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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

El antiguo Egipto: una introducción

Por alguna misteriosa razón, en España los conocimientos egiptológicos nunca han alcanzado el nivel mínimo deseable en un país culto. Y no es que falten estudiosos, que en eso siempre se ha sido generoso por estas tierras –cabezas infatigables y vocaciones apasionadas, y ningún público, ni en el mundo académico ni en el político–, sino que su trabajo no es adecuadamente divulgado.


	Por alguna misteriosa razón, en España los conocimientos egiptológicos nunca han alcanzado el nivel mínimo deseable en un país culto. Y no es que falten estudiosos, que en eso siempre se ha sido generoso por estas tierras –cabezas infatigables y vocaciones apasionadas, y ningún público, ni en el mundo académico ni en el político–, sino que su trabajo no es adecuadamente divulgado.

Recuerdo que cuando murió Terenci Moix, las necrológicas incluían en su currículum la condición de egiptólogo, cosa tan simpática como falsa, porque el hombre era, en efecto, un buen lector de textos sobre la materia y hasta se había inventado un Egipto propio, en el que se desarrollaban sus novelas más difundidas, que no era ni más ni menos real que el de Mika Waltari, ilustre autor de Sinhué, es decir, tenía poco que ver con el Egipto de los grandes especialistas. Era, sobre todo, un aficionado con un considerable saber y un hábil narrador, pero en modo alguno un egiptólogo: veía la Antigüedad como un producto cinematográfico, lo cual parece no importar demasiado en un trabajador de la ficción –yo creo en el rigor histórico aun en ese terreno, pero no lo puedo reclamar de los demás–, pero no define en términos científicos.

Toby Wilkinson, profesor en Cambridge, nacido en 1969 –muy joven, sí, pero de impresionante nivel–, es también un excelente narrador, aunque de otro carácter: el que le ha permitido alcanzar el reconocimiento en el mundo académico. Él sí es un egiptólogo, y se toma licencias en su relato, pero no las mismas que Moix, ni con el mismo objetivo: él no quiere entretener, sino divulgar un conocimiento preciso. Por eso no incurre en invención, como ha venido haciendo medio mundo, desde los antiguos cronistas, empezando desde luego por Heródoto.

Jean François Champollion y John Gardner Wilkinson, padres fundadores de la egiptología, trabajaron en el siglo XIX, pero al primero se debe el desciframiento de la escritura jeroglífica y al segundo la primera gran sistematización del saber egiptológico, Vida y costumbres de los antiguos egipcios y El Egipto moderno y Tebas, que siguieron siendo las obras canónicas sobre el tema hasta bien entrado el siglo XX. Howard Carter encontró la tumba de Tutankamón en 1922. Etienne Drioton y Jacques Vandier publicaron su Historia de Egipto en 1938, que perduró como la gran obra clásica hasta hace cinco minutos. Yo la conocí en la edición que la Editorial Universitaria de Buenos Aires, Eudeba, hizo en 1961, y la conservo. Nunca se tradujo en España y los ejemplares argentinos circularon menos que poco.

El libro del joven y contemporáneo Toby Wilkinson, Auge y caída del antiguo Egipto, que Debate ha tenido el acierto de publicar ahora, mucho menos significativo que el de su homónimo y predecesor –ignoro si existen relaciones de parentesco–, tiene varias virtudes que lo hacen sin embargo preferible al de Drioton y Vandier como introducción a la historia de Egipto: incorpora una gran cantidad de información que, como es de suponer, se ha ido acumulando en más de setenta años, especialmente en lo referido a la datación y la historia predinástica, y relata con más agilidad y con criterios comparativos actuales una historia de difícil transmisión, por la enorme distancia temporal que nos separa de ella y porque, se quiera o no, el antiguo Egipto es una civilización muerta que nada tiene que ver con el país que hoy ocupa su mismo espacio y hasta emplea su nombre (no hace muchos años, el finado presidente Sadat dijo con el mayor desparpajo que su pueblo estaba allí desde hacía cinco mil años: los egipcios faraónicos lo hubiesen mirado de perfil, intentando adivinar su raza y sin dudar un instante de su origen remoto).

Por otra parte, existen nuevos métodos de investigación, las disciplinas auxiliares de la historia han avanzado enormemente en las últimas décadas y ya no cabe ignorarlas como si aún estuviésemos en 1938. Por ejemplo, los estudios sobre el clima permiten hoy una lectura del pasado inaccesible para los autores de ayer: el traslado de los egipcios predinásticos, de los hoy desiertos occidental y oriental al valle del Nilo, está relacionado con un profundo cambio climático en la región que tuvo lugar en los inicios del tercer milenio antes de nuestra era.

La obra de Drioton y Vandier se encuentra en español en internet, de modo que es posible empezar por ella el recorrido por el tema, pero me inclino a recomendar ésta como iniciación, precisamente por su condición contemporánea. Yo las he puesto ya juntas en mi biblioteca, como creo que deberán estar por largo tiempo.

 

TOBY WILKINSON: AUGE Y CAÍDA DEL ANTIGUO EGIPTO. Debate, Madrid, 2011, 700 páginas, 31,90 euros.

vazquezrial@gmail.com www.izquierdareaccionaria.com www.vazquezrial.com

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