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ENSAYO SOBRE LAS LIBERTADES

Raymond Aron y la defensa de la libertad

La preocupación fundamental de Raymond Aron, y de ahí su actualidad, era la amenaza totalitaria que se cernía sobre la democracia liberal. Si hoy el peligro está en el islamofascismo y la complacencia autodestructiva de una parte de Occidente, en los años de la Guerra Fría, la época de Aron, y ya pasado el nazismo, el peligro para los sistemas democráticos era el comunismo y la intelectualidad occidental que defendía el totalitarismo soviético. Aron sostenía dos soluciones que, no por casualidad, son también actuales: el atlantismo y la sociedad democrática basada en valores liberales.

La preocupación fundamental de Raymond Aron, y de ahí su actualidad, era la amenaza totalitaria que se cernía sobre la democracia liberal. Si hoy el peligro está en el islamofascismo y la complacencia autodestructiva de una parte de Occidente, en los años de la Guerra Fría, la época de Aron, y ya pasado el nazismo, el peligro para los sistemas democráticos era el comunismo y la intelectualidad occidental que defendía el totalitarismo soviético. Aron sostenía dos soluciones que, no por casualidad, son también actuales: el atlantismo y la sociedad democrática basada en valores liberales.
Raymond Aron.
El deseo de responder a la cuestión de su tiempo le llevó a buscar el sentido de la libertad. Esa fue la cuestión que abordó en las tres conferencias que pronunció en la Universidad de California en abril de 1963, recogidas en el libro Ensayo sobre las libertades. En la primera de ellas comparó las ideas de libertad y democracia de dos pensadores inspiradores de los regímenes del siglo XX, Tocqueville y Marx.
 
De Tocqueville resaltó su defensa de una democracia basada en la igualdad de oportunidades, una condición que facilita el progreso económico y, por tanto, una uniformidad positiva en las maneras de vivir. La libertad tocquevilliana, que hace suya Aron, se entiende como la igualdad de derechos del individuo y la garantía de su ejercicio, para que éste organice a su parecer "su propio destino".
 
Aron encuentra en Marx una "crítica acertada" del capitalismo, pero una "conclusión falsa". Y es que Aron no creía en la libertad absoluta del mercado; de hecho, mantuvo cierto debate con Hayek y los economistas austriacos. Defendía la intervención del Estado para que las libertades reales, las económicas, no impidieran el normal desarrollo de las formales, las políticas. Esta vinculación –presente en la segunda y tercera conferencias recogidas en Ensayo sobre las libertades– no libraba al marxismo de una crítica acerada. Porque Aron supo predecir los errores que conducirían a los regímenes comunistas hacia un desastre sin paliativos.
 
El desprecio de los marxistas a la libertad, escribió Aron, no escondía más que una especie de vuelta al Antiguo Régimen, a los privilegios de casta, en este caso en beneficio del partido comunista. Sin embargo, el mundo soviético (como hoy el otro totalitarismo) disputaba a las democracias liberales las palabras "libertad" y "democracia". Aron, como Hayek en Camino de servidumbre, desvelaba la falsedad de los "planificadores" políticos y sociales. La imposición de un único modo de ser, pensar y actuar, decían ambos, era la negación radical de la libertad. Y sin unas libertades plenas la democracia no existe, es un artificio.
 
La profecía marxista se convirtió en una pesadilla para las sociedades que padecieron un régimen comunista, mientras las democracias liberales prosperaban. No obstante, Aron denunciaba el "conformismo actual del optimismo occidental", el escepticismo ante las ideologías –su "fin", llega a decir– y la mecanización de los hábitos. Un hastío que desembocó en las protestas izquierdistas de Mayo del 68, que despreciaron los valores liberales de la sociedad democrática.
 
El pulso a la libertad es constante, y la resistencia ha de serlo también. Por esto, uno de los atractivos de Aron es su capacidad para sobreponerse a un entorno hostil. El dominio de la universidad francesa por la izquierda, los "filotiranos", la secta estaliniana, no le amedrentó. No traicionó sus ideas, ni a las personas que las compartían. Combinó docencia y lucha por las ideas.
 
La universidad española no ha perdonado a Aron su defensa de la democracia liberal frente a los totalitarismos y los "comunizantes", tampoco su argumentado atlantismo. Un ejemplo: en la red de bibliotecas de la Complutense de Madrid hay seis ejemplares de su El opio de los intelectuales, pero 39 de Eros y civilización, de Herbert Marcuse, 20 de Para leer El Capital, de Louis Althusser, y siete de La experiencia cubana, de Fidel Castro (publicado en Barcelona en 1976). De aquellos polvos totalitarios, estos lodos zapateristas.
 
 
RAYMOND ARON: ENSAYO SOBRE LAS LIBERTADES. Alianza (Madrid), 2007, 200 páginas.
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