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CAMPO SANTO

La literatura aún puede salvarnos

Sebald era para mí un autor de referencia. Era grande, sí, pero distante. Por fortuna, consiguió acercármelo, quiero decir descubrirlo para el mundo de la literatura, es decir de la lectura, la bella novela de Lourdes Millán El archivo de Suzanne, uno de los más bellos e intensos diálogos con un muerto que haya leído últimamente.

Sebald era para mí un autor de referencia. Era grande, sí, pero distante. Por fortuna, consiguió acercármelo, quiero decir descubrirlo para el mundo de la literatura, es decir de la lectura, la bella novela de Lourdes Millán El archivo de Suzanne, uno de los más bellos e intensos diálogos con un muerto que haya leído últimamente.
W. G. Sebald.
Millán consigue en su obra una genialidad: el retrato de un muerto viviente. Genialmente viviente. No se podía hacer mejor homenaje a la obra de Sebald: una conversación con él después de muerto. Eso es exactamente lo que nos distingue de los animales. Es el principal mandamiento de la literatura de Sebald: recordar a los muertos.
 
Me doy cuenta de esta singularidad, en realidad, de la perspicaz inteligencia de Lourdes Millán, cuando acabo de leer Campo Santo, una buena síntesis, una colección de textos de Sebald. Tanto los cuatros fragmentos para una novela como los ensayos recogidos aquí son un magnífico resumen de esa preocupación clave de Sebald por los muertos, por la memoria y por la historia. Por el pasado. Sin él no existe posibilidad de cultura ni, por supuesto, de ser genuinamente humano.
 
Quien no cuenta con los muertos, quien los oculta o los desprecia, quien se despide demasiado rápido de ellos, está cavando su fosa. Es una manera terrible de despedirse de la civilización para instalarse en la barbarie. Es menester, pues, recuperar el duelo y la tristeza, el luto y la pena, la memoria y el testimonio de una civilización que se hunde. Sin el recuerdo de nuestros muertos, la civilización desaparece.
 
Más aún, el recuerdo de los muertos, o sea del pasado, no sólo nos diferencia de los animales, sino que instituye nuestra humanidad. No se trata de ser más o menos humanos, sino de humanizar, de revivir a nuestros muertos, porque sin ellos apenas comprendemos el presente, y menos aún podremos actualizar la esperanza.
 
La decadencia del culto a los muertos es el principal síntoma de la barbarie contemporánea. Vivir en el pleno actualismo, por decirlo con nuestro Ortega, es la forma dominante del salvajismo. Ejercitar la memoria, es decir, dar testimonio por escrito de esos muertos, es lo único que puede detener el declive de la civilización occidental.
 
La literatura, especialmente la obra entera de Sebald, y muy especialmente este libro, está dedicada por completo a mostrarnos una alternativa sin subterfugios: o nos hacemos cargo de nuestros muertos o no somos nada.
 
Hacerse cargo, sí, del pasado, incluido el más trágico de su tierra natal, es la principal función de la literatura, de la gran literatura, de este alemán nacido en 1944 que se marchó a los 21 años de su patria, "un territorio en gran parte desconocido" y nunca libre de sospecha, para alojarse sólo como huésped en Inglaterra, a la que siempre sintió entre la familiaridad y la dislocación.
 
La lucha de su cuidada prosa por la recuperación del sufrimiento, la tristeza y la memoria, en realidad, de la trascendencia de los muertos para aquí y ahora, halla en este libro capítulos memorables; por ejemplo, el titulado "Construcciones del duelo", una durísima crítica a la sociedad alemana por su "incapacidad de entristecerse", de sentir duelo, dicho con el magistral libro del matrimonio Mitscherlich, publicado en 1967, y que sirve de inicio a su impresionante ensayo sobre la desaparición y pérdida de la trascendencia de nuestros muertos en la literatura alemana de posguerra.
 
Campo Santo nos permite seguir con precisión la evolución intelectual de Sebald. Evolución que le permitió, posteriormente, desarrollar una de las obras narrativas más importantes del siglo XX. Una obra, por otro lado, crucial para saber que no hay crítica de la sociedad sin crítica previa de la cultura, especialmente de la literatura. Peter Handke, Günter Grass, Wolfang Hildesheimer, Peter Weiss, Jean Améry, Peter Herbeck, Kafka, Navokov, Chatwin son, entre otros grandes autores, referentes cruciales para comprender el principal mensaje de Sebald: la literatura aún puede salvarnos. Puede hacer frente a la injusticia y al olvido.
 
 
W. G. SEBALD: CAMPO SANTO. Anagrama (Barcelona), 2007, 245 páginas.
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