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POR QUÉ SOY CATÓLICO

La apologética de Chesterton

En los albores del cristianismo, el estado de opinión en contra de la naciente religión no tenía apoyo en ninguna argumentación literaria sólida, y muchos de los cargos que corrían de boca en boca eran falaces e incluso disparatados.

En los albores del cristianismo, el estado de opinión en contra de la naciente religión no tenía apoyo en ninguna argumentación literaria sólida, y muchos de los cargos que corrían de boca en boca eran falaces e incluso disparatados.
San Justino.
Frente a este estado de cosas surgieron algunos de los primeros escritores cristianos, los llamados Padres Apologetas: San Justino, Arístides, Taciano, Atenágoras, Hermias, Teófilo de Antioquía, etc. Sorprende lo temprano que aparecen autores cristianos de nivel, la confianza que tienen en la razón humana y el sólido uso que hacen de ella desde la fe.

En un ambiente y una época muy distintos, la Inglaterra del primer tercio del pasado siglo, Gilbert K. Chesterton (1874-1936) se convirtió al catolicismo, y, en medio de un ambiente mayoritariamente anglicano, su pluma dio razón del porqué de ese crucial paso. Sus escritos religiosos más importantes entre 1922 –año en que entra en la Iglesia católica– y 1935 acaban de aparecer en un volumen bajo el común título de Por qué soy católico. En él, desbordando inteligencia y buen humor, no solamente encontramos un apreciable número de ensayos con una mirada penetrante, sino una forma muy personal de hacer apologética que acaso tenga algo que decir al españolito que se ve rodeado de un ambiente hostil –pese al reconocimiento teórico de libertades constitucionales varias– y se encuentra en el brete de dar razón de sus creencias en un país en el que antes se daban por supuestas.

Este simpático inglés lleva, entre líneas, al lector católico hispano a un descubrimiento –en el supuesto de que no lo haya descubierto ya– contrario a las apariencias de la cultura dominante. Que el suelo sobre el que pisa es racionalmente infinitamente más sólido que el de los culturetas y rebeldes de portada; ni la propaganda ni la burlesca intimidación son argumentos, acaso, más bien, síntomas de debilidad y hasta ignorada petición de ayuda. Y nuestro autor lo hace no solamente por su aguda agilidad racional, sino porque nos regala distancia. Para ver las cosas con perspectiva hay que dar un paso atrás. Y Chesterton, que no viene del catolicismo, sino que llega a él; que no es español, sino inglés; que no es de hoy, sino de ayer, nos da reduplicadamente algo propio de la inteligencia: tomar distancia de las cosas.

G. K. Chesterton.Saturados de relativismo como estamos en nuestro entorno, resulta una bocanada de aire fresco leer que alguien, como cimiento para su vida, reflexión y profesión literaria, parta de aquí: "La dificultad de explicar 'por qué soy católico' radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es verdadera". No que a él le parezca o que opine que… o que le resulte ser la más razonable, sino que es verdadera. La verdad no es algo que dependa de la creatividad o el punto de vista de alguien, sino que es algo que se acoge; y, desde ahí, queda uno por ella definido: "La conversión es reconocimiento de que la verdad es independiente del que la busca. Y sin embargo su descripción deberá ser la autobiografía de un buscador de la verdad".

Por eso, estos ensayos son sumamente vitales y apasionados. El lector no se va a encontrar con una batería de argumentos con los que pertrecharse para poder batirse en la oficina, o con arengas doctrinarias, sino con alguien que confía en la razón que está fundada en la verdad. Chesterton no tiene ideas, aunque las hay a raudales por cualquier esquina del libro, sino que es tenido por la verdad, se deja coger por ella: su seguridad está ahí y no en la rigidez y violencia del fanático. De modo que cuando se pone a dialogar con los acontecimientos del día a día que le salen al paso demandándole una respuesta, le manan a borbotones las razones que le piden las más variadas circunstancias; lo que podría parecer una amenaza de derrota se convierte en ocasión para manifestar lo que da sentido a su vida y a la de cualquier otro hombre.

Y como no se siente inseguro, sino asegurado, su discurso en vez de ser reaccionario es dialogante, en vez de ser defensivo es posibilitante para el otro, para que salga de donde está y vaya más allá. Lo que no quiere decir que cuando crea que tenga que decir no deje de hacerlo. Las palabras sobre el protestantismo y sus distintas corrientes, el cientifismo, el progresismo, el capitalismo exacerbado, el fascismo o el comunismo son muy duras, pero nunca agresivas o en busca de la derrota del otro.

Todo el libro es una invitación a confiar en la razón, a confiar en que el hombre puede buscar, encontrar y manifestar a los demás la verdad. Pero que Chesterton confíe en la razón no quiere decir que ésta sea absoluta, o que no haya un conocimiento más profundo: "Un católico es una persona que ha reunido coraje suficiente para afrontar la idea inconcebible e increíble de que pueda existir alguien que sepa más que él". Y claro, para nuestro autor, ese alguien no es precisamente otro hombre como él. ¿Se referirá a Dios? No en primer término. Sorprendentemente para el autosuficiente hombre posilustrado, a quien más remite Chesterton es a la Iglesia.


G. K. CHESTERTON: POR QUÉ SOY CATÓLICOEl Buey Mudo (Madrid); 2009, 720 páginas.
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