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60º ANIVERSARIO DE LA ACCIÓN HUMANA

El libro que me convirtió en economista

Uno puede terminar la carrera de Economía, incluso como el primero de su promoción, y no saber casi nada de economía. Yo lo hice hace ya unos años, y le concedo el valor que justamente tiene: no demasiado, y desde luego cada día menos.

Uno puede terminar la carrera de Economía, incluso como el primero de su promoción, y no saber casi nada de economía. Yo lo hice hace ya unos años, y le concedo el valor que justamente tiene: no demasiado, y desde luego cada día menos.
Si a algún hecho lo considerara un demarcador especial entre el ser y el no ser economista, ese sería sin duda la lectura de La acción humana, de Ludwig von Mises.

Terminé el libro bastante antes que la carrera, y ya entonces imaginé que con su estudio había aprendido más economía de la que iba a aprender nunca en la universidad. No porque La acción humana sea una especie de Biblia –desde luego, no lo es–, ni porque con ella se completara el desarrollo de la teoría económica –que tampoco–. No: si La acción humana es un libro imprescindible para un economista es porque se trata, probablemente, del tratado de economía política más completo y sistemático escrito hasta la fecha.

Y esto tiene dos indudables ventajas. La primera es que Mises ha leído y asimilado una enorme cantidad de literatura económica, que le ofrece al lector masticada y desbrozada. Nos permite así encaramarnos sobre sus gigantescos hombros para pensar más en el futuro y menos en el pasado. Pero su auténtico punto fuerte no es el tiempo que en apariencia nos ahorra, sino la perspectiva analítica que nos ofrece. Leyéndolo se aprende a pensar en términos económicos: partiendo del individuo y de sus decisiones y juicios subjetivos es como se va conformando la estructura productiva de una sociedad; sobran aquí los agregados de distinta índole que sólo sirven para enmascarar la ignorancia con gráficas y fórmulas matemáticas. Esta perspectiva no te abandona nunca, y sólo bajo su guía se han producido –y se seguirán produciendo, como ya avisara Hayek– los avances en nuestra ciencia.

Resulta impresionante cómo, partiendo de la acción individual, Mises entreteje todos los fenómenos económicos: la formación de los precios, de los mercados, del dinero, del crédito o de los ciclos económicos; no existe en su obra una artificial separación entre micro y macroeconomía, sino que todas las realidades económicas están interrelacionadas y pueden retrotraerse hasta su expresión más básica: la acción humana.

Pues bien, en 2009, éste que es el mejor libro del que probablemente sea el mejor economista de la historia cumple 60 años. Con su publicación, en 1949, contribuyó a salvar a la Escuela Austriaca de la desaparición –y, más importante, a toda una tradición continental que surge con la Escuela de Salamanca y pasa por Richard Cantillon, Ferdinando Galiani, Étienne Bonnot de Condillac, Jacques Turgot, Jean-Baptiste Say, Frédéric Bastiat, Wilhelm Roscher, Carl Menger y Eugen von Böhm-Bawerk–, y con ella evitó que la economía degenerara por completo en un yermo erial de ocurrencias, medias verdades, enteras falsedades y herramientas inútiles.

Pese al tiempo transcurrido, La acción humana está lejos de haberse quedado desfasada o de haber sido superada por los acontecimientos. Es más, ante el colapso de la credibilidad de la economía ortodoxa, ante la comprobación de la irrealidad y fiasco de sus modelos, se trata de una obra de plena actualidad.

Como digo, tuve la oportunidad de leerla hace ya unos cuantos años, cuando por fortuna sabía bastante menos economía que ahora.

De hecho, y casi paradójicamente, el paradigma que me proporcionó este tratado me ha llevado en múltiples ocasiones a pensar que Mises se equivocó y que varias de sus teorías no encajan del todo en el complejo mundo en el que vivimos ahora. Al fin y al cabo, la sociedad que él conoció era muy distinta: el dinero fiduciario no lo había invadido todo, los derivados financieros ni siquiera existían y los Estados de Bienestar apenas habían comenzado a desarrollarse.

Sin embargo, cuando releo a Mises intentando encontrar sus fallas me doy cuenta, la mayoría de las veces, de que cuando yo he ido, él ya ha vuelto. Es cierto que sigo manteniendo ciertas diferencias irreconciliables con él, en asuntos en los que estoy seguro de que se equivoca, pero en muchas otras ocasiones sólo me queda concluir que las objeciones que había desarrollado contra sus argumentos ya las había tenido él en cuenta, analizado enteramente y refutado en unas pocas líneas.

Y es en esos momentos en los que me rindo ante la elegancia del austriaco y comprendo que una sola lectura de La acción humana no es suficiente: la riqueza intelectual que contiene cada uno de sus párrafos es demasiado grande como para apreciarla y comprenderla en toda su magnitud sin que, gracias a otras lecturas de muchos otros autores, te surjan de manera espontánea las mismas dudas que le surgieron a Mises.

La acción humana es un tesoro no sólo para iniciarse en la economía y convertirse en economista, sino para conseguir que la teoría económica siga perfeccionándose. Incluso sus errores me resultan sugerentes, porque son fruto de un largo razonamiento previo que tuvo en cuenta muchas más variables y argumentos de los que probablemente yo esté teniendo presentes. Los fallos de Mises son una alerta inequívoca de que existe un error mucho más profundo, compartido por la inmensa mayoría de los economistas, que hay que desentrañar con cuidado, precisión y prudencia.

No voy a decir después de esto, claro, que La acción humana sea un libro de fácil lectura y comprensión. No lo es. Su estructura ya supone un obstáculo para quien quiera iniciarse en la ciencia económica: suelo aconsejar a la gente que deje para el final las 150 primeras páginas –que versan sobre metodología de la Economía– y comience por el capítulo IV: "Un primer análisis de la categoría de la acción". Pero aun así el lector se enfrentará a un tratado complejo, largo y sesudo: a una obra de arte que lo abarca prácticamente todo en materia de economía.

A cambio de su dedicación, el esforzado lector alcanzará la excelencia de convertirse en economista. Porque la acción humana no tiene sustitutos, ni siquiera dentro de la propia Escuela Austriaca; sin duda hay muchos otros caminos para adquirir las destrezas económicas, pero ninguno puede convalidarse con su atento estudio. Es la cristalización de los conocimientos más elevados de una época; conocimientos que, por desgracia, todavía no se han visto superados, corregidos y mejorados. Conocimientos con los que se formaron economistas como Friedrich Hayek, Lionel Robbins, Fritz Machlup, Gottfried von Haberler, Oskar Morgenstern, Murray Rothbard, Israel Kirzner, Ludwig Lachmann, George Reisman o incluso Alan Greenspan.

En ocasiones, el peso intelectual de La acción humana es tan grande que resulta difícil superarlo nadando a contracorriente de lo que parecen ser inapelables conclusiones; tan enorme es su influencia, que a veces algunos deseamos poder librarnos un poco de ella para explorar nuevos horizontes. Pero mucho me temo que sólo colocándonos ese corsé, para luego descubrir que puede y debe ser aflojado, lograremos algún día construir algo nuevo y bueno sobre el monumento intelectual que supone el legado de Mises.

Puede que obtener el título de licenciado (o doctor) en Economía resulte útil o incluso imprescindible para que podamos cumplir muchos de nuestros objetivos vitales. Pero, desde luego, si se quiere dominar la ciencia económica y contribuir a perfeccionarla, si uno quiere llamarse economista, el mejor camino sigue siendo, como hace 60 años, La acción humana de Ludwig von Mises.


LUDWIG VON MISES: LA ACCIÓN HUMANA. Unión Editorial (Madrid), 2008, 1.144 páginas.
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