyo al sistema liberal y capitalista y por su abierto rechazo a los sistemas de raíz marxista, especialmente en sus versiones latinoamericanas, desde el castrismo al chavismo.
Mario Vargas Llosa
Vargas Llosa es diana de todos los dardos. Lo es porque el peruano es una de las escasas voces entre nuestros más reconocidos autores literarios que clama sin complejos a favor de la verdadera libertad. Y lo hace, además, con un estilo limpio y sobrio, claro y contundente: el mismo que desde los años sesenta ha ido labrando novelas y ensayos que configuran algunas de las páginas más hermosas y certeras de la historia de la literatura en lengua española.
 
Portada de la octava edición de La Ciudad y los Perros (Seix Barral).Más allá de las etiquetas historiográficas del tan manido "boom" hispanoamericano, lo cierto es que, desde La ciudad y los perros hasta La fiesta del chivo, Vargas Llosa nos ha ido brindando espléndidas obras. En ellas, y a través de la ficción o de la denuncia, ha venido desmontando de manera consistente dictaduras, genocidios y mentiras ideológicas para ponerse al lado de la Libertad, con mayúsculas.
 
Eso es lo que le duele a la falsa progresía estanca y antiliberal, la que rebosa odio contra Estados Unidos y la misma que le insulta y pretende vejar. Eso, y el hecho de que Vargas Llosa escriba también ensayos y artículos de opinión en la prensa donde la actualidad que vivimos no escapa a su consideración y a su denuncia. En España, algunos de esos artículos se publican –curiosamente– en el diario El País, precisamente uno de los más reacios a todo aquello que el autor peruano defiende.
 
Pero tales artículos aparecen porque los contratos están para respetarlos y porque censurar ahora a Mario Vargas Llosa –como hicieron recientemente con uno de sus colaboradores literarios– sería otro escándalo que poco o nada conviene al diario "independiente" socialista. Por eso resulta tan edificante leer la última entrega de opinión de Vargas Llosa a dicho diario, publicada el 6 de febrero y titulada 'Domingo en Irak'.
 
Vargas Llosa defiende allí el éxito de las elecciones en Irak y habla de una "formidable campaña internacional de los medios europeos embebidos de odio a los Estados Unidos", unos medios –añade el peruano– que "habían llegado a persuadir a un importante porcentaje de la opinión pública de que la intervención militar en Irak era un absoluto fracaso". Vargas Llosa muestra el error de quienes auguraron en Irak un nuevo Vietnam, de quienes siguen atacando a los Estados Unidos calificándolos de colonialistas o imperialistas y de cuantos usan palabras como "resistencia" para referirse a una manada de terroristas a sueldo.
 
Como casi todo lo que surge del talante liberal de Vargas Llosa, su artículo no tiene desperdicio, al mostrar la mezquindad y la mentira de cuantos atacaron y siguen atacando a Estados Unidos por buscar una verdadera democracia en Oriente Medio. Pero el plato fuerte de su artículo radica en la acusación que Vargas Llosa lanza al Gobierno socialista español por su error al retirar las tropas de Irak, por su imprudencia al exhortar a los otros países de la coalición a desertar en su apoyo a Estados Unidos y por negarse a colaborar en una lucha por el triunfo de la libertad para Irak que estas elecciones acaban de confirmar. Tras ello, Vargas Llosa ironiza ante el error de todo un "ejército de escribidores progresistas" que intentan argumentar el carácter no democrático de estas elecciones para atacar a Estados Unidos.
 
Hoy sabemos que la Guerra de Irak se inició en 1991, y que los hechos de 2003 no fueron sino una necesaria continuación, ante los incumplimientos del tirano de Bagdad de sus compromisos con las resoluciones de Naciones Unidas. La historia nos muestra ya que se trató de una guerra justa contra un tirano detestable que era por sí mismo la gran arma de destrucción masiva de su propio pueblo; una guerra justa, sí, por ocurrir precisamente en el epicentro del terror en Oriente Medio; una guerra justa por su honrado propósito de devolver la libertad a los iraquíes oprimidos y como puerta que va abriendo la paz en Oriente Medio a todos los árabes y todos los judíos. Las elecciones en Afganistán, en Palestina y en Irak abren camino a esa esperanza. Vargas Llosa lo sabe, y por eso reafirma su creencia en la fecunda labor de los Estados Unidos.
 
Entretanto, hoy entendemos mejor el error de otros "intelectuales" y escritores hispanoamericanos, como el novelista y ensayista mexicano Carlos Fuentes, quien el pasado septiembre en Barcelona, y aprovechando la presentación de su nuevo (y económicamente jugoso) libro Contra Bush, afirmó que el presidente norteamericano tenía "dudosa legitimidad electoral y reducidas facultades intelectuales". Carlos Fuentes, además, auguró la derrota de Bush y equiparó sin pelos en la lengua el pensamiento de éste al de dictadores como Hitler o Stalin.
 
Las elecciones norteamericanas de noviembre muestran lo equivocado que estaba Carlos Fuentes. Por el contrario, las elecciones de Irak y lo que de ellas nos dice Vargas Llosa despejan el camino a cualquier lector para entender la gran distancia que va entre el pensamiento de los escritores de nuestra misma lengua.
 
En la España socialista, a los autores que defienden la libertad y elogian a los Estados Unidos –como Vargas Llosa– se los ignora o ataca. A los que les importa poco o nada esa libertad se los defiende y elogia, aun cuando vivan precisamente del dinero que producen sus libros gracias al sistema capitalista y liberal. Pasa lo mismo con la chilena Isabel Allende, con el uruguayo Mario Benedetti, con el colombiano Gabriel García Márquez, tan amigo de Castro, y así hasta la náusea. Nadie puede negarles su valor literario, pero tampoco puede nadie ya errar en su condición de falsos mitos de la cultura de la libertad.  Por eso, la coherencia y la verdadera defensa de la libertad es el gran acierto de Mario Vargas Llosa. Hora es ya de escribirlo.
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