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'ISLAMOPHOBIA: THOUGHT CRIME OF THE TOTALITARIAN FUTURE'

Libertad de expresión: su final y el nuestro

Quisiera dedicar esta reseña a los colegas de Charlie Hebdopenúltimas víctimas del terrorismo islamista, a cuyos ejecutores la revista basura que sale los miércoles jamás pondrá a cuatro patasSe cagan.


	Quisiera dedicar esta reseña a los colegas de Charlie Hebdo, penúltimas víctimas del terrorismo islamista, a cuyos ejecutores la revista basura que sale los miércoles jamás pondrá a cuatro patas. Se cagan.

Islamophobia es un panfleto que es un yoacuso y una advertencia: los peores enemigos de la libertad quieren taparnos la boca antes de someternos a servidumbre o cortarnos la garganta y tienen de su lado a la izquierda más imbécil y suicida, así como –añado yo– a cuatro buenazos que de puro buenos son estúpidos, a la facción majara del liberalismo, a la derecha cagapoquito y a los curastrones que hubieran preferido que Cristo en vez de peces multiplicara las mordazas. Joder qué tropa.

A lomos de la political correctness, los peores enemigos de la humanidad, sus palmeros y la recua de tontos útiles quieren proscribir toda crítica al islam, esa religión que tiene por último profeta a un menorero despiadado que –no todo iban a ser virtudes– gustaba de saquear al prójimo y ver las espadas de los suyos chorreando.

"Es que las creencias...". ¿Las creencias? Que se hagan respetar. "Es que el Otro...". ¿El Otro? Que se lo haga mirar, como todos. A veces, el infierno son... nosotros.

La libertad de expresión fue, es y será esto. Es una verdad que de puro evidente no necesita explicaciones, no sea que los malos, los peores y los papanatas de los indiferentes vayan a tomarlas por justificaciones. Hasta ahí podíamos llegar. Y al que le pique, que se rasque. O que haga como los monos de Nikko: no mirar, no hablar, no escuchar. Pero que aparte sus sucias manos de mis manos. De mi boca. De mis ojos. "Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla". Tocqueville y con él Hayek en el memorable y pavorosamente actual Camino de servidumbre. Pues eso.

Islamofobia es el nombre que se viene dando a una modalidad moderna de crimen de pensamiento. El propósito del sufijo en el término islamofobia es sugerir que cualquier temor asociado con el islam es irracional, aunque ese temor tenga por base el hecho de que su profeta y sus imanes de ahora mismo llamen a los fieles a matar infieles, o que los ataques del 11-S fueran perpetrados para dar cumplimiento a esos llamados. Peor aún, se trata de sugerir que tal respuesta a tales ataques refleja una intolerancia que, ésta sí, debería suscitarnos temor.

Se trata de criminalizar el pensamiento. De asesinar a la Verdad quitándole el oxígeno. De deshumanizar: el hombre no es hombre si no dice; ¡y sí, si no yerra, miente, se acalora y equivoca! Para los totalitarios, todos los años son 1984.

Quieren aprovechar la sensibilidad ambiente, el buenismo criminógeno imperante en Occidente, para silenciarnos y convertirnos en corderos. Los matarifes. Que no tienen vergüenza ni quien se la ponga: piden respeto a las religiones, los sátrapas del mundo islámico, incluso consiguen que la ONU condene el "vilipendio" de la religión –dejando la puerta abierta a la adopción de leyes contra la blasfemia–, mientras en sus países exterminan a los cristianos, no dejan que viva un judío y consideran a los politeístas poco menos que subhumanos.

Para endulzar la amarga píldora, la resolución de la ONU contra el "vilipendio" condena no sólo la "islamofobia", también la "judeofobia" y la "cristianofobia". Pero esto es una mera concesión a las sensibilidades occidentales y las fastidiosas nociones relacionadas con la libertad de expresión, no algo que los pergeñadores musulmanes del documento se tomen en serio. Ni las matanzas de cristianos en Egipto, Irak, Pakistán e Indonesia, ni los ataques terroristas en Israel en plena Pascua judía ni el resto de actos de intolerancia musulmana hacia otras religiones han motivado jamás a la Organización de la Conferencia Islámica a hacer llamamientos a la censura desde Naciones Unidas. (...) El clarísimo objetivo de la resolución contra la blasfemia es proscribir la islamofobia en los países no musulmanes, no acabar con el odio musulmán hacia los cristianos, los judíos y los adeptos a otros credos.

Las legislaciones antiblasfemia suelen ser engendros evacuados por los peores enemigos de casi cualquier Dios. ¡Qué se habrán creído! ¡Por quién Le habrán tomado! "Las leyes antiblasfemia son la auténtica razón por la que los Padres Fundadores crearon la Primera Enmienda", escriben Horowitz y Spencer, luchadores por la libertad, patriotas americanos. Los Padres Fundadores, que no eran precisamente pérfidos aduladores del Anticristo. Igualmente ceden la palabra a Jonathan Turley, profesor de leyes en la Universidad George Washington:

A menudo se defiende la pertinencia de leyes poco menos que antiblasfemas como si fueran necesarias para proteger los ideales de tolerancia y pluralismo. Ignoran el hecho de que esas leyes conquistan la tolerancia por un medio paradigmáticamente intolerante: criminalizando la capacidad del individuo para denunciar valores considerados sagrados o sensibles. No necesitamos la libertad de expresión para proteger pensamientos o gentes con amplio predicamento. La libertad de expresión está diseñada para proteger a aquellos que desafían a la mayoría y a sus instituciones. La crítica de la religión es la verdadera medida de la libertad de expresión, institución social auténticamente sacrosanta.

A Occidente lo quieren colgar y Occidente, degenerado, se dispone a levantar el cadalso. Como si esa actualización abominablemente inane del mandato cristiano de poner la otra mejilla lo fuera a salvar del exterminio. Estupefaciente, grotesco, trágico. ¡Otra vez!

Nidal Malik Hasan habló y no paró del asco que le daban los Estados Unidos judeocristianos o neopaganos, del supremacismo islámico, de la sharia, de los mártires que se matan matando. "En su tarjeta de visita se leía 'SOA', un socorrido acrónimo entre los yihadistas para referirse a un 'Soldier of Allah'". Nidal Malik Hasan trabajaba en Fort Hood, Texas. Y nadie le dijo jamás nada, pese a lo que decía, vaticinaba, amenazaba. Por temor al qué dirán. ¡Islamofobia!

El 5 de noviembre de 2009 (...) entregó un ejemplar del Corán a una vecina y le dijo: "Voy a hacer una buena obra para Dios". Más tarde (...) entró en el centro (...) donde unos soldados estaban siendo sometidos a revisión médica antes de partir a sus destinos de ultramar. Gritando "Allahu akbar" [Alá es grande], Hasan sacó una pistola y empezó a disparar. Antes de que fuera abatido pudo matar a 13 soldados americanos desarmados y herir a otros 30.

El informe oficial sobre la matanza de Fort Hood no menciona el islam, el terrorismo ni el yihadismo.

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Clama CAIR, el potente Council on American Islamic Relations, vinculado a la organización terrorista Hamás, contra la islamofobia, término –informan Horowitz y Spencer– acuñado por otra organización evacuada por la Hermandad Musulmana, el International Institute for Islamic Thought. CAIR denuncia que la islamofobia está causando estragos en los Estados Unidos. Pero luego uno consulta los datos del FBI (2009) y se encuentra con que son los judíos, no los musulmanes, las víctimas de tres cuartas partes de los crímenes de odio religioso registrados en los Estados Unidos, "no pocos de los cuales son cometidos por musulmanes contra judíos".

En cambio, los crímenes de odio contra los musulmanes representan sólo el 8% de los registrados, o un total de 132 en un país con 300 millones de habitantes.

CAIR o el escarnio. Menos lágrimas de cocodrilo verde islamista y más hechos por los derechos; de todos.

Si sinceramente quiere que disminuya la preocupación que los americanos sensatos pueden tener acerca de la guerra santa islámica y el alcance de su apoyo entre la comunidad musulmana, puede hacerlo de manera efectiva condenando la yihad en vez de atacar a sus detractores. Puede dirigir su indignación hacia aquellos musulmanes que cometen actos violentos en nombre del islam. Puede repudiar las declaraciones de sus propios líderes en que se expresa el deseo de que la Constitución sea reemplazada por la sharia. Puede declarar con claridad y sin lugar a equívocos que los civiles americanos e israelíes son víctimas inocentes del terrorismo islámico, y condenar a su organización hermana Hamás por señalarlos como objetivo y por llamar a la "erradicación de Israel". Puede enseñar en las mezquitas y madrazas que los musulmanes deben coexistir pacíficamente como iguales con los infieles (...). Y puede oponerse a las leyes antiblasfemia (...) que representan un ataque directo a la Declaración de Derechos.

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Las líneas finales de la conclusión, precedidas por páginas desoladoras sobre la non sancta alianza entre islamistas e izquierdistas y el macartismo progre que carcome las universidades norteamericanas, son también para enmarcar: que nadie diga luego que nadie dio la voz de alarma.

El demagogo Huey Long dijo que si alguna vez el totalitarismo llegara a Estados Unidos lo haría haciéndose llamar antitotalitarismo, o tolerancia. La que da forma a la campaña contra la islamofobia es la doctrina totalitaria perfecta, pues su primer cometido es proscribir la libertad de expresión, y por extensión la libertad en su conjunto, en nombre de la tolerancia religiosa.
 

Post scriptum: el título de este artículo es a la vez una invitación a la lectura del ensayo "Libertad de conciencia. Su final y el nuestro", de Álvaro Martín, publicado en el número 30 de LA ILUSTRACIÓN LIBERAL. Imprescindible.
 

ROBERT SPENCER y DAVID HOROWITZ: ISLAMOPHOBIA: THOUGHT CRIME OF THE TOTALITARIAN FUTURE. David Horowitz Freedom Center (Sherman Oaks, California), 2011, 75 páginas.

MARIO NOYA, jefe de Suplementos de LIBERTAD DIGITAL.

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