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'La tela de araña andaluza'

Los hechos ocurren y son siempre ciertos, aunque no siempre sea posible ponerse de acuerdo sobre cuáles son y cómo son. Demos por supuesto que muchos de los hechos de la vida política son ciertos, esto es, pertenecen a la esfera de la verdad civil, observable por muchos e innegable desde el sentido común.


	Los hechos ocurren y son siempre ciertos, aunque no siempre sea posible ponerse de acuerdo sobre cuáles son y cómo son. Demos por supuesto que muchos de los hechos de la vida política son ciertos, esto es, pertenecen a la esfera de la verdad civil, observable por muchos e innegable desde el sentido común.

Por ejemplo, si el presidente acudió a la reunión, es cierto que lo hizo porque puede atestiguarse. Si dijo lo que dijo, hay grabaciones y memorias que lo recuerdan. Si la hija del secretario general está trabajando en tal entidad, es cierto que lo está y es demostrable. Si una juez dio diez días al ministro para hacer tal trámite y el ministro lo negó, si se aporta el auto del juez confirmando el plazo, está claro que el ministro mintió. Si Rusia y China firmaron relaciones diplomáticas es que lo hicieron. Dudar de hechos relativos al ámbito civil, documental o testificalmente demostrables, conduciría al colapso mental, social e incluso jurídico-judicial.

En la comparación entre los distintos hechos podemos encontrar coincidencias. Llamamos coincidencia a la presencia de elementos comunes o semejantes en dos o más hechos. Cuando un elemento compartido es el tiempo, el mismo día, hora o minuto, lo llamamos coincidencia temporal. Cervantes y Shakespeare parece que murieron el mismo día. Una coincidencia. Cuando es el lugar el elemento correspondiente, coincidencia geográfica.

Esto es, para que se hable de coincidencias es preciso que uno o más elementos presentes en un hecho o grupo de hechos se correspondan con esos mismos elementos en otro hecho o grupo de hechos.

Expongamos una de las más clamorosas coincidencias de la época moderna. Es sabido que Edgar Allan Poe escribió un relato llamado La narración de Arthur Gordon Pym. En dicho cuento, nada corto por cierto, un grupo de cuatro marineros se come a uno de ellos, Richard Parker, para saciar el hambre en medio del mar. Esto es, los elementos son naufragio, cuatro supervivientes, canibalismo y un nombre, Richard Parker. Su fecha, sobre 1828.

Algunos años después, en 1884, el velero Mignonette naufragó y cuatro tripulantes supervivientes se comieron a uno de ellos llamado Richard Parker. Impresionante, sin duda, pero insuficiente para alterar nuestra consideración de que todos ellos fueron una coincidencia.

Edgar Allan Poe.Ni el barco se llamaba igual, ni fue la misma o parecida fecha, ni el lugar fue el mismo, ni se llamaban del mismo modo los tripulantes, etc.

Si el nombre del barco hubiese sido el mismo, también el de los marineros supervivientes, y sumáramos más elementos concordantes, tal vez podríamos dudar de nuestra primera impresión de coincidencia. Es decir, el número de elementos comunes puede quebrar nuestra fe en la accidentalidad de los hechos.

Cuando se habla de coincidencia, pues, se habla naturalmente de casualidad, de asombrosa concomitancia de elementos, si se quiere, pero fortuita. Hay coincidencia por tanto cuando no hay voluntariedad, sino azar. Hay coincidencia cuando no hay autoría consciente, sino albur, contingencia, eventualidad.

De este modo, pocos creen que alguno o algunos de los marineros del Mignonette trazaran un plan deliberado para llevar a la práctica el relato de Poe, que, en tal caso, hubiera sido la causa, la influencia necesaria, para que se produjera el hecho.

Puede admitirse casualidad en que fuesen sendos naufragios, frecuentes entonces. También en que fueran cuatro los supervivientes, algo plausible, e incluso en el canibalismo, puesto que en las antiguas leyes del mar, cuando el hambre hacía acto de presencia en situaciones desesperadas, se permitía echar a suertes a cuál de los tripulantes habría de comerse.

Asombrosa es desde luego la coincidencia en el nombre de ambas víctimas, Richard Parker, pero la frecuencia del nombre y del apellido en los países anglosajones hace posible estimarla como coincidencia al tratarse de un solo caso.

Si se hubieran producido otro u otros hechos similares con la misma correspondencia de elementos, por ejemplo, nuevos naufragios de barcos en 1894 y 1938, con otros Richard Parker devorados por otros tres compañeros, entonces la propia racionalidad haría desechar la tesis de la coincidencia.

Dicho de otro modo, hay un momento en que la cantidad de coincidencias en el mismo sentido o el número de elementos presentes en las coincidencias cambia nuestra calificación de los hechos. Que el mismo sujeto aparezca fotografiado en las proximidades del lugar de los crímenes todas las veces que se cometieron no podría ser calificado como coincidencia por nadie.

Hay una especie de valor probatorio en el conjunto de las coincidencias cuando estas superan ciertas cotas de cantidad y/o cualidad, y entonces se siente un cierto asco de la razón a aceptarlas como debidas a la suerte.

En esos casos se comienza a pensar en causalidades más que en casualidades. O lo que es lo mismo, cuando las coincidencias son demasiadas inducen a considerar verosímil alguna hipótesis causal y animan a desechar la presunción de casualidad.

Este es y quiere ser un libro que trata con hechos de la vida política que se refieren exclusivamente al partido que gobierna Andalucía desde 1979, en la mayoría de ayuntamientos y diputaciones y desde 1982 en la Junta de Andalucía.

Durante varios años, en un laborioso y exhaustivo trabajo de campo, los autores han recopilado un gran número de hechos coincidentes o dotados de elementos coincidentes.

Podemos expresar de este modo su estructura: en Andalucía, un gran número de personas pertenecientes al PSOE, sus familiares, sus amigos y sus simpatizantes, han encontrado un puesto de trabajo tanto en las administraciones públicas como en las empresas y entes instrumentales dependientes del dinero público, puestos que no son exclusivamente los vinculados a la libre designación.

Esos son los hechos, y como tales van a ser certificados, aportando una muestra tan amplia de pruebas y documentos que nadie podrá considerar ilegítima la tesis de que en realidad los comportamientos que conducen a tales resultados se han extendido desde los primeros momentos de los gobiernos socialistas hasta ahora.

Pero ¿cuáles son esos comportamientos? ¿Es que, se dirá, los socialistas, sus familias, sus simpatizantes, sus afiliados y/o sus amigos no tienen derecho a ocupar los puestos que sean? Sí, tienen todo el derecho constitucional vigente, como tienen todo el deber constitucional vigente de obtenerlos mediante pruebas de acceso donde primen el mérito, la capacidad, la igualdad de condiciones con los demás ciudadanos a la hora de concurrir a las mismas con limpieza, publicidad y transparencia de los procedimientos.

Si no hubiera sido así, es que algunos comportamientos no habrían sido moralmente lícitos, cuando menos. Las colocaciones a dedo en una democracia sana no son permisibles porque arrebatan la posibilidad de trabajar a quien tiene el mismo derecho que el enchufado, por decirlo de manera castiza y directa, a una vida laboral satisfactoria. El enchufado le sustrae, le roba su trabajo a quien teniendo más mérito y capacidad carece de sus influencias.

Además, las colocaciones a dedo no son admisibles porque condenan a los ciudadanos a ser administrados no por los mejores sino por quienes sólo han demostrado proximidad al poder, pero nunca mérito ni capacidad.

Podemos argüir que los hechos que se van a relatar son ciertos, pero no podemos afirmar con rotundidad que todos ellos se deban a la intervención causal de influencias. Por ello, tenemos que hablar de un inmenso tráfico de coincidencias, siempre del mismo tipo y con los mismos elementos.

Cuando estas muchas, muchísimas coincidencias, además, se dan en las familias componentes de la oligarquía que dirige el régimen socialista pero también en los círculos menores de poder del PSOE, en ayuntamientos, diputaciones y entidades dependientes de lo público, se tiene todo el derecho, racional y moral, a dejar de considerar lo ocurrido en estos últimos 30 años meras coincidencias.

Como decíamos antes, si a la racionalidad humana le repugna la consideración de coincidencia cuando la cantidad de hechos o de elementos coincidentes supera una cierta barrera, los lectores decidirán si lo leído obedece a coincidencias o a influencias.

¿Que otros partidos han hecho lo mismo? En Andalucía ningún otro partido lo ha hecho hasta tales niveles de coincidencias, porque ninguno ha dispuesto del inmenso poder que ha tenido el PSOE en todos los ámbitos de la vida política, económica y social.

Si otros partidos han hecho lo mismo en otras regiones de España y/o en la administración general del Estado, ello deberá demostrarse rigurosamente, como aquí intentamos, y, en cualquier caso, no quitará valor ni rigor a esta investigación.

Nosotros consideramos que lo ocurrido en Andalucía es de una extrema gravedad y que significa una falta de respeto por la democracia y sus valores que sólo es comparable al desprecio que por ellos sienten las autocracias. Si, además, tales comportamientos fueran propios de todos los partidos, estaríamos en una democracia enferma y viciada.

En todo caso, se impondría la necesidad de un cambio de comportamientos democráticos. En el caso andaluz, el cambio es absolutamente necesario, y no es meramente el cambio del partido en el gobierno, condición imprescindible pero insuficiente. Necesitamos un cambio profundo que devuelva ética, iniciativa, responsabilidades y libertades a los andaluces individualmente considerados y a su hoy flaca y endeble sociedad civil.

Todos los ciudadanos andaluces y españoles lo necesitamos.

 

NOTA: Este texto es una versión editada de la introducción de LA TELA DE ARAÑA ANDALUZA, de PEDRO DE TENA Y ANTONIO BARREDA. Pinche aquí para recibir información sobre cómo adquirir un ejemplar.

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