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CIENCIA

El breve Cosmos

En el verano de 1988 la física cuántica se apoderó de las playas. Era casi imposible pasear al sol de cualquier costa española sin encontrarse a algún esforzado lector enfrentándose a la última obra de un científico hasta entonces prácticamente desconocido: Stephen Hawking. El libro en cuestión era Historia del tiempo, una de las obras de divulgación científica más vendidas jamás, que llegó a 10 millones de hogares de todo el mundo.

En el verano de 1988 la física cuántica se apoderó de las playas. Era casi imposible pasear al sol de cualquier costa española sin encontrarse a algún esforzado lector enfrentándose a la última obra de un científico hasta entonces prácticamente desconocido: Stephen Hawking. El libro en cuestión era Historia del tiempo, una de las obras de divulgación científica más vendidas jamás, que llegó a 10 millones de hogares de todo el mundo.
Stephen Hawking.
Para los amantes de la ciencia, que la obra de un físico teórico que ocupa hoy la misma cátedra de Newton (la Lucasiana de Matemáticas de Cambridge) merezca tal reconocimiento popular no deja de ser una fuente de alegría. Pero, para ser honestos, la lectura de aquel libro producía más estupor que algarabía. Historia del tiempo no era, en realidad, una obra para todos los públicos. Se trataba de un apasionante relato de las más importantes teorías que dan explicación al modelo cosmológico actual, pero escrito en un lenguaje y con una profusión no aptos para legos.
 
¿Cuántos de esos lectores de ciencia ocasionales que dedicaron su verano a Hawking entendieron de verdad el mensaje que trataba de transmitir el sabio británico? ¿Cuánta de la ciencia que desbordaba aquellas páginas llegó a calar realmente en el espíritu curioso de los millones de legos que abordaron por primera vez en sus vidas conceptos como relatividad general, cuanto, agujero negro de gusano, dilatación relativística del tiempo…? Yo, al menos, he de reconocer que dejé por imposibles algunas cuantas páginas del librito de marras.
 
Hoy somos todos más de tres lustros más viejos, y en este tiempo el auge de las publicaciones de divulgación ha permitido que los conceptos antes citados y otros como espacio-tiempo, constante gravitacional o quasar nos suenen de algo. Y durante estos 17 años la física teórica ha seguido arrojando preguntas de profundidad inaudita sobre el cosmos que nos rodea.
 
Se han propuesto nuevas teorías sobre la existencia de universos paralelos, se han confirmado experimentalmente algunas ideas de Einstein, nos hemos acercado a la interpretación del futuro que le espera al universo y la ciencia empieza a divagar sobre la posibilidad de hallar una teoría del todo, esa especie de Santo Grial de la física moderna que unifique definitivamente la mecánica y la cuántica y dé explicación a los muchos misterios que aún no se pueden explicar con las ecuaciones de las que hoy disponemos.
 
Detalle de la portada de una edición en español de BREVE HISTORIA DEL TIEMPO.Todo eso ha ocurrido desde la publicación de Historia del tiempo, pero algo no ha cambiado: la mirada al profundo cosmos sigue produciendo idénticas dosis de fascinación y vértigo entre los mortales. Por ello Stephen Hawking ha decidido volver al ruedo de las librerías con una actualización de su famosa obra. La ha llamado Brevísima historia del tiempo, no en vano es un resumen glosado de su primer libro.
 
En esta ocasión sí ha utilizado un lenguaje mucho más cercano al lector lego, y se ha esforzado con éxito para que sus brillantes metáforas (sin duda es uno de los científicos que mejor sabe utilizar este instrumento mágico y peligroso de la divulgación) sean aún más poderosas y comprensibles. Para colmo, ha unido sus esfuerzos a los de Leonard Mlodinow, gran divulgador y guionista de la serie Star Trek.
 
Así las cosas, Brevísima historia del tiempo es una apetecible guía para adentrarse en el difuso mundo de la física teórica sin tener que pasar los rigores a que obligaba su predecesora. La obra dedica buena parte de su paginación a la explicación de las teorías de la relatividad einstenianas, como fundamento de todo el aparato teórico físico posterior. Pero pronto se adentra en la indagación sobre aspectos de glamouroso atractivo: ¿es posible conocer el interior de lo agujeros negros? ¿Pueden representarse mediante ecuaciones sencillas todas las fuerzas que rigen el destino del cosmos? ¿Qué forma tiene el espacio? ¿Dónde empieza y dónde acaba?
 
La mera formulación de estas preguntas desata cataratas de actividad neuronal en el lector medianamente avisado; navegar entre las posibles respuestas que Hawking nos brinda es, además, fuente de un ático placer. Puede que sólo algunas mentes humanas como la del sabio de Cambridge estén preparadas para entender realmente la magnitud de las leyes que controlan el Universo entero. Al resto nos queda sorprendernos con la inmensidad del objeto de sus postulados.
 
Dicen que el cerebro humano es, en el fondo, un pequeño cosmos. De hecho, la gran revolución científica de la historia de la humanidad llegará cuando los neurólogos sean capaces de hacer un mapa del cognoma humano que recoja, como el mapa genómico hace con los genes, el lugar donde se produce cada una de nuestras ideas. La tarea es tan imposible como abarcar el cosmos con la mente. Al fin y al cabo, un universo no cabe en otro universo. Por eso la lectura de libros como éste nos reconcilia con nuestro género.
 
Sí, el ser humano es un minúsculo producto biológico que habita en el pequeño punto azul pálido llamado Tierra. Pero es el único "bicho" conocido capaz de preguntarse sobre su lugar en el vasto cosmos, incluso de darse algunas respuestas al respecto… Y nosotros, gracias a la paciencia de sabios como Hawking, que se ofrecen a explicárnoslas, podemos llegar a entenderlas en parte.
 
 
Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, Brevísima historia del tiempo, Barcelona, Crítica, 2005, 208 páginas.
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