Menú
DEFENDING IDENTITY

Sharansky vuelve a la carga

Los que tienen el privilegio de conocer a Natan Sharansky saben que compensa sobradamente su pequeño tamaño con una elevadísima estatura moral, y que su fuerza de voluntad, su dinamismo y su optimismo son igualmente enormes, no en balde sobrevivió, a pesar de todos los sufrimientos, a quienes le hicieron sufrir durante una década los horrores del Gulag soviético.

Los que tienen el privilegio de conocer a Natan Sharansky saben que compensa sobradamente su pequeño tamaño con una elevadísima estatura moral, y que su fuerza de voluntad, su dinamismo y su optimismo son igualmente enormes, no en balde sobrevivió, a pesar de todos los sufrimientos, a quienes le hicieron sufrir durante una década los horrores del Gulag soviético.
Natan Sharansky.
Su voz se deja oír con fuerza en Israel y en medio mundo. Entre sus lectores reconocidos se encuentran George W. Bush y José María Aznar. Su más reciente libro es una continuación de los que le precedieron: Fear No Evil (No temas al mal) y The Case for Democracy, que se publicó en España como Alegato por la democracia. En efecto, en Defending Identity (En defensa de la identidad) Sharansky vuelve a defender la idea de que la democracia y la libertad no sólo son lo mejor para garantizar la dignidad de la persona y promover el bienestar social, sino que la expansión de ambas es imprescindible para detener la ola de radicalismo y fundamentalismo que, procedente sobre todo del mundo islámico, pone en peligro nuestra seguridad.
 
En estas páginas se exponen dos tesis complementarias. La primera dice que sin identidad la democracia es presa de una debilidad letal y deviene relativismo formidable; y que sin democracia la identidad sólo genera radicalismo y fundamentalismo. La segunda queda brillantemente plasmada en esta potente frase: "La democracia sin identidad promete guerra; la identidad sin democracia la asegura".
 
Sharansky no es un intelectual o un teórico, sino un activista y un político atípico, por lo que no cabe esperar aquí profundas referencias a los clásicos que han tratado la tensión identitaria entre el individuo, el grupo y la comunidad. Sus reflexiones están directamente basadas en su propia experiencia. Y eso es, precisamente, lo que hace de este libro, que responde a cuestiones que nos estamos planteamos todos –o casi todos–, algo muy enriquecedor.
 
Nuestro autor parte de un hecho que no deja de sorprenderle, y que sólo entiende si lo interpreta como una fenomenal paradoja: la sociedad que derrotó al Mal, al Diablo soviético, como dijo Reagan; la sociedad occidental renuncia motu proprio –y quizá, a veces, sin ser demasiado consciente– a sus raíces y valores, reniega de su superioridad moral y acepta el todo vale, mientras los derrotados por el liberalismo se vuelven cada vez más agresivos (ahí está el ataque de Rusia sobre Georgia), engañan al sistema (China y sus particulares arreglos comerciales) o directamente se convierten en enemigos declarados y militantes (desde los predicadores fundamentalistas a los terroristas de Al Qaeda).
 
También repara en otro gran problema: el que miedo que tienen los occidentales a defender sus valores más allá de sus fronteras. Pensemos en este punto en el realismo occidental, que dice que, cuando de la estabilidad y la paz internacional se trata, no importa la naturaleza de los regímenes políticos. Hoy sabemos de sobra que los realistas se equivocan (ya se decía en Alegato por la democracia). El objetivo de Sharansky no es tanto ensalzar la libertad y los sistemas liberales como sacudir a un Occidente adormecido en sus laureles, que ha sucumbido al materialismo y que está dispuesto, por la mera promesa de una copa de champagne, a ceder ante sus enemigos.
 
Sharansky identifica claramente las fracturas y fricciones de las sociedades actuales: la tensión entre el ciudadano y la comunidad, la relación entre los Estados nacionales y los territorios con identidad propia, la interacción entre Estados, las implicaciones de la globalización…, pero se queda corto en un aspecto, quizá porque lo vive a diario y no se ha cuidado de explicitarlo adecuadamente: la tensión entre secularidad y religión.
 
Natan Sharansky es judío y practicante. Su mujer es ortodoxa y, lógicamente, sitúa en sus creencias religiosas la base de sus valores humanistas. Pero no todo el mundo –sobre todo en Europa– comparte ese punto de partida. Sea como fuere, la gran verdad que encierra el testimonio y los ensayos de Sharansky es que sin creencias jamás venceremos al islamismo, una fuerza no irracional, como muchas veces se quiere presentar, sino profundamente creyente. Contra una religión nada puede un régimen secular o ateo, como probaron Roma y la URSS.
 
Nuestro autor está tan comprometido con sus ideas que se patea el mundo exponiéndolas... y  tratando de ganar nuevos apoyos para la libertad. Uno de sus grandes logros –y de Václav Havel y José María Aznar– fue la conferencia de disidentes celebrada el año pasado en Chequia, que dio lugar a la Carta de Praga. Sus continuas visitas a Bush para alentarle en la defensa de la democracia y recordarle las palabras que pronunció cuando asumió su segundo mandato presidencial también son bien conocidas. Como ya no forma parte del Gobierno de Israel, puede dedicar más tiempo a su think tank, el Shalem Center.
 
Defending Identity nos obliga a analizarnos y reconocer cuánto hemos cambiado porque no hemos querido o sabido defender lo que éramos y queríamos ser. Su intención es hacernos reaccionar. Y hasta es posible que todavía estemos a tiempo.
 
Un único punto de desacuerdo: Sharansky critica a los países europeos que prohíben el uso del velo en las escuelas. Para él resulta natural la expresión de las creencias religiosas a través de sus símbolos. Pero dada la catatonia que padecen nuestras sociedades, es posible que sea necesario prohibir signos de desigualdad y opresión. Sólo si disfrutáramos de una identidad colectiva fuerte podríamos tolerar la osadía de quien busca hacerse ver diferente o imponer sus criterios e ideas.
 
Tuve el placer de instigar la traducción al castellano de Alegato por la democracia, que la editorial de FAES, Gota a Gota, publicó en 2006. Confío en poder convencer a sus gerentes para que hagan lo mismo y cuanto antes con Defending Identity. Los lectores en castellano se lo merecen.
 
 
NATAN SHARANSKY Y SHIRA WOLOSKY WEISS: DEFENDING IDENTITY. Public Affairs, Nueva York, 2008, 304 páginas.
0
comentarios