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ESPAÑA EN LA VIDA ITALIANA DEL RENACIMIENTO

"... porque Dios se había hecho español"

Fue publicado por primera vez en 1915, pero los eruditos académicos y los editores lo han tenido siempre escondido. Pobre, y descerebrada, Academia. Ahora lo vuelve a sacar Renacimiento en una espléndida edición.

Fue publicado por primera vez en 1915, pero los eruditos académicos y los editores lo han tenido siempre escondido. Pobre, y descerebrada, Academia. Ahora lo vuelve a sacar Renacimiento en una espléndida edición.
Benedetto Croce.
Estamos ante una obra seria de un filósofo grande, el más grande de la Italia de la primera mitad del siglo XX, dedicada por completo a mostrar y, sobre todo, a pensar las relaciones entre España e Italia desde la Edad Media hasta el siglo XVIII (y, en algunos casos, me atrevería a decir que hasta principios del siglo XX).
 
Aunque es cierto que los capítulos fundamentales están dedicados a mostrar la influencia española en la Italia de los siglos XV, XVI y XVII, la tesis fundamental de esta obra es que no pueden entenderse la vida y la cultura italianas sin la influencia de España. Es un libro histórico y filológico, un libro de investigación y ensayo, un libro de narraciones y explicaciones, un libro de costumbres e ideas, un libro de consulta y vida. Un libro, en fin, importante para saber qué es España y, sobre todo, qué es Italia.
 
España en la vida italiana del Renacimiento es, por un lado, un texto muy objetivo, porque cuestiona permanentemente la vanidad nacional de algunos autores españoles, que sólo ven influencias hispánicas en la literatura italiana (por ejemplo, Amador de los Ríos, cuando mantiene que Brunetto Latino se inspiró en el Septenario de Alfonso X para escribir su Tesoretto, o que sin los cuentistas españoles Bocaccio no habría alcanzado, seguramente, la gloria que obtuvo con el Decamerón); pero, por otro lado, sus páginas están repletas de sugerencias, arbitrarias unas y científicas otras, sobre los caracteres, virtudes y vicios de españoles e italianos.
 
Quizá los que salen peor parados entre todos los españoles sean los que proceden de Cataluña. Como miserables, recelosos, en fin, avaros, han sido retratados los buenos de los catalanes por Bocaccio y el Dante. También Petrarca tuvo palabras terribles contra los catalanes; aunque, según descubre Croce, las suyas no eran expresiones de odio contra los catalanes en particular, sino contra los extranjeros en general.
 
En cualquier caso, lo que parece innegable, a pesar de la crudeza de los juicios sobre los españoles en Italia, es que la literatura italiana se había difundido "entre aquellos bárbaros", y es bien sabido que tanto Dante como Petrarca fueron estudiados, traducidos y emulados en nuestro país, en las cortes de los reyes castellanos y aragoneses: la imitación llegó a su cota máxima durante el reinado de Juan II de Castilla (1407-1454). De tal modo fue esto importante, que a la influencia de Italia sobre España se unió la de ésta sobre aquélla:
Doctos españoles introducían en la península ibérica los estudios de la antigüedad que habían sido realizados en Italia, de suerte que el nuevo aspecto de la vida italiana comenzaba a revelarse entonces para los españoles, cosa que había de ocurrir poco después a los italianos con respecto a la vida española.
Si dejamos aparte sus amorosos estudios sobre la "Nápoles española", o mejor, sobre la imposibilidad de hablar de Nápoles sin España, parece que la empatía que siente Croce por nuestro país alcanza su máximo grado cuando reconoce que gracias a España, a la dominación española, existe Italia:
Mientras España yacía, durante el siglo XVIII, entre exhausta y desfallecida, Italia resurgía, en el gobierno de sus estados, en la economía, en la ciencia, en la literatura, y comenzaba a despertar, o mejor dicho, a autodeterminarse gracias al pensamiento, al sentimiento nacional unitario, que durante la dominación española no fue oprimido, porque efectivamente no existía.
La supuesta oposición de la cultura italiana a la bárbara invasión española no fue tan tajante como algunos lo plantearon. Al final, siguen teniendo razón los dos grandes de la cultura italiana del Renacimiento, en realidad de la cultura italiana de todos los tiempos: España había vencido. Más aún, según Maquiavelo y Guicciardini, había "sabido vencer". Croce es perspicaz al recordar que, si el juicio de los humanistas era resignado ante el poderío español en Italia, era aún más sabia la opinión del político Maquiavelo, quien objetiva y fríamente apostaba por una Italia al modo español:
Maquiavelo y otros políticos soñaban con una Italia que tornase al empleo de las armas y alcanzase el vigor y la proficuidad del pueblo español y de otros, añorando para ella un príncipe italiano que supiese emplear para la desunida, discorde y sierva Italia las artes de un Fernando el Católico. En cuanto al pueblo, o mejor al populacho y a la plebe, también él se resignaba, claro está que murmurando y blasfemando, porque Dios se había hecho español.
 
BENEDETTO CROCE: ESPAÑA EN LA VIDA ITALIANA DEL RENACIMIENTO. Renacimiento (Sevilla), 2007, 380 páginas.
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