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CIENCIA

Free Darwin!

En febrero se publicó en los Estados Unidos un libro que está dando mucho que hablar: What Darwin got wrong (¿En qué se equivocó Darwin?). Sus autores son Jerry Fodor, filósofo del lenguaje y cognitivista (más en la línea de Chomsky que de Steven Pinker), y el italiano Maximo Piattelli-Palmarini, biofísico y científico cognitivo que trabaja en Arizona University.

En febrero se publicó en los Estados Unidos un libro que está dando mucho que hablar: What Darwin got wrong (¿En qué se equivocó Darwin?). Sus autores son Jerry Fodor, filósofo del lenguaje y cognitivista (más en la línea de Chomsky que de Steven Pinker), y el italiano Maximo Piattelli-Palmarini, biofísico y científico cognitivo que trabaja en Arizona University.
What Darwin... es la andanada que dos científicos ateos dirigen contra la secta de los integristas neodarwinianos, un intento por derribar de una vez ese Muro de Berlín ideológico que los neodarwinistas han convertido en remedo dogmático del original. Una andanada minuciosamente documentada. La polémica, por cierto, empezó hace un par de años con un artículo de Fodor en la London Review of Books titulado "Why pigs don't have wings" (Por qué los cerdos tienen alas).

El argumento fundamental sobre el que gira este nuevo libro tiene que ver con la idea de selección natural. Los autores no la niegan, pero no piensan que sea el único ni el más importante mecanismo que da lugar a nuevas especies, sino que habría que hablar de todo un sistema mucho más complejo, en el que intervendrían múltiples factores (a este respecto, v. Evolution in four dimensions). Fodor y Piattelli utilizan una imagen muy gráfica: la selección natural es el afinador del piano, no el compositor de la obra.

Los autores sostienen que no es sólo el ambiente –como afirmaba Darwin– lo que provoca el cambio, sino vínculos internos de otro tipo, entre los que destacan los genes maestros (que dirigen muchas de las estructuras de los organismos), o las leyes físico-químicas de la forma y la auto-organización. No se niega la selección natural, sino que se la enmienda. Ni siquiera la presentan –algo que sería muy legítimo– como una conjetura o como una simulación científica (algo que, según la categorización de Schrödinger, es lo que sería; y eso es precisamente lo que piensan científicos como Carl Woese).

En todo caso, lo más interesante ha sido la salida en tromba de la Santísima Trinidad de los neodarwinistas más sectarios y ultramontanos: Richard Dawkins, Daniel Dennett y (esto me duele más) el propio Steven Pinker, que no ven más allá de la dicotomía Darwin o Dios, evolucionismo o creacionismo. Para ellos, la ciencia de la evolución se paró en el siglo XIX, y acusan con total desparpajo a los ateos Fodor y Piattelli-Palmarini de "negacionistas". Lo que hay detrás de todo esto es lo de siempre, la intrusión de la ideología en la ciencia. Todo el que se salga del dogma establecido es anatemizado por los inquisidores de las esencias de la estupidez general por decreto, ya se trate de las falsedades del cambio climático o de las manipulaciones de la memoria histórica. El darwinismo no tolera herejes, porque eso podría dar argumentos a los creacionistas o a los partidarios del diseño inteligente. Es más, si la refutación se demuestra correcta, hay que ir contra los herejes a cuchillo.

En el mundo católico, el panfleto (en el mejor sentido de la palabra) ha tenido cierta repercusión, especialmente ahora que el nuevo Papa, a través de cardenales de confianza como el austríaco Christoph Schönborn, está intentando retomar el diálogo sobre el tema de la evolución a partir de la premisa del diseño inteligente. Digamos que para Roma la fábula de las tortugas de las Galápagos no es más que una nueva metáfora del mito de Adán y Eva, una nueva forma de constatar que el ser humano manifiesta también su aspiración de trascendencia a través de bonitas historias. Belleza y verdad, como sabían perfectamente Chateaubriand o Chesterton (El genio del cristianismo, Ortodoxia). Al fin y al cabo, los humanos compartimos con las piedras un 92% de elementos químicos, sólo un poco menos de lo que compartimos con los gorilas. Todo lo que existe es un todo.

Este es un libro liberador, que intenta llevar el tema del evolucionismo al terreno científico para sacarlo de la lucha ideológica en que los neodarwinianos lo han metido. Darwin necesita ser liberado de los que le tienen prisionero y manipulado por puro interés ideológico, de los dogmáticos que ponen el grito en el cielo cada vez que alguien matiza, critica o refuta alguna de sus tesis intocables. Fodor y Piattelli-Palmarini no han escrito nada que no se supiera de antemano, pero han tenido la habilidad de organizarlo y difundirlo de forma demoledora, dejando al descubierto los puntos débiles de la selección natural, piedra miliar de toda la doctrina darwinista. Los simples no toleran la complejidad, los miembros de la secta no pueden aceptar que una enorme cantidad de características de las diversas criaturas vivas no tenga nada que ver con esquemas adaptativos lineales.

En todo caso, lo que más me llama la atención del caso Darwin no es tanto la dimensión científica (no soy experto, y me limito a seguir el debate con curiosidad) como su dimensión de lucha cultural. Poner a Darwin en la picota desde un punto de vista científico no es difícil (no hay que olvidar que se trata de un naturalista de la primera mitad del siglo XIX), pero el que se atreva a hacerlo ya se puede ir olvidando de tener una carrera académica normalizada, porque habrá entrado en la lista negra de los nuevos guardianes de la fe evolucionista. Lo cierto es que el problema, hoy en día, no está, por poner un ejemplo, en el creacionismo, sino en la anomalía Darwin.

George Steiner dedicó un librito a refutar sin piedad las supersticiones del marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo. El aplauso fue general, nada impidió que le llovieran sucesivos doctorados honoris causa, incluso un Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. La teoría de Darwin, sin embargo, que extrae sus metáforas de un paradigma histórico concreto, el que nace en la Inglaterra del siglo XIX, parece intocable, a pesar de todo lo que se ha avanzado en ese campo desde 1859. Espero que este libro se edite pronto en España y contribuya a que Charles Darwin y sus ideas dejen de ser una anomalía cultural para integrarse en un debate intelectual normalizado.


© Semanario Atlántico

JERRY FODOR y MASSIMO PIATTELLI-PALMARINI: WHAT DARWIN GOT WRONG. Profile Books (Londres), 2010, 178 páginas.

EMILIO QUINTANA, doctor en Filología.
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