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UN LIBRO IMPORTANTE Y DISTINTO

Todos nos equivocamos

Hay que leer este libro: Todos nos equivocamos. Es importante y es distinto. Lo publicará en breve Grito Sagrado, una combativa y rigurosa editorial argentina. Me ha llegado el manuscrito y no he podido soltarlo. Les cuento, al final de estos papeles, por qué hay que leerlo.

Hay que leer este libro: Todos nos equivocamos. Es importante y es distinto. Lo publicará en breve Grito Sagrado, una combativa y rigurosa editorial argentina. Me ha llegado el manuscrito y no he podido soltarlo. Les cuento, al final de estos papeles, por qué hay que leerlo.
Goya: EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS (detalle).
Hace varias décadas, en su adolescencia, Carlos Sabino era un joven trotskista argentino. Quería acabar rápidamente con las miserias de este puerco mundo. Como el peronismo es una especie de agujero negro que succiona todo lo que le pasa cerca, muy pronto se unió a las juventudes radicales de ese partido. Soñaba con la revolución que el general dejó olvidada en el horno. Le horrorizó, sin embargo, la actitud autoritaria y violenta de algunos de sus compañeros, que tomaron el camino de la guerrilla urbana y el terrorismo. Los matones de izquierda y derecha le repugnaban.
 
Y en eso llegó al poder el compañero Salvador Allende. Era el socialismo bautizado en las urnas. Sabino, ilusionado, se fue a Chile. Ya era un joven sociólogo adiestrado para encontrar la realidad oculta detrás de los espejos. Lo que vio en Chile, sin embargo, le decepcionó. Mientras Allende hablaba de libertad y justicia, el país se caía a pedazos, la inflación y el desabastecimiento se disparaban, aumentaba la violencia, las sentencias de los tribunales no se cumplían, y la sociedad, crispada, se preparaba para el enfrentamiento.
 
Antes del golpe (que todos esperaban y muchos pedían), Sabino, muy desalentado, cruzó la frontera y se fue al Perú de Velasco Alvarado. Quería conocer otra variante del socialismo. Descubrió, naturalmente, otra modalidad del desastre y, si acaso, otra forma peculiar de maltratar a las personas. Entonces marchó a Venezuela. Ya sabía que la solución de los problemas no estaba en la teoría marxista ni en la acción de unos Estados voraces que usurpaban las funciones de la sociedad civil y esterilizaban la capacidad creativa de los individuos. Pero todavía no sabía cómo ni con qué sustituir la cosmovisión socialista que había impregnado los primeros treinta años de su vida.
 
Eso llegó poco a poco. Sabino, mientras enseñaba Sociología, se doctoró en Economía y por primera vez encontró una explicación racional al problema del subdesarrollo y la pobreza mucho más sensata y ajustada a la realidad que las supersticiones propagadas por el marxismo: una parte sustancial de los latinoamericanos era muy pobre porque el tejido empresarial era débil y no se creaba suficiente riqueza. A su vez, esta fragilidad era la consecuencia de Estados que, lejos de estimular el desarrollo, lo impedían con sus absurdas políticas populistas, dedicadas a fomentar el soborno de muchedumbres parásitas convertidas en clientela política.
 
En sociedades en las que las libertades económicas y políticas habían sido severamente mutiladas, y en las que las instituciones republicanas y el Estado de Derecho eran constantemente vulnerados, lo único que se podía esperar era la barbarie y el atraso. La solución, pues, no estaba en Marx ni en el Che Guevara –como hoy no está en Chávez, ni en Evo Morales–, sino en Mises, en Hayek, en Friedman, en Gary Becker, en James Buchanan: en los que Mariano Grondona llama, acertadamente, los "pensadores de la libertad".
 
Ciertamente, no es la primera vez que se escribe un libro así. Yo conozco numerosos latinoamericanos valiosos que han recorrido ese doloroso camino que va desde el colectivismo socialista al pensamiento liberal: el mexicano Octavio Paz, los nicaragüenses Humberto Belli y Arturo Cruz, los venezolanos Carlos Rangel y Américo Martín, el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el cubano Adolfo Rivero Caro, el costarricense Rodolfo Cerda... y así hasta pasar del centenar. Pero lo que acaso diferencia este libro es el tono absolutamente pedagógico y tranquilo con que está escrito. Sabino no tiene la furia a veces repelente del converso, lo que le permite demoler pulcramente y sin odio todos los mitos del socialismo. Sencillamente, quiere contar su vida y explicar por qué se equivocó en su juventud y por qué el antídoto contra ese error intelectual y esa perversidad moral lo encontró en el pensamiento liberal.
 
Por eso es un libro distinto: Sabino no sólo condena el pecado; también señala el camino para salir del infierno.
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