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TEORÍA POLÍTICA

La satírica vindicación de Burke

Una de las cosas que más caracterizó al s. XX fue hasta qué extremo llegó en él la oclogogía, es decir, la manipulación de las masas; en la que está incluido el arte de convertir el pueblo (demos) en turba (oclos). Y, claro, como se trata de un fenómeno histórico, no es algo que haya ocurrido por casualidad, sino que tiene detrás de sí toda una larga gestación. Pero ¿quedó a las espaldas el problema al pasar la hoja del calendario?

Una de las cosas que más caracterizó al s. XX fue hasta qué extremo llegó en él la oclogogía, es decir, la manipulación de las masas; en la que está incluido el arte de convertir el pueblo (demos) en turba (oclos). Y, claro, como se trata de un fenómeno histórico, no es algo que haya ocurrido por casualidad, sino que tiene detrás de sí toda una larga gestación. Pero ¿quedó a las espaldas el problema al pasar la hoja del calendario?
El mundo fue testigo de una horrenda forma de manifestación del fenómeno que trajo como consecuencia matanzas innombrables, pero con medios muy burdos y con formas de hacer aún muy groseras. Ahora la amenaza, aunque aparentemente sea más recatada, podría ser aún más devastadora, porque ha habido margen para aprender de los fracasos y los medios disponibles son mucho más sofisticados.

La editorial Trotta, en colaboración con el Liberty Fund, ha publicado el más temprano libro del escritor y político (old whig) británico Edmund Burke (1729-1787), Vindicación de la sociedad natural. Una obra que presenta una pequeña dificultad de entrada. ¿Cómo situarse ante ella? ¿Estamos ante un tratado serio en el que el autor expone su pensamiento bajo el velo de una fingida carta, o es, más bien, una sátira? Y si es esto último, ¿qué es lo que se trata de desenmascarar y anular? Leído como una exposición del propio pensamiento, resulta de una ramplonería y superficialidad, al menos para mí, insufrible. Por lo que me decanto por la sátira. Pero ¿de qué? ¿Qué pretende Burke poner en claro?

Buena parte de la crítica considera que lo que intenta criticar Burke es la filosofía de Henry St. John, vizconde de Bolingbroke. Pero los conocedores del pensamiento de éste encuentran que la caricatura no sería representativa. Entonces ¿de qué se trata? La Vindicación no intenta, a mi parecer, enfrentarse simplemente a un pensamiento en concreto, sino a un modo de razonar del que participaban, al parecer de nuestro autor, junto al vizconde, los llamados filósofos de la Ilustración, en cuyo humus están enraizados la Revolución Francesa y sus herederos. De los cuales encontramos numerosos ejemplares en la política, la cultura, la preocupación medio-ambiental, los medios de comunicación... y hasta en la teología de nuestros días. Aquí reside precisamente el interés de estas páginas, en la ejemplificación de un modo de pensar, de convencer al interlocutor, de hacer propaganda, que, con más o menos modificaciones, con unos u otros ropajes, ha viajado a lo largo del tiempo como una constante.

Para Burke, estamos ante un nuevo episodio de sofística. En el prefacio va a subrayar algunas de las características de este tipo de discurso, cuyas maneras fácilmente encontramos hoy en las noticias. Se trata de un abuso de la razón que, por una parte, empieza fascinando la atención del oyente con algún argumento parcial que da crédito de bondad a su proposición y predispone emocionalmente a su oyente; pero los razonamientos nunca profundizan, sino que se quedan en un nivel superficial, pues, en un examen a fondo, fácilmente perderían cualquier ventaja argumentativa y quedaría desvelada su insustancialidad:
Hay un aire de plausibilidad que acompaña a los razonamientos y nociones vulgares tomados del gastado círculo de la experiencia ordinaria que es admirablemente adecuado a las escasas capacidades de unos y la pereza de otros.
Se trata de discursos en los que abundan los argumentos en contra de algo y escasea la proposición concreta, detallada y a fondo de un sistema propio. Es curioso cómo el fingido autor de la carta no hace en realidad una vindicación de la sociedad natural, sino que se limita a desacreditar lo que encuentra en la sociedad recibida.
 
Pero este modo de proceder, centrado en la destrucción de lo anterior, que es el suelo de donde partimos todos, para que emerja lo nuevo, presuntamente oculto y reprimido bajo lo que se trata de demoler, se lleva a cabo con una razón fríamente descarnada y no tiene vida. Entiendo que, con finísima ironía, Burke lo indica al señalar la autoría de la carta: "By a late NOBLE WRITER", es decir, escrita por un noble escritor difunto. Bolingbroke es lo de menos.
 
Burke ha sido con frecuencia tildado de incoherente, entre otras cosas porque, pese a que apoyó, en la década de los setenta del s. XVIII, la llamada Revolución Americana, sin embargo luego fue un incansable opositor de la Francesa. Pero ¿no tienen ambas supuestos distintos, por parecidas que puedan resultar? ¿No son sus concepciones de la libertad –esto se ve claramente en la libertad religiosa– distintas? ¿Cuántos muertos engendró una y cuántos trajeron la otra y sus epígonos?

 
EDMUND BURKE: VINDICACIÓN DE LA SOCIEDAD NATURAL. Trotta (Madrid), 2009, 88 páginas.
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