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HAZ LO QUE DIGO, NO LO QUE HAGO

La hipocresía progre, al descubierto

En medio de los ataques, dentro y fuera de EEUU, contra la derecha liberal-conservadora por parte de la izquierda, aparece ahora un libro que pone al descubierto la hipocresía de los “progres”, falsificadores que viven de modo muy distinto al que predican. A partir de una incontestable documentación, Peter Schweizer muestra sus mentiras.

En medio de los ataques, dentro y fuera de EEUU, contra la derecha liberal-conservadora por parte de la izquierda, aparece ahora un libro que pone al descubierto la hipocresía de los “progres”, falsificadores que viven de modo muy distinto al que predican. A partir de una incontestable documentación, Peter Schweizer muestra sus mentiras.
Detalle de la portada de DO AS I SAY (NOT AS I DO).
Dos semanas en las librerías han bastado a Do as I say (not as I do) [Haz lo que digo (no lo que hago)] para encaramarse a la lista de obras más vendidas en el mercado editorial norteamericano. Peter Schweizer, conocido experto en defensa y seguridad y miembro del Instituto Hoover, desenmascara sin complejos la hipocresía de las izquierdas en EEUU. Lo hace contrastando los hechos de varios conocidos personajes de la vida pública norteamericana que son pauta y modelo del antiliberalismo y el odio a la derecha.
 
Las tesis de Schweizer resultan inapelables y se apoyan en unos datos objetivos: informes financieros, documentos legales y judiciales, noticias contrastadas, declaraciones de los implicados y una exhaustiva comprobación de datos que –por certeros– ponen en evidencia el contradictorio y falaz pelaje de varios iconos de la progresía.
 
Aquí se abordan las discrepancias entre lo que dichas figuras dicen públicamente y lo que hacen en privado. Por un lado, Schweizer muestra los modos en que estas figuras abogan permanentemente por políticas de talante social, regulaciones estrictas contra las grandes empresas, el reclamo de una amplia subida de impuestos, la defensa de la ampliación de programas como la "Acción Afirmativa" y, en fin, otras ideas en la órbita del mal llamado "progresismo". Por otro lado, confirma la falsedad permanente de esos individuos –socialistas de caviar–, que viven de un modo que se contradice con lo que afirman defender.
 
Michael Moore.El acierto de Schweizer radica en proceder a la disección con datos, ejemplos, fechas, nombres y apellidos, los de aquellos personajes que más insistentemente han despreciado el ideario liberal-conservador y más han aireado un ramplón relativismo. Nos referimos a conocidas figuras de la vida estadounidense, tanto en la esfera de la política (los Clinton, la senadora demócrata Nancy Pelosi, el candidato verde Ralph Nader…), la cultura (Noam Chomsky, Cornel West) o el entretenimiento (Michael Moore, Al Franken, Barbra Streisand).
 
Ninguno de ellos sale bien parado en este libro, pues su autor demuestra cumplidamente –y con una prosa suelta teñida de humor– la tamaña desvergüenza de sus acciones privadas, siempre en constante contradicción con su demagogia pública y dogmática. Es en este particular donde es posible entender y comprobar la falsedad de esta tribu de individuos que ejemplifican lo peor de cada casa y la falacia hipócrita de decir y defender –en nombre de una falsa solidaridad– lo que ni hacen ni se creen.
 
Schweizer nos cuenta, por ejemplo, que Michael Moore –pese a su ataque a las grandes compañías– pidió dinero a Disney para producir Fahrenheit 9/11. Nos enteramos de cómo compró acciones en la compañía Haliburton, la misma que tanto criticó luego respecto a Dick Cheney y la Guerra de Irak. También hay datos de que invirtió en Boeing. Todo ello contradice sus declaraciones de odio al capitalismo y sus negaciones de haber comprado acciones en bolsa.
 
Otro espécimen de la progresía mentirosa es Cornel West, quien desde la tergiversación de las cuestiones de raza predica el odio permanente contra EEUU pero que vive en un vecindario de blancos adinerados, igual que Moore –siempre tan dado a tachar a EEUU de nación racista–. Noam Chomsky es otro. Practica el capitalismo pero se presenta como anticapitalista; exhibe antimilitarismo en todos sus libros pero esconde que se ha hecho millonario gracias a sus ricos contratos personales con el Pentágono.
 
Ted Kennedy.Schweizer se ocupa, asimismo, del senador demócrata Ted Kennedy, el mismo que insiste en sus mítines en defender la educación publica pero cuya familia acaba mandando a sus hijos a colegios y universidades privadas. Los Clinton no quedan tampoco bien parados: mientras profesan una constante defensa de la necesidad de pagar más impuestos, a la hora de la verdad se aprovechan de las deducciones fiscales que tanto critican. A eso se añade la falsa defensa de la mujer en Hillary, al permitir a su esposo no ya sólo mentir bajo juramento, sino descalificar y destruir públicamente a varias mujeres que alegaron repetidos acosos sexuales por parte del ex presidente.
 
También hay para la senadora californiana Nancy Pelosi, la amante de las clases obreras que públicamente apoya a los sindicatos pero que tiene varios negocios y acciones en viñedos del valle del Napa, restaurantes y otras empresas hoteleras que ni aceptan ni tienen sindicatos entre sus trabajadores. Pelosi, tan volcada en las causas medioambientales de la izquierda, es la propietaria de un negocio que ha incumplido durante casi una década todas las regulaciones sobre la materia, incluida la no protección de especies en peligro.
 
Otra de las titiriteras de la progresía es Barbra Streisand, la cantante reconvertida en activista del ecologismo que lamenta públicamente la destrucción ambiental y el talado de árboles mientras disfruta de una mansión construida en madera con una superficie de vivienda habitable de 1.000 metros cuadrados. Schweizer documenta, además, que la factura del agua en esa casa es de 22.000 dólares anuales, para mantener verde el jardín; y la Streisand, insultando a la sociedad consumista norteamericana.
 
Estos son algunos ejemplos de la farsa. No se trata de una venganza ideológica, sino de un aviso para los incautos. Schweizer corrobora con datos algo que ya sabíamos: que las izquierdas persisten en juzgarse como más humanas, más morales y más honestas. Basta iluminar un poco los hechos para darnos cuenta de su comedia y de la generalizada bancarrota moral de la progresía, incluida la norteamericana.
 
Aunque ya se va haciendo algo así en el mundo hispánico, hace falta un libro como éste para el caso de la progresía de habla española, para que conozcamos también los entresijos de sus integrantes.
 
 
Peter Schweizer: Do as I say (not as I do): Profiles in liberal hypocrisy. Doubleday (Nueva York), 2005. 272 páginas.
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