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TIERRA Y MAR

Schmitt y la historia universal

Esta nueva edición de Tierra y mar mantiene la magnífica traducción que Rafael Fernández-Quintanilla hizo para el Instituto de Estudios Políticos en 1952. Aunque las anotaciones que se han añadido no aportan demasiado, el prólogo (de Ramón Campderrich) y el epílogo (de Franco Volpi) sí ayudarán al lector a interpretar el pensamiento de Carl Schmitt, uno de los grandes nombres de la filosofía política del siglo XX.

Esta nueva edición de Tierra y mar mantiene la magnífica traducción que Rafael Fernández-Quintanilla hizo para el Instituto de Estudios Políticos en 1952. Aunque las anotaciones que se han añadido no aportan demasiado, el prólogo (de Ramón Campderrich) y el epílogo (de Franco Volpi) sí ayudarán al lector a interpretar el pensamiento de Carl Schmitt, uno de los grandes nombres de la filosofía política del siglo XX.
Carl Schmitt.
Lejos de ser una obra menor, un ensayo más o menos ocurrente sobre la historia universal, Tierra y mar representa una muestra inapreciable del estilo, de la forma magistral de expresión utilizada por Schmitt para pensar. Este pensador, en efecto, no puede comprenderse si previamente no nos detenemos en su estilo. Ahí reside una de sus principales contribuciones a la filosofía política contemporánea. Por eso, si tomamos como punto de referencia de su grandioso estilo este texto hallaremos fácilmente que la prosa de Schmitt está en los antípodas del caduco academicismo. No tiene nada que ver con la fría objetividad de su maestro Weber, y menos aún con la cortante sequedad de su enemigo intelectual Kelsen.
 
El estilo de Schmitt, y este libro es un ejemplo de lo que digo, seduce y envuelve al lector más frío. Schmitt es un católico, un latino, apasionado que utiliza la lengua alemana para construir más una pinacoteca de la política que un diccionario del devenir histórico. Schmitt quiere ser el gran pintor político de nuestra época. A él se le podrían aplicar sus propias palabras:
Los grandes pintores no son tan sólo gentes que nos muestran cosas bellas. El arte acusa en cada momento la conciencia espacial de la época, y el verdadero pintor es un hombre que ve las cosas y las personas mejor y con más exactitud que los demás hombres, con mayor exactitud sobre todo en el sentido de la realidad histórica de su tiempo.
Como ha dicho Sartori, Schmitt nos deja sin aliento, porque sus conceptos están más allá de los rigores lógicos. Las imágenes y las metáforas son las bases de su filosofía política. Es un creador del pensamiento político. Ha creado todo un vocabulario para la ciencia política contemporánea, que si no es utilizado con cautela resultará imposible de superar. He aquí unos cuantos ejemplos:
La política es la distinción de amigo y enemigo.
El soberano es quien decide en la excepción.
La Constitución es decisión.
Democracia es identidad entre gobernantes y gobernados.
El liberalismo es antipolítico.
Este libro es una muestra magistral de ese estilo. Más que su asunto, una narración llena de filosofía sobre la historia universal desde el punto de vista de la relación del hombre con los cuatro grandes elementos: tierra, mar, aire y fuego, nos deslumbra por su composición. Antes que hablar de Hegel, se refiere a Shakespeare; antes que recurrir a un archivo histórico, o a una hemeroteca, prefiere usar como fuente privilegiada de la historia un libro de piratas; y, por supuesto, cuando habla de los grandes protagonistas de la historia, antes que Napoleón aparecen la ballena de Moby Dick y su horrible perseguidor, geniales creaciones de Melville. Y, en fin, desde el comienzo hasta el fin de la obra, no podemos dejar de sustraernos a sus provocaciones, entre las que ocupa un lugar clave la siguiente definición:
La historia universal es la historia de la lucha de las potencias marítimas contra las terrestres y de las terrestres contra las marítimas.
Si dejamos aparte que esta obra muestra con precisión una "aplicación", o mejor, una prueba de la categoría básica creada por Schmitt, a saber, que la política no puede comprenderse sin la distinción amigo-enemigo, diría que Tierra y mar es un antecedente de su madura y definitiva obra: El nomos de la tierra, del año 1950. En las dos aparece nuestro Francisco de Vitoria como un paso decisivo en el Derecho de Gentes del Ius Publicum Euopaaeum. Sólo por eso merecería la pena leer este libro.
 
Además, todo liberal está obligado a leer a Schmitt; sencillamente, porque quien logre superar sus "certeras"  objeciones a esta doctrina podrá llamarse con justicia "hombre libre". Al margen de prejuicios, es menester releer Tierra y mar para reconocer que estamos ante el pensador existencialista más grande del siglo XX.
 
 
CARL SCHMITT: TIERRA Y MAR. CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA UNIVERSAL. Trotta (Madrid), 2007, 112 páginas.
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