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LA NUEVA REVOLUCIÓN AMERICANA

La derecha del País de las Maravillas

José María Marco ha realizado una hazaña ciertamente audaz. Ha escrito un libro sobre algo de lo que todo el mundo opina y casi nadie conoce: la derecha americana. Una derecha que, desde la marginalidad, supo tomar conciencia de sí misma, ser intelectualmente activa y versátil y, finalmente, vencer en el campo de las ideas y las políticas a una izquierda esclerotizada.

José María Marco ha realizado una hazaña ciertamente audaz. Ha escrito un libro sobre algo de lo que todo el mundo opina y casi nadie conoce: la derecha americana. Una derecha que, desde la marginalidad, supo tomar conciencia de sí misma, ser intelectualmente activa y versátil y, finalmente, vencer en el campo de las ideas y las políticas a una izquierda esclerotizada.
Logo del Partido Republicano.
El libro de Marco es extraordinario. Primero, porque no es fácil encontrar un autor europeo que tenga un conocimiento tan profundo de los Estados Unidos ("El País de las Maravillas", lo llama en sus análisis para el suplemento de Exteriores de este periódico), y en particular de la política y el movimiento liberal-conservador americanos. Si nos ceñimos a España, el número se reduce aún más. Yo, que no soy un experto pero sí conozco cómo se desarrolla la política en Estados Unidos, recuerdo la sorpresa que me causaba, cuando vivía allí, lo desenfocado (por ser benévolo) de las informaciones que publicaban los medios españoles sobre aquel país.
 
Así las cosas, no es de extrañar que la sociedad española sea mayoritariamente incapaz de explicarse un hecho como la histórica victoria de Bush en las elecciones de 2004. Sencillamente, no sabe qué pasa en Estados Unidos. Marco sí. Marco lo conoce porque ha vivido ahí, porque lo ha estudiado con detenimiento y porque está vacunado contra el antiamericanismo, ese mal tan extendido en nuestro país. Mira con ojos limpios, y el resultado es el entendimiento; es La nueva revolución americana. Por qué la derecha crece en Estados Unidos y por qué los europeos no lo entienden.
 
"Estados Unidos nació como un sueño europeo; más aún, como la única utopía europea que ha arraigado y perdurado con éxito", podemos leer a las primeras de cambio. A Marco le duele Europa, que diría el otro. Le duele que nuestro continente haya traicionado ese sueño que ha encontrado en Estados Unidos su mejor expresión. Por eso, y por la manera en que trata su objeto de estudio, La nueva revolución americana merece una edición estadounidense. Sería muy bien acogida, con lo ávidos que están de saber por qué les odiamos...
 
"En la mentalidad europea, la riqueza no se consigue sirviendo, sino explotando a los demás. El Estado, heredero de la antigua Monarquía y al que el socialismo ha investido de una nueva legitimidad (...) es el encargado de corregir esa tara original de las sociedades libres: el egoísmo de los individuos o grupos que buscan satisfacer sus aspiraciones", escribe Marco. Y añade: "Estados Unidos se fundó en el presupuesto contrario (...) Su fundamento es una promesa", la de aprovechar las oportunidades, la de hacer efectivo el derecho a "búsqueda de la felicidad" de que habla su Declaración de Independencia.
 
Estos elementos nutren la "excepción americana", es decir, el hecho de que EEUU no haya sido víctima del socialismo, o al menos no en la medida en que lo ha sido Europa. También ha contribuido a ello el sistema político, "que expulsa los radicalismos" y "desincentiva la creación de terceros partidos dedicados a la promoción de una causa específica".
 
***
 
Pero vayamos a la derecha. Desempeña allí, en EEUU, un papel especial, que no puede desempeñar en ningún otro país del mundo. Y es que la naturaleza de la revolución americana fue netamente liberal, netamente conservadora también. Pero de lo que nos habla José María Marco es de otra revolución, nueva, gradual, de la que ha emergido una derecha sin complejos. Marco da cuenta de su historia.
 
La nueva revolución... nos informa de los avatares de la derecha norteamericana en las siete u ocho últimas décadas; de cómo a la muerte de la Vieja Derecha sucedió un renacer del liberalismo gracias a figuras como Hayek o Mises (ambos extranjeros), Albert Jay Nock, Rothbard, Ayn Rand o Milton Friedman; de cómo renació también el conservadurismo, de la mano de gente como Richard Weaver o Russell Kirk. Asimismo, informa de que el aglutinante del movimiento liberal-conservador fue el anticomunismo, un aglutinante duro pero a la vez frágil, muy propenso a agrietarse, como consecuencia de las diferencias entre los libertarios, que querían resucitar a la Vieja Derecha aislacionista y pacifista, y los más conscientes del peligro comunista.
 
Marco evoca la extraordinaria figura de Bill Buckley, que quiso acomodar en sí mismo y en su mayor creación, la National Review, lo mejor de cada rama del liberal-conservadurismo; y, cómo no, la enorme derrota del igualmente enorme Barry Goldwater: sin éste y aquélla no hay manera de comprender lo que vino después, especialmente la Presidencia del inolvidable Ronald Reagan.
 
En el renacimiento de la derecha han confluido varios elementos. Veamos uno de ellos. Al habla Marco:
Los clásicos liberales y conservadores recelaban de que la democracia degenerara en la dictadura de las mayorías. Desde su descubrimiento del potencial político de las causas minoritarias, la Nueva Izquierda aspira a convertir la democracia en un régimen gobernado por las minorías. El procedimiento requiere pulverizar desde la base cualquier posible mayoría basada en el consenso moral y político, que se considera superado o reaccionario. La lealtad patriótica, los valores morales de Occidente, la propia historia de las naciones quedan sometidos a una "deconstrucción" –léase destrucción– sistemática.
Pero no lo han logrado:
Los progresistas intentaron romper la tradición y dinamitar la continuidad, como han hecho con tanta eficacia en algunos países europeos, en particular España. No lo consiguieron y de las ruinas de ese fracaso renació el movimiento liberal conservador.
Resulta especialmente notable el repaso que hace Marco de los think tanks, esas instituciones tan características de la sociedad norteamericana, que combinan idealismo y pragmatismo con mayor o peor fortuna. Son fundaciones e institutos de análisis creados para dar respuestas a cuestiones específicas y fruto, en muchas ocasiones, de la expulsión de los liberal-conservadores de la universidad. (Sí, también allí ocurre). Hablamos de la Heritage Foundation, del Cato Institute, del American Enterprise Institute y de muchos otros. La plétora de estudios, propuestas y análisis que han alumbrado han dado a la derecha una fuerza impensable hace unas décadas.
 
"Las fundaciones de derecha, a pesar de su institucionalización, no han perdido todo el espíritu independiente y crítico que las vio nacer –escribe Marco, a la hora de explicar la pujanza y el prestigio de los think tanks liberales y conservadores–. Durante muchos años vivieron contracorriente, en lucha con los cómodos tópicos progresistas que dominaban la vida intelectual. La actitud deja huella". De nuevo, la comparación con Europa: "En Europa, salvo en Gran Bretaña, no existe nada parecido a este movimiento que desde hace más de treinta años ha ido construyendo un programa ideológico (...) El capitalismo europeo es un capitalismo descerebrado. Y cuando tiene problemas, acude a los políticos a que se los solucione".
 
La capacidad de movilización del movimiento liberal-conservador, abigarrado y contradictorio en ocasiones, pero cada vez más poderoso, se pudo comprobar hace ya décadas, cuando la activista Phyllis Schlafly consiguió echar abajo, contra viento y marea y movilizando a los suyos (especialmente a las suyas), la denominada "Enmienda para la Igualdad de Derechos", una reforma constitucional que, en palabras de Marco, hubiera dado al Gobierno "enormes poderes" para "inmiscuirse" en la vida de la gente.
 
Pero para movilizador, Grover Norquist, un personaje difícil de concebir a este lado del Atlántico. Norquist es el líder de una coalición denominada Leave Us Alone, o sea, Dejadnos en Paz, una amalgama de conservadores de toda laya que no coinciden necesariamente en sus objetivos pero sí en la oposición a que el Estado se inmiscuya en sus asuntos... y a que los grupos de presión vivan de sus dineros: 
Lo que hay que conseguir, dice Norquist, es romper esa coalición que no reconoce el bien común. Y una de las formas más eficaces de hacerlo es cortarles los fondos, para lo que son imprescindibles las bajadas de impuestos. Dado que la izquierda moderna entiende la democracia como un régimen de clientelas, si se reducen los fondos públicos, los diversos competidores tendrán menos que repartirse. Pronto andarán a la greña para saquear lo que puedan, sin consideraciones para los demás. Así se conseguirá reducir el alcance del Gobierno y acabar con el adversario.
Podríamos traerla a España. Deberíamos.
 
El resurgir de la derecha norteamericana habría sido más complicado si no se hubiera roto el consenso progresista en los medios de comunicación. Primero en la radio, luego en la televisión –ahí está la Fox, líder de audiencia porque ha ocupado el espacio que deliberadamente no quisieron ocupar las demás cadenas–; y, finalmente y por supuesto, internet, que ha hecho más cortas las patas de las mentiras de los medios de comunicación, con todo habitualmente favorables a la izquierda. Recuerden el Rathergate.
 
***
 
George W. Bush.Pero si hay un protagonista en toda esta historia es George W. Bush. Desde el comienzo nos encontramos en Tejas, el estado de adopción del actual presidente de EEUU, donde se inició en los negocios y en la política. Bush, dice Marco, ha roto la estrategia de la izquierda, instalada en el Partido Demócrata, de crear identidades por grupos sociales y comprar éstos a base de favores.
 
Bush, de la mano de Karl Rove, ha logrado que la política estadounidense esté ahora "polarizada de otra forma: según líneas ideológicas y de intereses, pero no en virtud de grandes bloques sociales leales a un partido casi por definición, o por naturaleza".
 
Por otro lado, y en esa clave ideológica, Bush hijo no se ha limitado a continuar la tradición conservadora; de hecho, la ha traicionado consistentemente en algunos ámbitos: por ejemplo, en lo relacionado con el gasto público, así como al ampliar "el campo [de actuación] del Gobierno". Y es que, según Marco, el actual presidente de EEUU está convencido de que el Gobierno "también tiene un papel que cumplir en su proyecto de restauración moral". Súmese a ello la guerra contra el terrorismo, que ha llevado el Ejército estadounidense a Afganistán e Irak. Hay sectores liberales que hasta consideran a Bush un claro antagonista de sus valores. No es el caso de nuestro autor.
 
En el tramo final de La nueva revolución americana, Marco escribe: "Se trata de saber si se ha agotado el gran ciclo liberal conservador que despuntó en los años cincuenta y sesenta, con la elaboración de un nuevo ideario y la reconquista del Sur por los republicanos, se consolidó en 1980 con la victoria de Reagan y fructificó en la mayoría presidencial de 2004". Para saber toca esperar, claro, estar atento a los acontecimientos... y leer y releer este libro imprescindible.
 
 
JOSÉ MARÍA MARCO: LA NUEVA REVOLUCIÓN AMERICANA. Ciudadela (Madrid), 2007, 414 páginas. Pinche aquí para adquirirlo en Criteria.
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