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NUEVO LIBRO DE ARCADI ESPADA

El periodista frente al terrorismo

Arcadi Espada trata del terrorismo, en parte, porque lo considera "el principal problema de la libertad" y de su trabajo. Un trabajo, el de periodista, que consiste básicamente en escribir un relato veraz sobre lo que acaece. Pero ese relato está sometido al permanente asalto de la agenda setting. Y en un mundo de discursos que no duran más allá de dos frases cobra especial importancia la selección de las palabras que se utilizan. Por todo ello ha escrito esta obra: El terrorismo y sus etiquetas.

Partamos del periodismo de declaraciones. Según Gabriel Galdón, convierte al periodista en un correveidile. "Corre, ve y dile…". Resulta humillante, claro, pero es real. El periodista se refugia en la visión positivista de la información. Simplemente está ahí, y no tiene más que aplicar las técnicas habituales: la pirámide invertida y lo demás. Es objetivo, porque se limita a reflejar objetivamente la realidad. Es casi un autómata, de objetivo que es. Y es precisamente ese automatismo lo que le convierte en un instrumento al servicio de otros. Los actores conocen los automatismos de la prensa y se dedican a utilizarlos en su provecho.
 
Por supuesto que las declaraciones no son estrictamente un hecho objetivo; siempre hay algo más. Son un instrumento para transmitir una determinada idea de las cosas, por tanto no tienen por qué ser honestas. El buen político elige los términos con las connotaciones adecuadas, por eso la política se ha convertido en poco más que la elección de las palabras. Y por eso el verdadero periodismo, en vez de servir de escenario del cruce de declaraciones, tiene como misión contrastar éstas con la realidad y hacer un permanente ejercicio lexicográfico, estudiar las denotaciones, concomitancias y elipsis de las palabras y su relación con el comportamiento humano.
 
Arcadi Espada.El libro de Arcadi Espada, una nueva compilación de entradas de su blog, está trufado de ejemplos. Valga el del debate en torno a las causas del terrorismo, que nos lleva, en realidad, a deslizarnos sobre "el eufemismo que va desde las causas a las causas justas". O, como dice otra frase, ésta simplemente recogida con pinzas por el autor, "comprender es perdonar". Si apretar el gatillo es el último eslabón de una sucesión de causas, ¿cómo condenarlo?
 
Esas causas están, para el progresismo, en la cultura o en la pobreza. En el medio ambiente, lo que supone para ellos una esperanza. Sólo hay que cambiar lo circundante para transformar al hombre. Otro clásico, odiado en esta ocasión por la izquierda, es el determinismo biológico, del que también habla Espada: "¿En qué lugar quedará el ideal cuando al terrorista le digan: no mataste por tu patria, sino por tu actividad eléctrica?". Lo cierto es que el determinismo es una solución apriorística que produce euforia en quien la maneja pero que en realidad siempre piensa que explicará el comportamiento en el futuro, siempre en el futuro, cuando se atesore más conocimiento, porque el que hay es claramente insuficiente.
 
Y el terrorista. "En realidad, el terrorismo no tiene nunca la intención principal de matar. Lo principal es el anuncio". Por lo que "desde el punto de vista del terrorista la muerte es siempre un daño colateral". "La letra con sangre entra". Si lo principal es el anuncio, ¿por qué no, entonces, ocultar el hecho terrorista? El periodista puede adelantarse al efecto amplificador del hecho terrorista y no "seguirle el juego".
 
Pero el propio autor nos propone algo completamente distinto. Miremos de frente a la realidad: "Aminorar la noticia terrorista supone, y hay estremecedores ejemplos en la España de nuestro tiempo, dejar a las víctimas a solas con su destrucción y a los directa o indirectamente amenazados solos con su pavor (…) Es así como el terrorismo destruyó el País Vasco en silencio".
 
Ahora bien, no se debe romper ese silencio de cualquier manera. Hablar de "paz", como hace el Gobierno, sugiere que hay una guerra. "No. Es cierto que lo contrario de la guerra es la paz. Pero lo contrario del terrorismo no es la paz. Es la Ley". Pero es una falsa contraposición muy útil si se quiere introducir la palabra "negociación", aunque sea con el eufemismo de "diálogo". Por su parte, "el Partido Popular y las víctimas afines oponen derrota a negociación, en otro grave error lógico. Lo contrario de la negociación no es la derrota, sino la firmeza".
 
Y no es ya cómo se hable de terrorismo, sino qué se cuente de él. "Cuando el periodismo muestra lo que dicen los terroristas, aunque sea por boca de sus víctimas sometidas a secuestro y tortura, y no lo que hacen. Periodismo de declaraciones. Es decir, propaganda. Es decir, terrorismo".
 
Con lo que volvemos al comienzo de esta recensión. A una reflexión sobre lo que debe ser el periodismo y su función ante un fenómeno tan perturbador como el terrorismo. Espada deja al lector ordenados sus pensamientos por entradas. "Publicidad" es la última citada. "Autor intelectual", "Creacionismo", "Casualidades"…: éstas y otras tienen que ver con la (mal) llamada "teoría de la conspiración" del "191-M", como se refiere Arcadi Espada a los atentados de Madrid, y con la que el autor es muy crítico.
El conspirativo, siempre un creacionista, dice que la vida no puede ser casual y coloca a dios en el trono. Y respira: con la causalidad hallada. Hay un fondo religioso, casi demaúrgico, en el conspiranoide. Una sumisión.
El juicio es bueno, pero el cartel es erróneo. Y para colgarlo ha tenido que utilizar las casualidades como clavo. Pero están las mentiras, las contradicciones, los atentados contra la lógica, las pistas falsas…
 
El terrorismo y sus etiquetas incluye además una entrevista a Susan Sontag –sólo por esto ya merecería la pena comprarlo– y dos breves ensayos, uno de los cuales está dedicado a La pelota vasca, de Julio Medem. Se lee en una tarde, lo cual no quiere decir que sea conveniente hacerlo. Ni dejarlo muy a trasmano.
 
 
ARCADI ESPADA: EL TERRORISMO Y SUS ETIQUETAS. Espasa Calpe (Madrid), 2007, 132 páginas.
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