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EN FRÍO. LA GUÍA DEL ECOLOGISTA ESCÉPTICO...

Kioto no es la solución, sino el problema

La nueva obra de Bjorn Lomborg, En frío. La guía del ecologista escéptico para el cambio climático, arroja un clarificador rayo de luz y aporta grandes dosis de cordura al polémico debate político-científico acerca del temible calentamiento que, supuestamente, amenaza de muerte al planeta.

La nueva obra de Bjorn Lomborg, En frío. La guía del ecologista escéptico para el cambio climático, arroja un clarificador rayo de luz y aporta grandes dosis de cordura al polémico debate político-científico acerca del temible calentamiento que, supuestamente, amenaza de muerte al planeta.
Frente al discurso cuasi-apocalíptico de los grandes medios de comunicación y el conjunto de la clase política internacional, Lomborg elabora en estas páginas un exhaustivo análisis, trufado de datos económicos y científicos, con el objetivo de echar por tierra algunos de los más importantes mitos alojados en el subconsciente colectivo en torno a este hipotético problema mundial.
 
La conclusión del economista danés constituye en sí misma un jarro de agua fría para el catastrofismo difundido por el ex vicepresidente de EEUU Al Gore, convertido ahora en showman climático, y sus acólitos ecologistas. En Frío trata de demostrar, en primer lugar, que los efectos del aumento de temperaturas previsto por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) para 2100 no son, ni mucho menos, tan graves como algunos se empeñan en decir. Por otra parte, los medios empleados hasta el momento para combatirlos en ningún caso lograrán frenar el calentamiento del planeta.
 
De hecho, el famoso Protocolo de Kioto (es decir, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a través de la compraventa de CO2) resulta del todo ineficiente, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista científico. Así, más que la solución, Kioto amenaza convertirse en el mayor error político del siglo XXI, debido a su elevadísimo coste y a su casi nula utilidad para hacer frente al calentamiento.
 
Lomborg parte de las siguientes premisas:
– "El calentamiento global es real y está causado por el hombre". Sin embargo, las afirmaciones sobre sus nefastas consecuencias para la Humanidad son "casi siempre exageradas" y han conducido a una política de actuación "poco acertada".
 
– La muy onerosa reducción radical de las emisiones de CO2 a la atmósfera tendrá un "impacto mínimo, casi insignificante (...) a largo plazo". Por ello, urge poner en práctica soluciones "más sencillas, directas y eficaces".
 
– El cambio climático ha desviado la atención de la comunidad internacional sobre otros asuntos mucho más importantes, como el hambre, la pobreza y la enfermedad, que causan estragos en buena parte del mundo.
Los modelos econométricos del IPCC pronostican que la temperatura del planeta a finales del presente siglo será, en promedio, 2,6ºC más alta que ahora. Los efectos de este cambio serán devastadores, según proclaman los ecologistas y gran parte de los Gobiernos occidentales: hambrunas, millones de muertes causadas por intensas olas de calor, glaciares fundidos, inundaciones, sequías..., la lista de catástrofes que auguran los ecoalarmistas es interminable, y la moraleja, terrible: si no hacemos algo al respecto, la vida humana puede desaparecer de la faz de la Tierra.
 
El Apocalipsis climático está cerca. La generación actual se enfrenta al mayor reto de la historia de la Humanidad. El mensaje ha calado en una opinión pública a la que se le han inyectando dosis cada vez más altas de miedo y alarmismo. Pero la realidad de la situación dista mucho de ese escenario sombrío y aterrador. Para demostrarlo, Lomborg (catedrático adjunto en la Copenhague Business School) hace uso de datos y cifras cuantificables. Ahí van algunos ejemplos:
– El aumento de las temperaturas reducirá el número de días con el termómetro por debajo de los cero grados en las latitudes medias y altas, lo que producirá un "aumento proporcional en la duración del crecimiento agrícola y vegetal".
 
– A finales de siglo las olas de frío se producirán cada veinte años, lo que provocará una disminución de las muertes relacionadas con el frío. Por cierto, éste mata a más gente que el calor: 200.000 europeos fallecen cada año a causa de las altas temperaturas, frente al cerca de millón y medio de vidas que se cobran las bajas.
 
– El deshielo de todos los glaciares y casquetes polares apenas elevaría un pie el nivel del mar. Pero es que, además, "más calor sólo implica más precipitaciones y, por lo tanto, un aumento en la capa de hielo antártica"; es decir, "un descenso en el nivel del mar".
 
– El número de pingüinos y osos polares no sólo no ha descendido, sino que sigue aumentando. Y ello gracias a las políticas proteccionistas que restringen la caza de estos animales.
 
– La Organización Mundial de Meteorología de la ONU afirma que "ningún ciclón tropical ha podido ser atribuido directamente al cambio climático". Otros estudios han demostrado que durante los últimos siglos las inundaciones veraniegas no han mostrado variaciones significativas, mientras que las invernales han incluso descendido.
 
– El aumento de muertes por malaria no se debe, en ningún caso, a las variaciones termométricas del planeta, sino al nivel de pobreza y subdesarrollo de los países asolados por dicha enfermedad. Cuanto mayor es la riqueza económica, mayor es la protección de que se dispone frente a este tipo de enfermedades. "Los países que consiguen unos ingresos cercanos a los 3.100 dólares por persona y año consiguen erradicar la malaria", indica Lomborg.
 
– El número de hambrientos dependerá mucho más del desarrollo económico que del cambio climático. Además, y según ha concluido la propia ONU, "la falta de agua en el planeta se debe principalmente a un suministro deficiente de los servicios y no a la escasez real" del líquido elemento. Es más, "un mundo más templado aumentaría las precipitaciones" en torno a un 5% para 2100, según distintos modelos.
Por otro lado, Lomborg reconoce que el calentamiento podría afectar negativamente a algunos de estos parámetros, y que puede causar ciertos perjuicios, aunque nunca las catástrofes que anuncian los ecologistas y los políticos. El problema, sin embargo, radica en que la aplicación de Kioto apenas logrará paliar esos efectos perniciosos. El impacto de Kioto sobre la evolución de las temperaturas será mínimo, pero su coste económico será descomunal. "La mayor inversión pública" de la historia, según Lomborg, carecerá de utilidad alguna para frenar el calentamiento.
 
Así pues, Kioto se trata de una solución del todo ineficiente tanto climática como económicamente hablando. Aunque todos los países ratificaran el Protocolo y cumplieran con sus objetivos de reducción de emisiones de CO2, sólo se consiguiría rebajar la temperatura del planeta en 0,18ºC para 2100. Es decir, que el temido aumento de 2,6 ºC estimado para esa fecha apenas se retrasaría unos cinco años. Además, la aplicación de Kioto costaría unos 180.000 millones de dólares anuales a partir de 2008 (casi el 0,5% del PIB mundial), lo cual pondría en riesgo la economía de los países en vías de desarrollo. En fin, que se trata de un plan demasiado costoso, si se tiene en cuenta el beneficio que pudiera generar, lo cual significa que la estrategia que se está siguiendo parte de un error de base, de un enfoque equivocado.
 
Lomborg propone como alternativa el desarrollo de políticas sociales y la inversión en I+D. Según sus cálculos, una inversión del 0,05% del PIB mundial –es decir, de 25.000 millones de dólares anuales– en el desarrollo de tecnologías que posibilitaran emitir bajas cantidades de carbono permitiría estabilizar las concentraciones de CO2 al doble de los niveles preindustriales, lo cual podría situar el aumento de las temperaturas en unos parámetros razonables. Todo ello, a un precio muy inferior al previsto por Kioto.
 
Bjorn Lomborg.La política "sensata" de Lomborg, basada en medidas sociales y económicas, lograría, según él, reducir los daños que provocan las inundaciones en cerca de 60.000 millones de dólares al año, frente a los 45 millones como resultado de aplicar Kioto; el impacto de los huracanes sería un 250% inferior, frente al 0,6% del Protocolo; evitaría la pobreza de casi 1.000 millones de personas, frente a un millón menos por parte de las políticas climáticas, y proporcionaría acceso al agua potable a casi 3.000 millones de personas en el presente siglo. En total, con apenas un tercio del coste de Kioto, esto es, con 52.000 millones de dólares al año, se salvarían más vidas, se lograría estabilizar el cambio climático y se atenuarían gran parte de las consecuencias negativas del mismo.
 
La obra de Lomborg viene a introducir cierta dosis de racionalidad y objetividad en un debate que, hasta el momento, ha estado protagonizado por el alarmismo ecologista y las soluciones obsoletas que establece el Protocolo. Sin embargo, su tesis parte de una premisa arriesgada, al asumir como cierta e irrefutable la tesis del calentamiento antropogénico elaborada por el IPCC. Cada vez es mayor el número de científicos que niegan la responsabilidad del hombre en el actual incremento de las temperaturas. Además, la estrategia que propone peca, hasta cierto punto, de la fatal arrogancia que muestran los estadistas.
 
En caso de confirmarse las previsiones del IPCC, posiblemente una mayor inversión en el desarrollo de nuevas tecnologías lograría estabilizar las emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, tal y como se ha encargado demostrar reiteradamente la historia de la Humanidad, un proyecto de tal magnitud está condenado al fracaso, en el caso de que su planificación corra por cuenta del Estado. La planificación económica a largo plazo no solventará el problema.
 
Lomborg elude situar el mercado y la responsabilidad individual en el centro del debate. El desarrollo económico, gracias a la libertad de acción de los individuos en su búsqueda constante del bienestar, y no el Estado sería el responsable de solventar los temibles efectos que pudiera tener un aumento de la temperatura media del planeta. La flagrante falta de confianza del danés en la iniciativa privada pone en evidencia su alternativa.
 
Aun así, su aportación al debate climático es positiva, dado el discurso imperante. No por casualidad los algorianos, o más bien algoreros, lo consideran su "enemigo número uno".
 
 
BJORN LOMBORG: EN FRÍO. LA GUÍA DEL ECOLOGISTA ESCEPTICO PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO. Espasa (Madrid), 2008, 284 páginas.
 
MANUEL LLAMAS, jefe de Economía de LIBERTAD DIGITAL y miembro del Instituto Juan de Mariana.
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