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GUÍA POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL ECOLOGISMO

El libro que no leerá Al Gore (por la cuenta que le trae)

"Sólo el pescado muerto nada a favor de corriente", escribió una vez Malcolm Muggeridge. ¿Qué quería decir? Pues, simplemente, que mucho cuidado con según qué consensos. El pobre Galileo, a la avanzada edad de 69 años, fue sometido a un proceso por ir contra el gran consenso del momento, ése que decía que el Sol gira alrededor de la Tierra. Unos años antes, Giordano Bruno tuvo peor suerte: parece ser que fue tostado por la misma causa.

"Sólo el pescado muerto nada a favor de corriente", escribió una vez Malcolm Muggeridge. ¿Qué quería decir? Pues, simplemente, que mucho cuidado con según qué consensos. El pobre Galileo, a la avanzada edad de 69 años, fue sometido a un proceso por ir contra el gran consenso del momento, ése que decía que el Sol gira alrededor de la Tierra. Unos años antes, Giordano Bruno tuvo peor suerte: parece ser que fue tostado por la misma causa.
Podríamos citar multitud de casos que muestran cómo la ciencia avanza a fuerza de romper consensos; consensos tantas veces establecidos por los poderes fácticos del momento y no por los científicos, que desde que desarrollaron el método de trabajo hipotético-deductivo atienen a las probabilidades y no a las creencias. La Guía políticamente incorrecta del calentamiento global (y del ecologismo), de Chris Horner, representa una nueva ruptura de un consenso fijado no por la ciencia, sino por los medios de comunicación y la política progre.
 
Horner forma parte, junto con tipos como Mark Steyn y Jeff Jacoby, de ese grupo de escritores que han entendido que la transmisión de ideas debe ser algo más que componer ensayos soporíferos, de ahí que para ellos sea tan importante divertir como informar y transmitir. Desde mi punto de vista, un libro debe ser divertido para poder llegar al mayor número de personas posible. Pues bien, la Guía políticamente incorrecta del calentamiento global lo es. Y es que Horner consigue arrancarnos bastantes sonrisas; por ejemplo, cuando nos habla de ese sujeto que pretende que apaguemos el aire acondicionado, usemos bombillas de las que dejan ciegos a los devoradores de libros, nos movamos en guagua y hagamos de nuestra casa una planta de tratamiento de residuos mientras él, propietario de minas de zinc, se da la gran vida en una mansión de 25 millones... cuando no se encuentra a bordo de su jet privado.
 
Horner quiere que riamos, pero se toma su trabajo muy en serio. Por eso salpica su obra con citas y referencias de primer nivel, lo cual hará las delicias de quienes, como quien esto escribe, disfrutan acudiendo a las fuentes. Las que aquí se citan permiten entender mucho mejor hasta qué punto es fraudulento el revuelo montado en torno al cambio climático.
 
Quienes no sean duchos en estadística comprenderán a la perfección que una correlación de variables no implica causación. Por poner un ejemplo horneriano: el hecho de que el número de párrocos de una ciudad esté relacionado con los crímenes que se cometen en ella no quiere decir que ambas variables estén relacionadas. De hecho, y por meternos en arena climática, algunos científicos ven más correcto interpretar el fenómeno de la subida de las temperaturas de forma inversa a como se estila, esto es, postulando que es el incremento de las mismas lo que provoca que haya una cantidad mayor de concentración de CO2 en la atmósfera.
 
Total, que, aunque estén correlacionadas las variables, el hecho de que usted queme más combustibles fósiles no tiene por qué conllevar un incremento significativo de las temperaturas. El hecho de que suban las temperaturas no conlleva que haya más huracanes, y más intensos. El hecho de que suban las temperaturas no implica que suba a la vez la mortalidad por sofoco... Etcétera. El libro de Horner arroja luz sobre aspectos que no abordan los medios de comunicación tradicionales.
 
Horner echa por tierra buena parte de la letanía ecologista (Lomborg dixit) que nos endilgan a diario los medios: los modelos que predicen aumentos de temperaturas de hasta 6 grados en pocas décadas están fundamentados en cálculos erróneos; lo de las subidas de hasta un metro del nivel del mar no se lo cree ni el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU (IPCC); a pesar de que se diga que cada vez hay más, y más mortíferos, huracanes y fenómenos climáticos parecidos, los datos dicen que las muertes a ellos debidos se han reducido en más de un 80% en los últimos cien años... Hay más, y todo documentado de forma eficaz y científica, para que no quede lugar a la duda.
 
En estás páginas se evalúa el costo de aplicar el Protocolo de Kioto, que, aunque firmado por los Estados Unidos, no fue ratificado por su Congreso, ni por Clinton, ni por Kerry, ni por Gore. (Cuando pudieron hacerlo, les tembló el pulso. Es ahora, y desde los foros mediáticos, que proponen su ratificación). Todos los expertos coinciden en que aplicar Kioto supondría un coste excesivo para la economía, pondría en peligro el bienestar y, por tanto, terminaría desestabilizando una sociedad, la de nuestrod días, que debe su desarrollo, su riqueza, su conocimiento, su salud y su felicidad al uso de los combustibles fósiles. Pero es que, además, el efecto que tendría sobre el calentamiento de la Tierra sería ridículo, habida cuenta de que China y la India están exentas de cumplir con el tratado.
 
La edición en español, que ha corrido a cargo de Gabriel Calzada, cuenta con un capítulo donde se denuncia el poderío mediático de los ambientalistas y la presión que éstos ejercen sobre los Gobiernos, a resultas de lo cual jamás se toman decisiones que vayan en contra de los gurús del medioambiente. Asimismo, se revela que Kioto ha sido especialmente diseñado para perjudicar a los países que han experimentado un desarrollo importante en los últimos años, como España, y favorecer a las potencias tradicionales europeas, es decir a Francia, que tanto jugo saca a sus centrales nucleares, a Alemania, que hace ya tiempo desmanteló las fabricas contaminantes de la antigua RDA, y al Reino Unido, donde las minas de carbón son cosa del pasado. Resulta curioso que Kioto penalice a España, uno de los países que más han optimizado su empleo de combustibles fósiles.
 
Por último, los lectores comprenderán el tremendo poder que concede el caso del cambio climático a los Gobiernos para legislar y controlar la iniciativa privada; y, para más inri, nos dicen que lo hacen por nuestro bien. Con el socialismo muerto y puesto en ridículo, el ecologismo viene revelándose la perfecta excusa para dar rienda suelta al intervencionismo estatal. Nadie se negará a pagar más impuestos si de ello depende evitar que se derritan los polos y suba un metro el nivel del mar... Lamentablemente, pagaremos más impuestos y perjudicaremos nuestras economías por obra y (des)gracia de unas historias mediáticas recogidas en el libro de un millonario que se desplaza por el mundo en jet privado.
 
El espacio se me acaba. Así que terminaré reproduciendo las palabras que puso el propio Horner en mi ejemplar a modo de dedicatoria: "Read it before it melts"; o sea, "léalo antes de que se derrita". Aplíquense el cuento... y que les aproveche.
 
 
CHRISTOPHER C. HORNER: GUÍA POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL (Y DEL ECOLOGISMO). Ciudadela (Madrid), 2007, 224 páginas. Edición a cargo de GABRIEL CALZADA. Pinche aquí para adquirirlo en Criteria.
 
JOSÉ RAMÓN ARÉVALO, profesor de la Universidad de La Laguna (Departamento de Ecología de la Facultad de Biología).

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