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'LA BIOGRAFÍA'

Steve Jobs: genio y capullo

Steve Jobs ha sido encumbrado en su muerte por los medios, que lo han equiparado con grandes figuras del siglo XX como Thomas Edison, Henry Ford o Walt Disney. Sólo el tiempo dirá si realmente estuvo a ese nivel. Lo que sí podemos saber ya es cómo era la persona que daba vida a ese showman que logró colocarnos unos aparatos electrónicos como lo más chic del mercado, inmediatamente detrás de un par de manolos.


	Steve Jobs ha sido encumbrado en su muerte por los medios, que lo han equiparado con grandes figuras del siglo XX como Thomas Edison, Henry Ford o Walt Disney. Sólo el tiempo dirá si realmente estuvo a ese nivel. Lo que sí podemos saber ya es cómo era la persona que daba vida a ese showman que logró colocarnos unos aparatos electrónicos como lo más chic del mercado, inmediatamente detrás de un par de manolos.

Jobs era políticamente de izquierdas, sí, pero de esa subespecie que sabe que mejor que el Estado deje en paz a las empresas para que creen riqueza y trabajo, y que piensa que los sindicatos de profesores se han cargado la educación norteamericana. Vamos, que de ser español igual hasta votaba a UPyD, aunque no le donase un duro, porque era más bien del género agarrao. Fue a la India de viaje espiritual con el dinero que sacó engañando a su buen amigo Wozniak, con el que años más tarde fundaría Apple, y como la estrella de Hollywood que casi era se mantuvo fiel a creencias más bien orientales. Fue fan de todo tipo de dietas vegetarianas, y llegó a creer cuando era joven que si comías sólo fruta no producías ningún olor corporal, con lo que no necesitabas ducharte, costumbre que mantuvo varios años pese a las claras y pestilentes evidencias en contrario; de mayor pasó a pensar que se podía curar del cáncer con dietas sanas, lo que seguramente le mató.

Pero, con toda la curiosidad que siempre nos ofrecen los detalles más íntimos de la vida de las personas célebres, lo realmente relevante de Jobs era su trabajo y su manera de conducirse en él. Walter Isaacson lo describe lo suficientemente bien como para permitirnos imaginar cómo sucedieron cosas que ni siquiera se cuentan en esta completa biografía.

Jobs era un perfeccionista que tenía una personalidad magnética, unas marcadas filias y fobias y la cabezonería de quien está seguro de tener razón. Todo esto unido formaba lo que sus empleados llamaron, en homenaje a Star Trek, su "campo de distorsión de la realidad". Lo que parecía imposible antes de encontrarse en presencia de Jobs se volvía posible tras una reunión con él. Enfrentados al mundo real, sus empleados volvían a entrar en razón, pero él no. De modo que les exigía de acuerdo a sus disparatadas expectativas y no aceptaba un no por respuesta; además, sus formas, por decirlo suave, no eran las más correctas.

Pueden imaginar el infierno que puede ser tener cerca un carácter semejante. Si no han sufrido nunca algo parecido, coloquen en el puesto de su jefe a una persona con esas características e intenten hacerse una idea de lo que sería su entorno laboral: seguro que, en cuanto, pudiera, lo cambiaría por otro. Posiblemente Jobs reuniera casi todas las características que hacen tóxico a un directivo, tanto para la empresa como para el personal.

Pero era un genio, y eso marcaba la diferencia. Sus filias y fobias casi siempre estaban fundadas. Era obstinado, pero lo cierto es que casi siempre tuvo razón. Exigía lo imposible, pero era capaz de encontrar y mantener con él a talentos capaces de dárselo casi siempre.

Es en ese casi donde radican algunos fracasos y hasta algunos ridículos. Así, Isaacson explica cómo la obsesión de Jobs por el diseño se impuso sobre las advertencias de sus ingenieros acerca de la antena del iPhone 4, con la consiguiente catástrofe en términos de imagen que supuso su mal funcionamiento. Isaacson no dedica una línea a los problemas que se encontró Apple a la hora de producir un modelo en blanco del referido móvil, problemas que dieron lugar a sucesivos retrasos... y a nuevos problemas de imagen. No hace falta mucha imaginación para suponer que la causa estuvo también en el "campo de distorsión de la realidad" de Jobs, que no sólo se negaría a aceptar que la fabricación del aparatejo en otro color supusiera problema alguno, sino que anunció el advenimiento del blanco mucho antes de que nadie supiera cómo hacerlo.

Isaacson, que antes había escrito biografías sobre Einstein y Benjamin Franklin, no puede reprimir su simpatía por el personaje, al que realizó unas cuarenta entrevistas; pero también nos deja ver con claridad sus grandes defectos, como persona y como empresario, si bien lo juzga lo menos posible. El resultado de su esfuerzo es una biografía muy recomendable para quien quiera conocer de verdad quién fue Steve Jobs, aunque quizá demasiado extensa si sólo se quiere tener una idea general sobre el cofundador de Apple.

 

WALTER ISAACSON: STEVE JOBS. LA BIOGRAFÍA. Debate (Barcelona), 2011, 744 páginas.

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