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CELULOIDE POSMODERNO

El gran masturbador

El mismo año que tuvo lugar el gran crack de 1929, con el que se daba término a los felices años 20, Salvador Dalí –además de colaborar con L. Buñuel en Un perro andaluz– pintó una de sus obras más representativas: El gran masturbador.


	El mismo año que tuvo lugar el gran crack de 1929, con el que se daba término a los felices años 20, Salvador Dalí –además de colaborar con L. Buñuel en Un perro andaluz– pintó una de sus obras más representativas: El gran masturbador.
EL GRAN MASTURBADOR (detalle).

El cuadro, de marcado carácter surrealista, es una exhibición y contemplación del propio Dalí, más allá de cualquier autorretrato al que se estuviera habituado. Con falta de pudor –"Toda ilimitación, toda infinitud es impúdica, si no es una infinitud primigenia" (J. Gaos)–, desnuda sus encubiertas obsesiones; hasta eso parece digno de espectáculo, de ser mostrado a los demás. Su rostro, deformado por la blandura, apoya la nariz sobre la arena. Distintas figuras portan un simbolismo muy directo, que manifiestan lo que no quiere seguir totalmente velado; pese al aroma narcisista del conjunto, adelanto de lo plenamente posmoderno, aún perduran modos románticos en la representación artística. Entre los múltiples elementos destaca un fragmento de varón, en el que se marcan los genitales prietamente ceñidos por unos calzoncillos de anuncio de época. A ellos se acerca la boca de un rostro femenino con rasgos dignos de alguna de las invitadas a las fiestas de la novela de F. Scott Fitzgerald El gran Gatsby. Un lirio de agua, con aires de art nouveau, queda asociado a ella, como indicando que el único acto sexual puro sería la masturbación.

El narcisismo del entorno de nuestro hoy ha sido objeto de estudio, por parte de Juan Orellana y Jorge Martínez Lucena, en Celuloide posmoderno. Narcisismo y autenticidad en el cine actual. Con un estilo directo y llano, se han valido de un nutrido número de películas como barómetro que refleja la sociedad y cultura; películas que son también o refuerzo de esas tendencias o, en otros casos, intento de que el espectador reflexione y encuentre alternativas a la dominante presión del entorno:

[El mejor cine abre] una oportunidad de interrogarse y quizás de encontrar respuesta a determinadas preguntas que emergen en la oscuridad de la sala de proyección, que opera como metáfora de la intimidad de la conciencia.

Con abundantes ejemplos, los autores perfilan una tipología con la que situar la filmografía de las últimas décadas. Habría un primer grupo, al que muy expresivamente bautizan como happy-go-lucky, que son refuerzos voluntaristas de una mentalidad que, desde Mayo del 68, lo ha ido empapando todo. Pase lo que pase, no hay mejor referencia que uno mismo; Protágoras se quedó corto, no es el hombre la medida de todas las cosas, sino uno mismo. Estas cintas quisieran detener el momento en que Narciso se deleita contemplando su bello rostro en la superficie de las aguas.

El segundo grupo de películas, bajo la etiqueta de Apocalypse now, pondría el foco en la muerte de Narciso: ahí es adonde fatalmente nos encaminaríamos. Pero, pese a que el análisis sea correcto en cuanto a las consecuencias del dominante modo de vivir, lo que nos ofrecen es un callejón sin salida.

Por el contrario, el tercer tipo, aunque no pocas veces de forma tímida –no simplemente por las formas expresivas, propias de la posmodernidad, gustosas de las insinuaciones y las convergencias no dibujadas de diversas líneas–, ofrece vías de salida a través de lo que V. E. Frankl llamaría el auto-distanciamiento y la auto-trascendencia, que facilitarían una verdadera autenticidad. Narciso podría, antes de ahogarse engullido por su propia imagen, dejar de mirarse al espejo y salvarse en la alteridad, mirando a los otros o, en el caso de algunas películas, al Otro.

Desde esta tipología, les es posible a los autores una visión ordenada, en la que primero se examinan los rasgos más característicos del momento y sus consecuencias: desaparición del padre, negación de la autoridad, sexo/genitalidad, frivolización de las drogas, depresión y angustia, fantasías compensatorias alienadoras, etc. Y, por último, tras ver el narcisismo actual como una mala interpretación de la autenticidad que fracasa, al darse como contenido una subjetividad ilimitada y divinizada, se concluye el libro con las alternativas, por medio de la recuperación de la alteridad, que proponen algunas películas, para satisfacer adecuadamente ese tan moderno y cartesiano deseo de autenticidad. He aquí el cogollo de este inteligente libro con el que ver mejor el cine y la actualidad.

Intentaremos verificar dos claves interpretativas de la realidad cultural actual: a) la que afirma que nuestra sociedad es profundamente narcisista; y b) aquella que defiende que la modernidad no es necesariamente negativa sino que tiene una vía positiva de realización, todavía presente en la posmodernidad, llamada ideal de autenticidad.

Después de la depresión económica llegó la Segunda Guerra Mundial. A ello contribuyeron, tras los gozosos años veinte, los narcisismos colectivistas de clase, raza y nación. Pero aquellos hombres eran libres y podrían haber cogido otro camino.

 

JORGE MARTÍNEZ LUCENA Y JUAN ORELLANA: CELULOIDE POSMODERNO. Encuentro (Madrid), 2010, 288 páginas.

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