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'EL HOMBRE DEL REVÉS'

Que viene el lobo

Buenas noticias para los aficionados a la novela policíaca: vuelve Fred Vargas con su comisario Adamsberg, uno de los personajes más peculiares de este género. Si en su última aventura nuestro investigador peripatético se enfrentaba a un vampiro, en esta ocasión se las verá con otro personaje mítico, no menos terrorífico y sanguinario.


	Buenas noticias para los aficionados a la novela policíaca: vuelve Fred Vargas con su comisario Adamsberg, uno de los personajes más peculiares de este género. Si en su última aventura nuestro investigador peripatético se enfrentaba a un vampiro, en esta ocasión se las verá con otro personaje mítico, no menos terrorífico y sanguinario.

El hombre del revés es la segunda novela de la serie protagonizada por Adamsberg, y ya fue publicada en España –por Espasa– en el año 2001, antes de que Vargas alcanzara el éxito en nuestro país. Felizmente, la editorial Siruela la reedita ahora, con una nueva traducción de Anne Hélène Suárez-Girard. Necesaria recuperación, pues no sólo es una de las obras más originales de la autora, sino que además constituye una pieza esencial para comprender la peculiar personalidad de nuestro comisario. Más concretamente, para poder entender mejor la relación que mantiene con la mujer de su vida: Camille, una joven músico profesional, fontanera aficionada y ferviente devoradora de catálogos de herramientas.

Ella y Adamsberg protagonizan continuas rupturas y reconciliaciones: separaciones que duran lustros y reencuentros apasionados de apenas unas horas. Justifican esta inconstancia en el temor a perder su libertad, cuando en realidad lo que sucede es que son demasiado orgullosos y tercos como para reconocer que se aman, que sienten la necesidad de estar juntos. Prefieren fingir indiferencia, abandonar antes que ser abandonados, desaparecer antes de llegar a sentir algo demasiado profundo que les ate el uno al otro y les haga sufrir. Adamsberg es voluble y caótico en su forma de pensar y de vivir, y no lo es menos en sus relaciones con el sexo opuesto; Camille es un espíritu libre e independiente que teme depender de alguien: difícil combinación.

Al comienzo de El hombre del revés ambos llevan separados varios años y Camille, tras conseguir borrar de su vida al comisario –aparentemente, al menos–, ha encontrado una nueva pareja: un joven naturalista canadiense amante de los lobos, una especie de Félix Rodríguez de la Fuente alto, rubio, cachas y bastante borde. Los lobos, en realidad, desaparecieron de Francia en la década de los 30 del pasado siglo, pero en los años 90 algunas manadas, procedentes de Italia, se establecieron en la zona del Parque Nacional del Mercantour. Es allí donde se desarrolla la mayor parte de la trama; una región montañosa, dura, poblada casi exclusivamente por pastores y ganaderos que, por supuesto, no miran con demasiada simpatía a los lobos ni a los forasteros que los estudian.

Una vez más, Vargas nos presenta su habitual combinación de elementos fantásticos y verídicos, crímenes truculentos y personajes excéntricos, todo ello aderezado con erudición, ironía y los excelentes diálogos a los que nos tiene acostumbrados. El ritmo de la narración y los principales protagonistas, en cambio, son una novedad: Adamsberg y su calma casi exasperante apenas aparecen hasta bien avanzada la novela. Nuestra autora nos invita en esta ocasión a la frenética persecución de un criminal por un trío vengador que atraviesa media Francia a bordo de un camión para ganado: Camille, el joven Soliman –un huérfano africano que tiene memorizado el diccionario e inventa leyendas del Continente Negro– y el Veloso, un anciano pastor que habla con sus ovejas por el móvil para que no le echen de menos. Acompañaremos a este insólito trío en una suerte de road-movie nada convencional, mientras ascienden puertos de montaña por carreteras imposiblemente estrechas, cruzan pueblos cuyos habitantes les miran con suspicacia (no es para menos) y conviven, lo mejor que pueden, en su excéntrico hogar rodante mientras tratan de dar caza a un asesino de lo más particular: nada menos que un hombre lobo.

Esta criatura mítica aparece en leyendas de casi todas las culturas. En Francia, la creencia en estos seres llegó a estar profundamente arraigada; entre los siglos XVI y XVII pareció que una verdadera epidemia de licantropía asolara el país: durante este período se registraron nada menos que 30.000 procesos judiciales contra supuestos hombres lobo. Abundan, asimismo, las crónicas galas que relatan los ataques de bestias de apariencia lupina, como la famosa Bestia de Gévaudan, que inspiró incluso una película: El pacto de los lobos. Fred Vargas se ha basado en ciertos detalles tanto de la leyenda como del largometraje para crear a su licántropo.

Nuestra autora es, no lo olvidemos, una historiadora especializada en Edad Media, arqueozoología, mitos y leyendas de lo más variopinto. Así, puede ofrecernos detalles sorprendentes sobre los hombres lobo, y explicarnos, por boca de uno de sus personajes, que uno de los rasgos que antaño se atribuía a estos seres era la ausencia de vello cuando se encontraban en su fase humana: el pelo del que carecían en el exterior les crecía en el interior. Cuando experimentaban la terrible transformación que los convertía en bestias, su ser se daba la vuelta: aparecían el pelo, las garras, los colmillos y los otros rasgos del monstruo. La creencia en estos hombres del revés motivó que el bárbaro procedimiento para comprobar si un sospechoso era, efectivamente, un hombre lobo consistiera en abrirlo vivo en canal e inspeccionar sus entrañas en busca de pelo.

Vargas no se limita a tomar del folclore elementos fantásticos y truculentos como los citados, y a combinarlos con unos cuantos personajes peculiares; el resultado sería un producto original y atractivo, pero intrascendente. Y las obras de nuestra autora no lo son en absoluto: excelentemente escritas y muy entretenidas, muestran un profundo conocimiento de las personas y fuerzas que nos dominan. Diríase que el crimen es casi un pretexto para reflexionar sobre la condición humana, para filosofar. Lo paranormal, los monstruos y leyendas son los cebos de los que se sirve esta hábil escritora para captar nuestra atención, pero los crímenes de sus novelas siempre tienen una explicación racional y un autor humano; la mayoría de las veces, bastante cuerdo.

Este caso no es una excepción: nuestro hombre del revés no oculta a un animal, no hay una bestia mítica que mate para saciar su sed de sangre. El criminal no es sino un hombre de apariencia normal cuyo interior –cuyo revés– alberga odio, sed de venganza y un profundo desprecio por la vida ajena. El interior de un asesino.

 

FRED VARGAS: EL HOMBRE DEL REVÉS. Siruela (Madrid), 2011, 336 páginas. Traducción: Anne-Hélène Suárez Girard.

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