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UNA VISIÓN CRÍTICA SOBRE LA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL

La destrucción del centro

La represión de los vencidos en la rebelión del 34 distó mucho de ser radical. Sus organizaciones no fueron proscritas, ni abolido el estatuto catalán (sólo suspendido provisionalmente); su prensa, que había incitado a la rebelión y al terrorismo, continuó, o bien, prohibida temporalmente, reapareció enseguida con otros nombres; sus dirigentes fueron procesados en condiciones que les permitían hacer amplia propaganda, y el principal de ellos, Largo Caballero, resultó absuelto por ¡falta de pruebas!, abriendo el camino a muchas otras absoluciones; casi todas las penas de muerte fueron conmutadas, aunque varios miles de implicados quedaron en prisión, a la espera de juicio, situación bien explotada por unas izquierdas irreconciliables.

La represión de los vencidos en la rebelión del 34 distó mucho de ser radical. Sus organizaciones no fueron proscritas, ni abolido el estatuto catalán (sólo suspendido provisionalmente); su prensa, que había incitado a la rebelión y al terrorismo, continuó, o bien, prohibida temporalmente, reapareció enseguida con otros nombres; sus dirigentes fueron procesados en condiciones que les permitían hacer amplia propaganda, y el principal de ellos, Largo Caballero, resultó absuelto por ¡falta de pruebas!, abriendo el camino a muchas otras absoluciones; casi todas las penas de muerte fueron conmutadas, aunque varios miles de implicados quedaron en prisión, a la espera de juicio, situación bien explotada por unas izquierdas irreconciliables.
Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical.
La campaña de infundios sobre la represión en Asturias causaba un efecto psicológico muy fuerte, pero de momento no podía traducirse en un reforzamiento organizativo. Sin hacer la más mínima revisión autocrítica de lo ocurrido, Prieto y Azaña prohijaron la idea de una nueva coalición electoral, mientras Largo Caballero, Carrillo y otros propugnaban una bolchevización del PSOE mucho más rígida, con vistas a una nueva intentona de guerra civil con mayor garantía de éxito. Se abrió una dura crisis entre Prieto y Largo, que no impidió a ambos colaborar en la desaforada campaña sobre la represión y laminar a Besteiro, acusándole de colaborar con la derecha en dicha represión.
 
Para la triunfante derecha parecía abrirse la posibilidad de estabilizarse, y estabilizar una república conforme al designio originario de una democracia liberal. No toda la derecha, desde luego, estaba por la labor, pues la minoría monárquica aspiraba a liquidar la República cuanto antes, afirmando que el régimen mismo y la democracia conducían a la catástrofe. También la Falange deseaba derrocar el régimen y sustituirlo por algo semejante al fascismo. A partir de la victoria sobre las izquierdas, las rencillas entre la CEDA y los monárquicos iban a ser un importante factor de debilidad en la derecha. Y tampoco la CEDA defendía la democracia liberal oficialmente, pero sí en los hechos, pues había rechazado las tentaciones golpistas, invocando las libertades y manteniendo la alianza con el único partido republicano moderado, el Radical, de Lerroux.
 
Generalmente se cataloga al partido de Lerroux como centrista, en el sentido de moderado, aunque arrastraba la imagen de sus viejas demagogias terroristas y de la corrupción, esta última no superior, probablemente, a la de los partidos que más le acusaban. Sin embargo, Lerroux había abandonado por completo sus antiguos extremismos, y su conducta y la de su partido, el más votado, con mucho, entre los que se proclamaban republicanos, había contribuido notablemente a mantener la estabilidad política del régimen en medio de los bandazos extremistas. Su alianza con la CEDA, también centrista o moderada, tras haber vencido a las izquierdas mesiánicas o revolucionarias y al nacionalismo catalán, parecía asegurar un período de evolución pacífica a la República.
 
Alcalá-Zamora y Azaña.Lo vieran así o no, tanto Azaña como Prieto –este último huido de la justicia en París, y luego en Bélgica– centraron su esfuerzo en la liquidación del Partido Republicano Radical, en una de las maniobras más oscuras y maquiavélicas y de más funestos resultados para la República. Para ello explotaron a fondo las rivalidades entre Alcalá-Zamora y Lerroux, así como la fama de corrupción del Partido Radical, fama no del todo inmerecida pero de ningún modo excepcional, repetimos.
 
El instrumento del que se valieron los dos políticos izquierdistas fue un delincuente holandés, o judío holandés, llamado Strauss, el cual, con un socio llamado Perl, o Perle, o Perlowitz, habían inventado una ruleta peculiar llamada straperlo, combinación del nombre de sus inventores. Desde la dictadura de Primo de Rivera, los juegos de azar estaban prohibidos en España, pero, al parecer, el straperlo no lo era, pues se podían calcular las jugadas, aunque ello exigía una rapidez mental poco común, y menos en el acaloramiento del juego. No obstante, había dudas, y el nuevo juego fue autorizado y prohibido rápida y sucesivamente en España.
 
Strauss, que había untado a algunos políticos radicales con regalos tales como relojes de pulsera de oro, se sintió defraudado y chantajeó a Lerroux con la amenaza de sacar a la luz los sobornos. Lerroux ni siquiera le prestó atención.
 
Pero el 30 de junio de 1935 el chantajista envió una misiva a Martín Luis Guzmán, hombre de mano de Azaña para negocios poco claros: "El asunto es de suma importancia, sobre todo para Azaña, y por lo mismo quisiera ponerme de acuerdo con usted". Guzmán le respondió: "Mucho interés político tiene, en verdad (…) y nosotros lo acogeríamos desde luego, a condición de cuidar a nuestro arbitrio la elección del momento en que sea oportuno hacer uso de la información".
 
Probablemente había sido Prieto, por entonces en Bélgica, quien encaminó a Strauss hacia Azaña. Éste viajó a Holanda, con el pretexto de ver una exposición internacional, y se vio en Bruselas con Prieto, y casi seguramente urdieron entonces la maniobra de hacer llegar el informe de Strauss al presidente de la República, Alcalá-Zamora.
 
Chapaprieta, jefe del Gobierno, que sucedió a Lerroux y ordenó una investigación al efecto, escribe:
 
"Era ciertamente de toda verdad que el señor Azaña había tenido contacto con Strauss o con persona que a éste representaba, y casi seguro también que les había sugerido el envío de la denuncia al presidente de la República, el cual creía (…) que el principal autor de todo aquel tinglado había sido Prieto".
 
Así, el 5 de septiembre Strauss remitió su informe a Alcalá-Zamora. El escrito denotaba un conocimiento de las interioridades políticas españolas poco asequible a un delincuente extranjero. Olvidaba unos primeros contactos de Strauss con la Esquerra, y "figuraban, por el contrario, intercaladas en el relato, habilísimas referencias a personas de relieve político, pero ajenas a los hechos, con el único fin de atraer sobre ellas el interés del lector", observa Gil-Robles.
 
El inestimable Vidarte, dirigente socialista y masón influyente, principal organizador de la campaña nacional e internacional sobre la represión de Asturias, nos da estos datos:
 
"Yo había conocido en París a Gaston Cohen Debassan, abogado muy compenetrado con nosotros y primer pasante de Henri Torres [otro abogado muy vinculado a las campañas de la izquierda y los nacionalistas catalanes contra las derechas españolas]. Me comunicó Debassan que Prieto y Azaña estaban perfectamente enterados del asunto por Martín Luis Guzmán, y que de ellos había partido la idea de que Strauss recurriese al presidente de la República".
 
Indalecio Prieto.Vemos, pues, a Cohen, a Torres, a Azaña y a Prieto implicados con un chantajista en una maniobra política de altos vuelos. A primera vista no se entiende el interés de Strauss, que, lógicamente, sólo tenía interés en el dinero y ninguno en la política española. Pero Prieto disponía de cuantiosos fondos procedentes del asalto a las cajas de los bancos durante la revolución de Asturias, y parece muy verosímil que parte de esos fondos terminasen en el bolsillo del inventor del straperlo, a cambio de un servicio invalorable para los otros.
 
Recurrir a Niceto Alcalá-Zamora fue también un rasgo de ingenio que difícilmente podría habérsele ocurrido a Strauss, pero en cambio Prieto y Azaña conocían muy bien la aversión del presidente hacia Lerroux. Al enviarle el informe a Don Niceto conseguían un doble efecto: chantajearle a su vez, pues si no actuaba podría presentársele como encubridor de un delito, y al mismo tiempo brindarle la posibilidad de deshacerse de Lerroux.
 
Don Niceto reaccionó inmejorablemente para los planes de los autores de la intriga: advirtió a Lerroux, que no dio importancia al asunto, y poco después lo destituyó, sustituyéndolo por Chapaprieta. Ante la arbitrariedad de Don Niceto, políticos de derecha y radicales ofrecieron a Lerroux un banquete de desagravio, en el cual el resentido homenajeado pronunció unas palabras contra el presidente. Éste, hombre extremadamente susceptible, decidió entonces vengarse, como explica en sus memorias con feroz satisfacción: "A los pocos días hubo una serie de tardías indigestiones políticas a consecuencia de tal banquete, casi tantas como cubiertos", pues "fue ya imposible retardar más el planteamiento oficial de los escándalos".
 
El presidente había utilizado el mensaje de Strauss como medio de presión y luego de ataque en toda regla a Lerroux, dándole publicidad cuando le convino. Con ello desató un escándalo tremendo por un affaire de calderilla, como fue descrito justamente, pero inflado de forma brutal por los partidos y la prensa, hasta hundir al Partido Radical.
 
Los aspectos externos del asunto son bien conocidos, pero lo son mucho menos las interioridades, que he descrito en Los personajes de la República vistos por ellos mismos y aquí resumo. Todavía falta una monografía que estudie a fondo este suceso, en parte debido a que la mayor parte de la historiografía ha tendido a considerarlo con cierta frivolidad, ignorando su tremendo y trágico impacto sobre el destino del régimen. Pues la intriga urdida entre Azaña y Prieto, valiéndose de un vulgar chantajista y con la cooperación final de Alcalá-Zamora, hundió al partido republicano más moderado, debilitando dramáticamente las defensas de la sociedad ante la radicalización creciente impulsada por otros partidos.
 
 
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