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CIENCIA

El ecologista nuclear

A estas alturas de la misa, decir que el planeta no debería permitirse el lujo de prescindir de la energía nuclear resulta poco novedoso. El debate sosegado y riguroso sobre el futuro de las centrales atómicas, ampliamente reseñado en estas páginas, parece haber ganado la partida a la mitología ecologista mal entendida y al enconamiento argumental con el que solía saldarse la discusión. Ya no es cuestión de preguntarse: "Energía nuclear, ¿sí o no?", sino: "¿Cuánta?".

A estas alturas de la misa, decir que el planeta no debería permitirse el lujo de prescindir de la energía nuclear resulta poco novedoso. El debate sosegado y riguroso sobre el futuro de las centrales atómicas, ampliamente reseñado en estas páginas, parece haber ganado la partida a la mitología ecologista mal entendida y al enconamiento argumental con el que solía saldarse la discusión. Ya no es cuestión de preguntarse: "Energía nuclear, ¿sí o no?", sino: "¿Cuánta?".
Buena parte de los analistas del fenómeno ambiental y de los medios de comunicación ha caído en la cuenta de que el tradicional antagonismo entre energía nuclear y energías renovables es "un disparate maniqueo", como alerta el autor al que hoy nos referimos.

Al margen de las razones que unos y otros puedan esgrimir para preferir los molinos de viento a Cofrentes, o viceversa, lo cierto es que, por fortuna, ahora sí se puede discutir con argumentos científicos en la mano sobre las virtudes y defectos de nuestro sistema energético sin correr el riesgo de ser engalanado de por vida con la A escarlata de Antiecologista.

Juan José Gómez Cadenas juega provocativamente con este des-equívoco ya desde el título de su libro: El ecologista nuclear. Alternativas al cambio climático. Y es que por fin se puede ser ecologista y creer en la necesidad de que no desaparezcan las centrales de uranio, porque el átomo es una fuente de energía alternativa.

Desde esta posición, ya menos valiente pero aun así loable, Gómez Cadenas, físico él, desgrana buena y prolífica información científica sobre la generación de energía a partir de la fisión. Y lo hace valiéndose del viejo truco divulgativo de ir desarmando uno a uno todos los prejuicios que a buen seguro el lector llevará en su mochila intelectual al abordar la lectura de estas páginas.

Quién diría, por ejemplo, que una central térmica emite más radiactividad que una nuclear, en virtud del contenido de uranio y torio de muchos carbones. O que, en términos de riesgo sanitario, fumarse un solo cigarrillo es más peligroso que vivir diez años acampado en la puerta de Garoña. O que con 10 gramos de uranio se produce tanta energía como con una tonelada de carbón.

Estos juegos descolocan y gustan al lector, lubrican la entrada en la materia pura y dura del libro, un encuentro sustancioso con neutrones y protones, materiales pesados, entropías, líquidos refrigerantes y retardantes, reacciones en cadena...

No es una obra fácil, sin embargo. Y quizás sea esa su virtud más reseñable. Entre tanta divulgación extremadamente miedosa, que confunde el entretenimiento con la ligereza, hallar un volumen de peso con datos, argumentos, gráficos, tesis y palabros de ciencia a mansalva se agradece. Como es de agradecer que el autor no rehúya las vertientes económicas, políticas e ideológicas del problema.

Superados los complejos ecoalarmistas, deberían proliferar las obras de peso (a favor y en contra, qué más da) que nutran de argumentos técnicos a una apasionante discusión que no cesa.


JUAN JOSÉ GÓMEZ CADENAS: EL ECOLOGISTA NUCLEAR. Espasa (Madrid), 2009, 200 páginas.
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