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'MALASPINA 2010'

Sobre la piel del mar

Si la ciencia española se hunde, no será por falta de barcos. Permítanme la chanza, que quizás pueda parecer de mal gusto con la que está cayendo, pero es la reflexión automática que asalta la cabeza tras leer este libro. Porque Malaspina 2010 es la crónica del mayor viaje oceanográfico jamás realizado por nuestra ciencia, a bordo del mejor barco jamás construido en España para la investigación científica.


	Si la ciencia española se hunde, no será por falta de barcos. Permítanme la chanza, que quizás pueda parecer de mal gusto con la que está cayendo, pero es la reflexión automática que asalta la cabeza tras leer este libro. Porque Malaspina 2010 es la crónica del mayor viaje oceanográfico jamás realizado por nuestra ciencia, a bordo del mejor barco jamás construido en España para la investigación científica.

El buque Hespérides circunnavegó los océanos terrestres durante 2010 y parte de 2011, con algunos de los mejores representantes patrios de la investigación de los mares y la atmósfera a bordo. En el mismo proyecto, la nave Sarmiento de Gamboa cruzó, tomando muestras durante toda su travesía, el Atlántico. Los equipos regresaron a casa con 120.000 piezas para el análisis y 5 terabytes de información procesada. ¿Para qué? Para estudiar como nunca antes se había hecho la piel del océano, la frontera donde el agua se convierte en aire, la línea cambiante que pone en comunicación el mar y la atmósfera. Y para extraer del interior de los mares datos con una precisión inédita, organizados, como las capas de una cebolla, en niveles de profundidad. Y es que la aparentemente homogénea masa del mar es cualquier cosa menos homogénea: en cada una de sus vetas, conforme se desciende hacia las profundidades de más de 4.000 metros a las que tenemos acceso con un instrumental como el del Herpérides, se encierran tesoros científicos diferentes. La expedición Malaspina 2010 extrajo algunos de ellos.

Este libro refiere, a modo de sucinto diario, algunos de los momentos más relevantes de ese periplo científico y nos introduce en áreas del conocimiento que no suelen divulgarse cuando hablamos de oceanografía. La mayoría de las noticias que aparecen en los medios de comunicación sobre el mar tienen que ver con la exploración de sus profundidades o con la extracción de recursos alimenticios de gran poder proteínico: los grandes peces sobreexplotados. Pero el mar es otra cosa. Las respuestas biológicas son especialmente intensas en los primeros 100 metros desde la superficie, la llamada capa biogénica. Allí es donde la energía del sol todavía es lo suficientemente intensa como para generar fotosíntesis y desatar la catarata de acontecimientos biológicos que están en la base de la cadena trófica planetaria.

En esta imaginaria columna de 100 metros existen compartimentos. La superficie del océano (de 0 a 5 metros de profundidad) alberga la mayor parte de las especies y contiene los elementos físicos y químicos necesarios para regular la presencia de fito y zooplancton. Más sorprendente aún: la minúscula capa que forman los primeros milímetros de agua, la frontera entre el cielo y el mar, es fundamental para el intercambio de gases y materiales con la atmósfera. Esa piel invisible de los piélagos regula la temperatura planetaria. Paradójicamente, a pesar de ser la que está más al alcance de nuestra mano, es la más difícil de observar. Porque la mera presencia de embarcaciones, instrumentos de medición y científicos la distorsiona. Pero es la más interesante.

La piel del océano es un zoco donde tiene lugar el mercadeo de la vida terrestre: allí tiene lugar la evaporación del agua, proceso por el que el mar entrega al cielo sus gases ricos, 2 de cada 3 moléculas de oxígeno que hay en el mundo. A cambio, la atmósfera le da al mar gases como el CO2 y otros elementos de efecto invernadero, y, por supuesto, enriquece su agua con la energía del sol y los nutrientes de la lluvia. En esa fina piel tiene lugar la mayor parte de los procesos fotosintéticos del planeta. Puede decirse que esa capa de milímetros extendida por todo el área líquida del globo es un pulmón mucho más poderoso y vital que todos los bosques de tierra firme juntos.

Pero es mucho más débil, y está mucho más afectado por los procesos de deterioro propios de los cambios de clima. Por eso es tan importante estudiarlo antes de que deje de respirar.

Malaspina 2010 es la crónica del primer diagnóstico global de su estado. A bordo de un instrumento científico que ha cambiado, por su precisión y versatilidad, el modo de comprender la experimentación oceanográfica: los buques Hespérides y Sarmiento de Gamboa.

 

SANTOS CASADO: MALASPINA 2010. CSIC-Catarata (Madrid), 2011, 276 páginas.

twitter.com/joralcalde

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