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NARRATIVA

La loca de Chillán

Nadie busque "argumento" en esta novela, si por tal entiende un razonamiento para demostrar algo, o para persuadir a alguien de la bondad de una idea o un pensamiento. Nada que tenga que ver con un ensayo ideológico hallará aquí el lector de mirada limpia. Dar noticia de lo que hay sin prescribir nada es el gran logro de La loca de Chillán. O sea, es una genuina novela.

Nadie busque "argumento" en esta novela, si por tal entiende un razonamiento para demostrar algo, o para persuadir a alguien de la bondad de una idea o un pensamiento. Nada que tenga que ver con un ensayo ideológico hallará aquí el lector de mirada limpia. Dar noticia de lo que hay sin prescribir nada es el gran logro de La loca de Chillán. O sea, es una genuina novela.
Es difícil hallar en el mercado literario español, a veces tan encanallado por una falsa ideología de lo políticamente correcto, más limpieza normativa que la mostrada en esta obra. La época y los personajes aparecen como son. Todos responden a la realidad. Son reales. Son de novela. Vitales. Además, ninguno aparece cruelmente deformado. En el peor de los casos, sus miserias son dulcificadas. Son como son.
 
Lejos de ser un texto dogmático, o una novela de tesis, esta obra es un fresco histórico sobre España, o mejor, sobre unos determinados españoles obligados a vivir fuera de España durante la época de Franco, especialmente en las décadas de los 60 y 70, casi todos ellos obsesionados por ver caer la dictadura. Exiliados, autoexiliados, personas obligadas por su circunstancia personal a trabajar en organismos internacionales, embajadas y consulados, en fin, todos esos españoles que formaban la llamada "colonia hispánica" en el extranjero, en este caso en Ginebra sobre todo, son no sólo los protagonistas del libro, sino su argumento central.
 
Sí, el asunto principal de esta obra son esos personajes, esos españoles, que contemplan España desde el exterior. Éste es, en efecto, el argumento –en esa segunda acepción del vocablo argumento– de la novela. Duque inmortaliza, fija con escritura bella, lo efímero, incluso lo más superficial, de esos personajes, sus situaciones y peripecias cotidianas y políticas. Una obra de creación para entender, universalizar, los modos de pensar y comportarse unos personajes reales: diplomáticos, traductores de organismos internacionales, escritores en formación hasta lograr un nombre en la República de las Letras, políticos en el exilio, arribistas de la política y, siempre, españoles picados por nuestro peor defecto, a saber, hablar mal de España.
 
Derrotismo y más derrotismo exhiben los más preocupados por la historia de España y por su rabiosa actualidad. Todo es real. Y, sin embargo, la novela está en los antípodas de una narración y un pensamiento derrotistas. Es una obra de afectos y caricias a nuestra historia, incluso a la parte más cruel, y de mirada esperanzada.
 
Pío Baroja.Hay capítulos deslumbrantes. Páginas que podrían haber estado escritas por Baroja. Todas llenas de escepticismo ante las ideologías. La llaneza y la sencillez predominan sobre lo ampuloso y lo complicado. La ironía y el humor no aparecen aquí o allá, sino que son una constante del texto. El propio Aquilino Duque aparece retratado de vez en cuando en la novela como Alfred Hitchkock aparecía en sus películas: uno que pasaba por allí es captado por la cámara como es... Memorables son algunos finales de capítulo, para reírnos cervantinamente de personajes más simplones que cínicos. Gentes sin convicciones. Magnífica e inolvidable es la descripción de un nacimiento y un funeral en Roma…
 
"La loca de Chillán" es Visita, uno de los personajes centrales de la novela. Nació en Chillán, al sur de Chile, de padres muy ricos, y llegó a formar pareja en Europa –pasa por Ginebra, París, Roma y Barcelona– con Crisanto, español "excluido" o expulsado de la carrera diplomática. En torno a esta pareja gira toda la novela. Es una pareja que tiene principio, desarrollo y fin, porque Visita podía haberse casado con otro. Es una novela de "amor" de conveniencia, o sea, sin amor.
 
Junto a esa pareja hallaremos otras no menos interesantes, por ejemplo, las que forma Edgar Carlos, el escritor, con su "hermanastra" y con sus diferentes amantes, por ejemplo Edwige y Renée. Durante algunos capítulos hay un personaje excepcional, Rosa, que acompaña hasta su muerte con una fidelidad inusual a su señora Visita. Rosa y Visita son una síntesis de lo peor y lo mejor de España en Hispanoamérica, y de ésta en su vuelta a Europa.
 
Al lado de esos personajes construidos magistralmente para ser universalizados literariamente aparecen personajes reales con sus nombres verdaderos: el Viejo Profesor, Fernando Sánchez Dragó, Paco Sotelo, Morán, Tamames, Alcoriza, Marco Ferreri, Ariza, Díez Alegría, Alberti, Benet, Pradera, Martín-Santos, Marañón, Gil Robles, Dionisio Ridruejo, Tàpies, Castellet, Federico o Jorge Semprún, Saborit, Alberto Jiménez Frau, etcétera. Unos y otros conviven con pasiones y recelos, con angustias y esperanzas. Todos, reitero, son reales y creíbles.
 
Combinación de la realidad con la imaginación llevada hasta el extremo; tanto, que ni siquiera para el propio autor resultará fácil distinguir lo imaginado de lo realmente sucedido. Literatura en estado puro. No hay ideología. Sólo creación. Sueño y recuerdo se unen sin poder distinguirse. La vida en torno a una circunstancia histórica: personajes y más personajes, un ambiente intelectual subyugado por los tópicos revolucionarios y por el autoritarismo de Franco, la circunstancia de un mundo de exiliados, diplomáticos, trabajadores de organismos internacionales y escritores labrándose una fama, ha sido captada con genialidad.
 
La narración rebosa lirismo por todas partes. Obra de gran estilo. La sabiduría y la cultura que exhalan todos sus capítulos son propias de un hombre cosmopolita a fuerza de ser español. La loca de Chillán conservará su frescura durante décadas. Una obra para disfrutar de la lectura.
 
 
AQUILINO DUQUE: LA LOCA DE CHILLÁN. Pre-Textos (Valencia), 2007, 278 páginas.
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