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ECONOMÍA

El método de las ciencias sociales

Decía Gregory Mankiw, autor de uno de los manuales de introducción a la economía más populares, que en dicha ciencia "se asume que cualquier cosa escrita hace más de 20 ó 30 años es irrelevante". Al parecer, sólo las investigaciones más punteras deberían recibir la consideración del economista contemporáneo.

Decía Gregory Mankiw, autor de uno de los manuales de introducción a la economía más populares, que en dicha ciencia "se asume que cualquier cosa escrita hace más de 20 ó 30 años es irrelevante". Al parecer, sólo las investigaciones más punteras deberían recibir la consideración del economista contemporáneo.
Como en tantas otras cosas, Mankiw yerra profundamente. Su comentario parte de lo que el gran economista austriaco Murray Rothbard denominó "la teoría whig de la historia de la ciencia", esto es, la creencia de que los nuevos economistas han leído, asimilado e integrado la totalidad de los conocimientos elaborados con anterioridad y que, por tanto, la evolución de la ciencia sigue un curso siempre ascendente: nunca es necesario volver atrás, porque los conocimientos del pasado son simplemente la base de las teorías más perfeccionadas del presente.
 
Kuhn y posteriormente Lakatos ya explicaron que la ciencia no tiene por qué seguir necesariamente un curso progresivo, sino que a menudo los científicos se encerrarán en sus paradigmas y tratarán de reforzarlos y perpetuarlos incluso mediante degeneraciones teóricas.
 
Es por ello que la traducción al español de Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales, escrito por Carl Menger en 1883 y que desencadena la famosa Methodenstreit (polémica sobre el método), no debería ser un motivo de alegría sólo para el historiador del pensamiento económico, sino especialmente para el teórico de la economía.
 
Carl Menger.Carl Menger, fundador de la Escuela Austriaca de economía, es reconocido sobre todo por encabezar la llamada "revolución marginalista", con sus Principios de Economía Política. Sin duda, la integración en una misma obra del individualismo metodológico, de una concepción subjetivista del valor y del papel del tiempo en el proceso productivo dio lugar al parto de un monumental tratado económico que aún hoy debería merecer la máxima atención y estudio por parte de todo joven economista.
 
Por desgracia, a pesar de no ser menos importantes, sus aportaciones a la reflexión metodológica recogidas en Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales son mucho menos conocidas. Sin duda alguna, el autor era plenamente consciente de ello, ya que estuvo dispuesto a renunciar a una reedición ampliada de sus Principios de Economía Política a cambio de contar con el tiempo suficiente para escribir sobre el método económico.
 
De hecho, a pesar de que Menger atribuye en general poca importancia a las discusiones metodológicas, sí cree que adquieren una importancia capital en una circunstancia, "cuando en un ámbito cognoscitivo se pierde, por la razón que sea, la sensibilidad precisa hacia los fines de la investigación surgidos de la naturaleza de su propia materia".
 
Cuando Menger escribió sus Investigaciones sobre el método, la ciencia económica se veía acechada por el nihilismo epistemológico de la Escuela Histórica de Economía, que propugnaba la acumulación de datos y estadísticas con la finalidad de alcanzar paralelismos en el desarrollo de los pueblos que permitieran crear una filosofía de la historia; al margen de esos paralelismos no existen leyes económicas, pues éstas se encuentran subordinadas a la naturaleza de cada pueblo. En este contexto, era claro que la ciencia económica había perdido totalmente el rumbo y que desconocía cuál era el objetivo de su investigación.
 
Hoy, esta situación de desorientación se repite en las facultades universitarias. En este caso, la corriente historicista se halla representada por el improcedente uso de la disciplina econométrica en la teoría económica, esto es, la pretensión de inferir o validar una teoría mediante la acumulación y el tratamiento estadístico de datos pasados.
 
En opinión de Menger, esto constituye un enorme despropósito, derivado de la confusión de las distintas disciplinas que integran la economía política. De ahí que la primera finalidad del economista austriaco sea clasificar y distinguir las distintas ciencias económicas.
 
En primer lugar tenemos las ciencias históricas, en particular la estadística y la historia económica. La primera se encarga de recoger información sobre los hechos concretos y particulares presentes en un determinado momento; la segunda, de explicar la evolución entre dos hechos concretos ocurridos en momentos distintos. La estadística es una foto; la historia, una película. En segundo lugar están las ciencias teóricas, es decir, la teoría económica. Su finalidad es exponer y comprender la naturaleza general y las conexiones generales entre los distintos fenómenos económicos. Se trata de revelar "ciertos aspectos de todos los fenómenos económicos" y de relacionarlos causalmente. Por último, cabe mencionar las ciencias prácticas, en concreto la política económica y las finanzas, cuyo propósito es mostrar los métodos por los que los seres humanos pueden alcanzar los fines que se proponen.
 
De entre estas tres ramas que componen la economía política, Menger atribuye primacía a las ciencias teóricas. Con respecto a las ciencias históricas, afirma que la historiografía debe realizarse "a la luz de la teoría", esto es, que no puede comprenderse ni relacionarse el profuso magma de hechos históricos si no se cuenta con una teoría previa que los explique: "Sin el conocimiento de las relaciones típicas [conocimiento teórico] careceríamos […] de todo conocimiento capaz de superar la observación inmediata".
 
En cuanto a las ciencias prácticas, Menger subordina su utilidad a que sean acordes con los conceptos y conexiones generales, que sólo nos proporcionan las ciencias teóricas.
 
Menger se plantea también cuál es el método adecuado para alcanzar un buen conocimiento de las ciencias teóricas, tan necesarias para elaborar las históricas y prácticas. En su opinión, existen básicamente dos: el inductivo (que denomina realista) y el deductivo (que llama exacto). El primero consiste en "reducir la multiplicidad de lo real a determinadas formas fenoménicas y establecer empíricamente su regularidad en la coexistencia y sucesión"; el segundo, en "reducir los fenómenos humanos a sus factores constitutivos originarios y más simples" y, partiendo de ellos, "tratar de formular las leyes según las cuales […] se forman los fenómenos humanos más complejos".
 
Menger cree que el buen economista debe emplear ambos métodos, si bien opina que el segundo es muy superior al primero. A lo largo del libro se tacha el método inductivo de imperfecto, inexacto, inseguro, poco riguroso e incompleto, hasta el punto de que Menger considera que la verificación de las leyes exactas mediante aquél significa "negar los fundamentos más elementales de la metodología científica", por lo que "sólo quienes no tienen ni idea de lo que significa la orientación exacta en la investigación teórica pueden pretender medir sus resultados con el metro de los postulados de la orientación empírico-realista". La razón es que las leyes empíricas, por su naturaleza, siempre tendrán un carácter provisional –nada nos garantiza que un hecho pasado siga repitiéndose en el futuro–, mientras que las exactas deben proporcionarnos un conocimiento universal y sin excepción alguna.
 
En definitiva, para Menger la forma más pura de investigación económica vendría a corresponderse con la teoría económica construida mediante el método deductivo, precisamente los antípodas del método que la decadente corriente mayoritaria de economistas está empleando hoy en día.
 
Con todo, el libro del economista austriaco no está exento de un importante error, que conviene mencionar, siquiera someramente.
 
Menger cree que sólo podemos elaborar leyes exactas a partir de conceptos económicos puros, que "sólo existen en nuestra mente". Uno de estos conceptos típicos es el del ser humano que pueda perseguir su propio beneficio, de modo que en principio la ciencia económica dejaría fuera de su campo de investigación conceptos tan importantes como la filantropía, el error, la ignorancia o la falta de coacción externa. Dicho de otro modo: las leyes exactas sólo serían válidas cuando se cumplieran los supuestos en que se establecen.
 
Por fortuna, las posteriores generaciones de la Escuela Austriaca han ido depurando la metodología mengeriana, hasta purgarla de estos errores. Ludwig von Mises concluyó que no era necesario partir de un ser humano egoísta, sino que bastaba con deducir las leyes económicas desde cualquier "acción humana" que utilizara medios para lograr unos determinados fines. Asimismo, desarrolló toda una rama de la economía dedicada a estudiar las consecuencias económicas de la coacción externa (intervencionismo y socialismo).
 
Mises, de nuevo, y Hayek desarrollaron el papel de la ignorancia o de la falta de información completa sobre el resto de fenómenos sociales dentro de la teoría económica.
 
Más recientemente, Jörg Guido Hülsmann ha destacado explícitamente la importancia del error dentro de la elección humana y rechazado que las leyes exactas sólo sean válidas cuando se cumplen todos sus supuestos, pues toda acción humana causal da lugar a una consecuencia económica tendencial, aun cuando no sea directamente observable.
 
Con estas correcciones, El método de las ciencias sociales constituye una referencia esencial para todo economista perdido y desengañado ante la crisis del paradigma neoclásico.
 
Y es que Menger, a pesar de creer lo que sigue: "Los resultados científicos más importantes se los debemos a hombres que se interesaban escasamente por las investigaciones metodológicas, mientras que los grandes metodólogos han demostrado con harta frecuencia una enorme esterilidad como investigadores", fue a la vez un enorme investigador teórico y metodológico.
 
 
CARL MENGER: EL MÉTODO DE LAS CIENCIAS SOCIALES. Unión Editorial (Madrid), 2007, 425 páginas.
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