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LA VIDA DE CHESTER BROWN

Memorias en cómic de un putero

Pagar (y cobrar) a cambio de sexo cuenta la leyenda que es una actividad económica muy antigua. De hecho, seguramente es anterior a la propia especie humana, ya que también se practica en otras. Por ejemplo, las chimpancés intercambian sexo a cambio de carne. En cuanto a las hembras humanas, el negocio es todo un éxito de público aunque, como veremos, no tanto de crítica.


	Pagar (y cobrar) a cambio de sexo cuenta la leyenda que es una actividad económica muy antigua. De hecho, seguramente es anterior a la propia especie humana, ya que también se practica en otras. Por ejemplo, las chimpancés intercambian sexo a cambio de carne. En cuanto a las hembras humanas, el negocio es todo un éxito de público aunque, como veremos, no tanto de crítica.

Según cálculos hechos a ojo (de buen proxeneta, supongo), en España trabajan como prostitutas entre 100.000 y 400.000 mujeres (el ojo en cuestión es un poco miope), que generan cerca de 18.000 millones de euros. Más incluso que el otro gran mercado negro, el de la droga. Ambos profesionales, zorras y camellos, serían una gran fuente de ingresos para el Estado si éste decidiese legalizarlos: 8.000 millones de euros sólo en el caso de la prostitución.

Pero la prostitución ha estado mal vista tanto desde la derecha cristiana como desde la izquierda feminista. Así, desde el hembrismo se la ataca por ser una manifestación de la "institución masculina patriarcal" y "la violencia, la marginación, la dificultad económica y la cultura sexista y patriarcal" en un contexto de "inigualdades de género perpetuadas". La izquierda más fundamentalista –la que jamás se reconocería en el "socialismo a fuer de liberal" de Prieto o Fernando de los Ríos– considera que si se legalizara la prostitución el Estado se convertiría en proxeneta (no parece sin importarle mucho que si la prohibiese se convertiría en inquisidor).

En el mismo sentido, la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres ha pedido que se penalice al "prostituidor" y la presidenta del Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres, Rafaela Pastor, ha insistido en la necesidad de "criminalizar y reprobar al consumidor de prostitución y no a las mujeres que se ven forzadas a ejercerla". Paradójicamente, ninguna de estas asociaciones que presuntamente protegen a las mujeres parecen escuchar a las implicadas directamente, como Hetaira o Valérie Tasso.

Por el lado de la derecha cristiana, Ron Paul, uno de los candidatos republicanos a la Casa Blanca, no ha podido en este caso poner su apuesta política libertaria por encima de sus convicciones morales baptistas y no sólo ha rechazado ostensiblemente el dinero ofrecido a su campaña por un burdel de Nevada, sino que ha aclarado que habría votado en contra de la legalización de la prostitución en dicho estado. Pero no creo que rechazase dinero de la industria armamentísca y está a favor de legalizar las drogas... Sostenía Pío Moa en su blog en Libertad Digital:

Estas actitudes [a favor de una descriminalización de la prostitución] chocan directamente con la cultura cristiana, que siempre condenó la prostitución en nombre de la preservación de la familia y de la fidelidad conyugal.

Es en este contexto de discusión política en el que ha aparecido la novela gráfica (y ensayo) de Chester Brown titulada Pagando por ello, subtitulada en su original norteamericano "A comic-strip memoir about being a john", es decir, "Memorias en cómic de un putero". Como suele ocurrir con Brown (Louis Riel o Nunca me has gustado), en el cómic relata sus experiencias personales, en este caso evidentemente sobre cómo pasó de tener novia a tener escort. Dentro del costumbrismo social crítico, en la estela de Robert Crumb (que le escribe el prólogo) o Will Eisner, Brown utiliza una anécdota de su vida para categorizar la sociedad en la que vive.

Suele pasar que, como teorizó La Unión, "si te deja la novia, te jodes". Brown no sólo no se jodió sino que siguió compartiendo piso con su ex, que pasó a ser su "mejor amiga", y el nuevo novio de ella. La respuesta de manual de autoayuda habitual consiste en no perder la confianza en uno mismo y la sugerencia cínica apunta a echarse una nueva novia lo más rápido posible. Brown reflexionó un poco más sobre la esencia del amor y llegó a la misma conclusión que desde Platón han planteado los revolucionarios utópicos: el problema es la propiedad privada de la pareja, la posesión del Otro, el amor egoísta, en definitiva, la monogamia "hasta que la muerte os separe" (¡glup!).

De lo que dedujo que lo mejor sería probar el sexo con Carla, Angelina, Anne, de nuevo Angelina, de nuevo Anne, Amanda, de nuevo Anne, Susan, de nuevo Anne, Wendy, de nuevo Anne, Diane, Danielle, Jolene, de nuevo Anne, Gwendolyn, Alexis, Hillary, Myra, Jenna, Kitty, Larissa, Arlene, Edith, Laura, Denise, Nancy, Millie. Y vuelta a la monogamia (pero esta vez de pago).

Con el formato de un documental en primera persona, Pagando por ello no sólo es un recital de línea clara y trazo fino sobre los diversos encuentros sexuales de Brown con variadas prostitutas, también una sosegada exposición de las conversaciones con sus amigos sobre la naturaleza del amor (en sus diferentes vertientes ludus, storge, eros, ágape, manía o pragma), de la monogamia en particular y del sexo en general. Basándose en un formato de viñetas pequeñas, que le permite gran flexibilidad y la combinación de acción y pensamiento, alternando el plano general de las escenas sexuales con el plano medio de las conversaciones con amigos y prostitutas, lo que caracteriza a Brown es una aproximación cerebral tanto a la historieta como a la problemática tratada, huyendo tanto del sentimentalismo a lo Pretty Woman como de la pornografía a lo @NachoVidalporn (saludos a Julia y Nacho), en un ejercicio de objetivación psicológica que prima la lógica abstracta sobre la emocionalidad primaria sin que, por otra parte, terminemos viéndolos como robots sino, simplemente, como canadienses.

La novela gráfica se complementa con un apartado final de apéndices en los que Brown discute por extenso materias como "La normalización de la prostitución", "Los derechos sexuales", "La propiedad del propio cuerpo", "Los puteros no compran mujeres", "La elección", "La comercialización de lo sagrado" o "El tráfico de esclavas humanas"; en ellos expone, en forma de debate con sus antagonistas conservadores o feministas (a la manera de un Santo Tomás de Aquino de burdel), su punto de vista libertario sobre la cuestión de la prostitución, que entronca, como decíamos, con la institución cultural de la monogamia permanente y la entronización dogmática de un determinado tipo de amor (ver supra). Alejado tanto del prohibicionismo de Suecia como de la legalización y regulación de Nevada, su propuesta de mantener en la alegalidad la prostitución se basa tanto en una confianza roussoniana en los seres humanos como en una desconfianza hayekiana en el Estado. Pero es que, como he dicho, es libertario a fuer de canadiense. O viceversa.

 

CHESTER BROWN: PAYING FOR IT. Drawn & Quarterly (2011), Montreal (Canadá), 292 páginas.

Pinche aquí para acceder al blog de SANTIAGO NAVAJAS.

twitter.com/santiagonavajas

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