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EL GUIRIGAY NACIONAL

Palabras, palabras, palabras

Cuando Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, decidió hacer una nueva edición del Guirigay nacional que publicó en 1981, a su regreso a la patria tras 14 años de ausencia, hubo de actualizarlo: no en vano, habían pasado casi 20 años.

Cuando Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, decidió hacer una nueva edición del Guirigay nacional que publicó en 1981, a su regreso a la patria tras 14 años de ausencia, hubo de actualizarlo: no en vano, habían pasado casi 20 años.
Detalle de la portada de EL GUIRIGAY NACIONAL.
Aunque se había producido una esperable evolución en los hábitos lingüísticos, Tamarón se encontró con que en esa "peculiar jerga politiquera y gacetillera" había pocas novedades importantes, y que las cosas iban "tranquilamente a peor con la misma mezcla de imprecisión y cursilería". El incremento de los eufemismos políticos, la creación de ciertas nociones, como la de "talante" y otras similares, no ha venido, según Tamarón, a variar sustancialmente el panorama, ya de por sí desolador, que refleja en sus antiguas crónicas de la primera edición de esta obra, donde se recogían sus artículos lingüísticos, aparecidos en el ABC desde abril de 1985 hasta enero de 1988.
 
Desde este punto de vista, el autor tiene toda la razón del mundo, pero estoy convencida de que su afirmación sería muy otra de haber tenido en cuenta que en esos dieciocho años se ha producido uno de los factores más perturbadores del lenguaje y de la comunicación de los últimos tiempos. Me refiero a Internet, universo que Tamarón no contempla en este libro, sin duda deliberadamente. La distorsión que ha producido en el citado panorama lingüístico es tal, que dudo de que este zahorí del lenguaje pudiera aplicar para comentarla el mismo método que utiliza para analizar los solecismos, cateterías y cursilerías que con tanto ingenio detecta.
 
Su campo de estudio, que diría un sociólogo, se refiere, pues, a la lengua escrita y hablada de la clase intelectual y política, y sus apreciaciones al respecto van más allá de la mera y más que justificada crítica filológica. Algunos de los artículos son realmente antológicos, y convierten este libro en una de las mejores aportaciones a la historia de la estupidez humana, digna de codearse con el Tontario de Flaubert (autor al que cita en más de una ocasión ) o con algunos escritos de Alberto Savinio, Robert Musil, Cipolla, etc.
 
Aunque este guirigay no tiene desperdicio, recomiendo en particular los artículos dedicados a la concesión de premios: "Premios de 1985" y "Premios de 1986", "Tontos en varios idiomas" o "El tonto español". En ellos Tamarón derrocha ese ingenio que ya le está haciendo famoso, perdón, que está haciendo famoso al programa de Fernando Sánchez Dragó en Telemadrid (Las noches blancas).
 
Sirvan estos botones de muestra: Premio Papel de Fumar al eufemismo político, otorgado a Miguel Roca por su frase: "El sector público está sobredimensionado y debe resituarse". Premio Municipal y Espeso de prosa administrativa al Ayuntamiento de Sevilla, que "tiene como fin resolver problemas producidos por angosturas puntuales en articulaciones estratégicas del viario, ocasionando puntos de conflicto que reducen la eficacia del funcionamiento capilar del tejido"; o sea, explica Tamarón, para evitar atascos. Nos recuerda aquello de "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa" que ridiculizó Antonio Machado. Premio Príapo Pétreo a la precisión exquisita. Premio Dr. Mengele al ojo clínico: "Un video de Andrei Sajarov muestra la salud del académico a punto de deteriorarse", encontrado en un periódico. Y así muchos más.
 
Moraleja: las palabras nunca son inocentes, y la escritura automática no sólo la practican los surrealistas.
 
 
Marqués de Tamarón: El guirigay nacional. Ensayos sobre el habla de hoy. Áltera, 2006; 269 páginas. Prólogo de Amando de Miguel.
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