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NUEVO LIBRO DE ANDRÉ GLUCKSMANN

El discurso del odio

Desde hace años André Glucksmann está presente en el debate intelectual europeo. Le recordamos junto a Sartre y, más tarde, avanzando en su propio camino intelectual. Le hemos visto evolucionar, hemos sentido sus dilemas morales y ha despertado en nosotros admiración y solidaridad cuando ha tenido el valor de enfrentarse a la Francia oficial, a la bien pensante, a la propietaria de la verdad y de la ética, y quedarse casi solo, aislado ante una sociedad que se cierra como una piña cuando ve afectados sus intereses y que siempre está dispuesta a ejercer de madre del realismo más amoral y de la ensoñación nacionalista más irreal.

Desde hace años André Glucksmann está presente en el debate intelectual europeo. Le recordamos junto a Sartre y, más tarde, avanzando en su propio camino intelectual. Le hemos visto evolucionar, hemos sentido sus dilemas morales y ha despertado en nosotros admiración y solidaridad cuando ha tenido el valor de enfrentarse a la Francia oficial, a la bien pensante, a la propietaria de la verdad y de la ética, y quedarse casi solo, aislado ante una sociedad que se cierra como una piña cuando ve afectados sus intereses y que siempre está dispuesta a ejercer de madre del realismo más amoral y de la ensoñación nacionalista más irreal.
Lisa Colleman: TISIPHONE DE FURIA (detalle).
Glucksmann busca al lector y trata de despertarle a fuer de argumentos y de erudición, de colocarle frente al espejo de sus actos en busca de algún resorte moral que lo despierte del ensueño en que se encuentra. Como pocos otros, representa la mejor tradición del "intelectual" francés, agitando conciencias, defendiendo ideas, pero sin entrar en la lógica partidista.
 
No es fácil que nos sorprenda. Su continua presencia en los periódicos y en las librerías nos permite seguir su pensamiento sin sobresaltos, casi como el de un amigo de muchos años con el que habitualmente discutimos. Tampoco parece que su empeño sea el de sorprender, ni mucho menos el de "epatar". Lo que busca es convencer, y de ahí su empeño en estar en los medios aun a riesgo de repetirse.
 
Su "discurso del odio" recoge seis ensayos hilvanados en torno a este concepto. Todos interesantes. Como en el resto de su obra, a menudo se deja llevar por esa combinación de retórica y erudición con la que consigue distraer la atención sobre lo principal. Hace bien en encuadrar los problemas de hoy en la historia, en restar originalidad a situaciones que tienen claros precedentes en el pasado, pero a veces el exceso de citas y referencias tienen efectos negativos para el objetivo propuesto.
 
André Glucksmann.Retoma Glucksmann de sus otros libros la crítica a la actitud europea de tratar de comprender el comportamiento de los terroristas por la supuesta existencia de unas causas sociales y subraya la realidad del odio, de la maldad, del deseo de destrucción. Pero tanta es la insistencia que obvia algo igualmente real: que el terrorismo islamista tiene una lógica estratégica, que ha llegado a esta forma de usar la fuerza tras analizar los pros y los contras de otras formas de lucha, que cuando golpea en Nueva York o en Madrid busca objetivos concretos y saben qué guerra están luchando y cómo pueden ganarla. Son personas cargadas de frustración y de odio, pero no son unos nihilistas.
 
Particularmente brillantes y convincentes son las páginas (capítulo III) que dedica al antisemitismo, tanto en perspectiva histórica como actual. Su experiencia familiar y personal, y años de estudio sobre el tema, le permiten ir, esta vez sí, directamente al centro del problema. Quizá se excede cuando afirma que sólo a los terroristas palestinos se les comprende y que la razón no es otra que la víctima: el judío. Es verdad que, entre otras cosas, al terrorista palestino se le comprende porque sólo mata judíos, pero no es toda la verdad. En Europa y en España otros grupos terroristas encuentran la simpatía de mucha gente y de formaciones políticas mayoritarias. Las guerrillas colombianas en la actualidad, o las andanzas del Che en el pasado, también fueron o son comprendidas. Como la OLP, aquellas organizaciones "progresistas" antiliberales gozan de una legitimidad de origen que les permite hacer todo tipo de fechorías sin que ello suponga un estigma. Como en España conocemos bien, al fin la culpa es de la víctima.
 
Otro excelente capítulo es el que dedica al antinorteamericanismo europeo. No podemos decir que sea un tema nuevo en sus alforjas de argumentos, pero la exposición es brillante y sólida. La imagen de una Europa que se mira en el espejo de Estados Unidos y sólo ve su propia miseria moral y sus limitaciones políticas y económicas es clarificadora. La comparación entre cómo Francia ha gestionado el problema de la tortura en Argelia y cómo Estados Unidos ha llevado el escándalo de Abú Ghraib es esclarecedora de las diferencias entre dos regímenes democráticos. La idea de que el problema reside en quien se empeña en combatir la amenaza refleja bien a una Europa que no quiere saber, que se niega a reconocer la realidad, mientras trata infructuosamente de aislarse de un entorno loco.
 
Seguiremos envejeciendo con Glucksmann, compartiendo sus ideas y sentimientos, contemplando el declive moral, sobre todo moral, de un Viejo Continente acobardado, que se ha dejado los principios en el camino y que trata de sobrevivir a base de negar la realidad y apaciguar a los vecinos.
 
 
André Glucksmann, El discurso del odio, Madrid, Taurus, 2005, 268 páginas.
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