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DEL POUM A CARACAS

Episodios nacionales

Es una ley no escrita, pero intangible: el testimonio de las víctimas no es moralmente opinable. Violentar esta regla equivale a someterlas a otra forma de violencia. Entre otras cosas, porque es difícil no conmoverse ante el relato de las formas más crudas del sufrimiento humano, y casi imposible no suscribir esta máxima, con la que Xavier Pericay remata su reseña del libro de Otília Castellví: "Hoy como ayer, uno ya no puede abrazar más que a las víctimas, a todas las víctimas".

Es una ley no escrita, pero intangible: el testimonio de las víctimas no es moralmente opinable. Violentar esta regla equivale a someterlas a otra forma de violencia. Entre otras cosas, porque es difícil no conmoverse ante el relato de las formas más crudas del sufrimiento humano, y casi imposible no suscribir esta máxima, con la que Xavier Pericay remata su reseña del libro de Otília Castellví: "Hoy como ayer, uno ya no puede abrazar más que a las víctimas, a todas las víctimas".
Pero fundirse con la víctima en un abrazo y no hacer más que eso es hacerle un flaco favor. Sobre todo si se trata de una víctima que se ha atrevido a tomar la palabra para narrar los episodios más dolorosos de su vida después de haber guardado silencio durante décadas. La condescendencia no es una forma de respeto, una víctima no es una rosa es una rosa es una rosa, y todo testimonio puede y debe ser valorado no sólo por la realidad que describe y denuncia, sino por su carga moral. La víctima que testimonia desvela sus vivencias, pero asimismo sopesa y valora y juzga lo vivido. Las vivencias que describe Otília Castellví son sin duda irrefutables, pero su manera de valorarlas puede y aun debe ser sometida a valoración ética.

Esta barcelonesa del barrio de Gràcia, nacida en Gijón en 1907 y fallecida en Canet de Mar en 2000, esperó a su vejez para evocar, en un lenguaje llano y sin afeites retóricos, lo que vivió entre comienzos de la década de 1930 y 1946. Modista de profesión en su adolescencia, a los 25 años comenzó a militar en el Bloque Obrero y Campesino, el partido marxista de Joaquim Maurín y Jaume Miravitlles. Formaba parte del ala más obrerista e internacionalista del BOC, que en 1935 se fusionó con la Esquerra Comunista de Andreu Nin para formar el Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM.

Castellví relata sus años de modista y militante izquierdista en Barcelona con una frescura y una mirada tan deliciosamente ingenuas, que consigue que esta parte de su testimonio, a pesar de remitir a acontecimientos harto historiados y testimoniados (sobre todo, la insurrección del 6 de octubre de 1934 y los sucesos de mayo del 37), adquiera el relieve de la realidad. El punto culminante de esta primera parte de su relato, cubierta por los primeros seis capítulos, es su detención en una de las siniestras (nunca mejor dicho) checas de Barcelona.

Los restantes siete capítulos contienen el relato del vía crucis que recorrió Castellví durante su exilio en Europa: el terrible campo de concentración de Argelès-sur-mer, las infrahumanas condiciones de las cárceles francesas de Perpiñán y Dijon, el momentáneo asilo en Luxemburgo, el paradójico refugio que acabó ofreciéndoles, a ella y a su compañero de desgracias Linus Moulines, la Alemania nazi en Frankfurt, Darmstadt y Kinheim. Al final, la llegada a Caracas, la capital venezolana, donde estos dos catalanes rehicieron sus vidas y donde vino al mundo su único hijo.

Tengo que confesar que la lectura de esta parte del libro de Castellví, que representa más de la mitad de su testimonio, se me ha hecho tediosa. Pero es un tedio que nada tiene que ver con el estilo en que está escrito, siempre directo y nada retórico (lo que, a veces, tiene la indeseable consecuencia de generar una escritura formulaica y repetitiva), sino con lo que me atrevería a llamar "las anteojeras morales" de la autora. La guerra es un horror, los pobres soldados son carne de cañón sacrificados por los poderosos, por definición cínicos y cobardes: sentencias como éstas abundan y se repiten, pero a pesar de su banalidad son poco molestas. Otra cosa son los prejuicios nacionales: para Castellví, sólo los catalanes parecen haber sufrido el franquismo, los franceses son asquerosos chovinistas, las tropas americanas liberadoras de media Europa son incultas y brutales, los judíos son (en las tres únicas ocasiones en que aparecen mencionados) una "raza"; y el pueblo alemán, tan generoso con los extranjeros y honesto en todo lo que emprendía como inocente del régimen de Hitler, que sin embargo (conviene recordarlo, porque leyendo a la autora casi conseguimos olvidarlo) los propios alemanes llevaron al poder.

Para muchos sigue siendo un misterio: cómo se puede ser de izquierdas y nacionalista. Quien quiera desasnarse sobre este extremo, que lea las memorias de Castellví. En esto son ejemplares: se puede amar intensamente a la humanidad en abstracto y al mismo tiempo cultivar los más cerriles prejuicios nacionales. Castellví habría suscrito el lema que Charles Schulz puso en boca de su criatura, el personaje de tira cómica Charlie Brown: I love mankind, it’s people I can’t stand.

Por último, el lector ha de saber que las memorias de Otília Castellví fueron editadas originalmente en catalán, la lengua en que fueron escritas, en 1997 por una pequeña editorial (Oikos-Tau), y que su posterior difusión es debida a Jaume Vallcorba, quien acogió el libro en Quaderns Crema (2003) y más recientemente en esta primera versión al castellano de Acantilado. Castellví es una figura oficial en Cataluña, al menos ha ingresado en el nomenclátor de Barcelona. Y su hijo, Ulises Moulines, quien firma el epílogo, es profesor de la Universidad de Munich, conocido experto en Filosofía de la Ciencia... y autor de varios textos (verbigracia, éste) en los que defiende las tesis del más rancio nacionalismo catalán.


OTÍLIA CASTELLVÍ: DE LAS CHECAS DE BARCELONA A LA ALEMANIA NAZI. Acantilado (Barcelona), 2008, 281 páginas.
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