Menú
LA REPÚBLICA, LAS RELIGIONES, LA ESPERANZA

Religión y República

Una de las muchas cosas admirables de la política francesa es la tendencia, quizás exigencia, de todo político de altos vuelos a escribir sus reflexiones sobre cómo tratar los grandes problemas de nuestro tiempo. Así, la historia reciente de Francia se puede seguir desde una biblioteca por medio de interesantísimas obras. Nicolas Sarkozy, candidato a la presidencia de la República, publicó una sugestiva entrevista que ahora llega a nuestras librerías gracias a la editorial Gota a Gota: La República, las religiones, la esperanza.  

Una de las muchas cosas admirables de la política francesa es la tendencia, quizás exigencia, de todo político de altos vuelos a escribir sus reflexiones sobre cómo tratar los grandes problemas de nuestro tiempo. Así, la historia reciente de Francia se puede seguir desde una biblioteca por medio de interesantísimas obras. Nicolas Sarkozy, candidato a la presidencia de la República, publicó una sugestiva entrevista que ahora llega a nuestras librerías gracias a la editorial Gota a Gota: La República, las religiones, la esperanza.  
Lo primero que llama la atención, y sin duda lo más importante, es el tema: la relación entre república y religión y el papel que juega la esperanza religiosa en la estabilidad del régimen. Éste podía ser el argumento de un libro escrito en los primeros decenios de la III República, un tiempo en el que la tensión entre catolicismo y laicismo caracterizaba la actividad política. Pero ¿tiene sentido ahora? La respuesta es, desde luego, sí. La religión ha vuelto a convertirse en un tema de reflexión general, del que escriben creyentes, agnósticos y ateos. Una cuestión que viene de la mano, como en ocasiones anteriores, de otro género clásico de la Europa contemporánea: las reflexiones sobre la decadencia del Viejo Continente.
 
Dos son los temas que vertebran el texto. El primero es el papel de la religión en un Estado laico. Sarkozy se declara católico no practicante. Sus problemas con la fe están presentes a lo largo de toda la narración, tanto como su conocimiento de la materia. Retoma el viejo debate sobre qué es el laicismo y la distinción entre laicismo positivo y negativo. Una cosa es que el Estado no tome partido, no asuma una confesionalidad, dejando por lo tanto que lo religioso se desarrolle en el marco de las libertades individuales, y otra bien distinta que el laicismo se interprete como el derecho del Estado a promover una doctrina no religiosa, donde las iglesias pasen a ser no más que restos arqueológicos de un pasado felizmente superado. Su posición a favor del laicismo positivo es evidente.
 
Para Sarkozy, la República es la expresión laica de unos valores que tienen su origen en el cristianismo. No hay, por lo tanto, incompatibilidad sino complementariedad. El gran problema que caracteriza la Europa de hoy, y Francia no es la excepción, es la crisis de valores vinculada al relativismo y la falta de fe. El hombre pierde referentes, deja de tener ante sí una meta clara, lo que se convierte en un elemento de disolución social. La salud de la República depende del bienestar espiritual del ciudadano, y en este sentido la esperanza que aporta la religión resulta fundamental. No parece que Sarkozy haya resuelto sus problemas con la fe, lo que no tiene nada de original, pero sí tiene ideas muy claras y elaboradas sobre la crisis de valores de nuestro tiempo.
 
El segundo tema es el referido a una de las religiones, el Islam, y su papel desestabilizador en la política francesa. Oficialmente, son más de cinco millones los musulmanes que viven en Francia. Sin embargo, si sumamos la población ilegal podríamos hablar de seis millones. Son tan Francia como cualquier otro grupo religioso, pero han llegado recientemente, sin una buena educación o preparación profesional, ocupan los escalones más bajos de la sociedad, son los que sufren más directamente el desempleo y se sienten segregados.
 
Nicolas Sarkozy.Los musulmanes franceses, en su mayoría procedentes del Magreb, comparten con el mundo árabe la sensación de fracaso colectivo, de humillación, que está en el origen del auge del islamismo, pero con la peculiaridad de vivirla en el seno de Occidente. Sarkozy, francés de primera generación, hijo de padres católicos con ascendencia judía, se ha convertido al mismo tiempo en el político galo que más ha trabajado con los dirigentes musulmanes para reformar su organización, para hacerla más representativa y eficaz ante el Estado, y en el máximo exponente de la línea dura frente a la delincuencia y las actitudes antisistema, tan características de las barriadas de las grandes ciudades.
 
El Islam plantea serios problemas y amenazas a las democracias europeas. Casi nadie exige a los emigrantes una asimilación que implique la renuncia a sus tradiciones, pero sí la integración en la sociedad que les acoge. La integración de la población musulmana en Francia está fracasando. Si bien un gran número de musulmanes viven la República con normalidad y lealtad, una cantidad considerable está construyendo un Estado propio. Problemas de origen socioeconómico están facilitando a los islamistas la siembra de su discurso, con un éxito creciente.
 
Cualquier tentación de expulsión, como la de los moriscos en el siglo XVII, está fuera de cuestión. La batalla está en casa y pasa por facilitar su incorporación, su trasformación en clases medias, y por ayudar a los responsables religiosos moderados a realizar su trabajo de la manera más eficaz.
 
Tenemos todo el derecho del mundo a quejarnos de que estos sectores moderados no están dando la cara. Más aún, debemos hacerlo. Pero además hay que ayudarles a organizarse y a cumplir su cometido. La fe en el Islam bien dirigida puede convertirse en un elemento de estabilidad que facilite su progresiva integración y, más aún, en la vacuna contra el islamismo. Nosotros podemos defendernos del Islam radical, pero su derrota depende de los musulmanes. Sólo ellos pueden reducirlos y arrinconarlos.
 
La batalla por la integración de los musulmanes en Europa es fundamental para nosotros, tanto como no aceptar ningún chantaje. No se puede tolerar la violación de la ley, la violencia indiscriminada ni la formación de estados dentro del Estado. La acción debe ser tan contundente como sea necesaria.
 
El texto de Sarkozy viene precedido por un prólogo de José María Aznar, en cierto sentido el padrino intelectual del político francés, su referente dentro del conservadurismo continental. Desde que dejara voluntariamente la política, su discurso se ha hecho mucho más claro y directo. La firmeza nunca le faltó. Es una excelente síntesis del programa que defiende, que le ha convertido en una figura internacional.
 
 
NICOLAS SARKOZY: LA REPÚBLICA, LAS RELIGIONES, LA ESPERANZA. Gota a Gota (Madrid), 2006; 190 páginas. Prólogo de JOSÉ MARÍA AZNAR.
0
comentarios