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FIGURAS DE PAPEL

Un adiós a Saul Bellow

Ha levantado el vuelo, a los 89 años, Saul Bellow. Había obtenido el Premio Nobel de Literatura en 1976. Y continuó escribiendo, rebosante de ideas, sin detener su espléndida pluma. Como todos los grandes escritores, contó esencialmente la misma historia: ésa que, antes y después, se desplegara en las páginas espléndidas de Henderson, el rey de la lluvia y de Herzog (acaso su obra maestra), dos de sus libros más imaginativos.

Ha levantado el vuelo, a los 89 años, Saul Bellow. Había obtenido el Premio Nobel de Literatura en 1976. Y continuó escribiendo, rebosante de ideas, sin detener su espléndida pluma. Como todos los grandes escritores, contó esencialmente la misma historia: ésa que, antes y después, se desplegara en las páginas espléndidas de Henderson, el rey de la lluvia y de Herzog (acaso su obra maestra), dos de sus libros más imaginativos.
Saul Bellow (Foto: Chris Felver).
Saul Bellow fue el novelista más erudito de los Estados Unidos. Sus narraciones, asimismo, irradiaban humanidad y compasión. Descendiente de Dreiser y de la tradición naturalista norteamericana, logró trascenderla gracias a su lirismo y sus intereses metafísicos. Fue, sin duda, bien definido como un escritor "tranquilizadoramente moderno".
 
En su vasta obra literaria se percibe una fuerte unidad y un desarrollo fecundo de la comprensión humana. Ello fructificó en novelas, nouvelles y varias colecciones de cuentos (el espacio breve le sentaba muy bien), situándolo en un plano destacado en las letras modernas. En este sentido, debemos mencionar algunas de sus piezas literarias imprescindibles, como Carpe Diem, Las aventuras de Augie March, Herzog, El legado de Humboldt (novela ganadora en 1975 del Premio Pulitzer), Son más los que mueren de angustia, La verdadera, el cuento La fuente de plata ("uno de los mejores relatos de todos los tiempos", según Martin Amis) y, entre otros títulos, Ravelstein.
 
Había nacido en 1915, en Quebec (Canadá), dos años después de que sus padres, judíos, llegaran de Rusia. Cuando tenía nueve años, la familia se trasladó a Chicago. Vivió entre bibliotecas, estudió en la Universidad de Chicago, más tarde en la Universidad del Noroeste, y se graduó en Antropología y Sociología.
 
En su juventud se ganó la vida escribiendo artículos para la Enciclopedia Británica, mientras realizaba traducciones de cuentos (en especial del también Nobel Isaac Bashevis Singer) y escribía sus propios libros. Cuando era ya un autor conocido, y durante muchos años, se desempeñó igualmente como profesor en la Universidad de Chicago.
 
Los personajes de Saul Bellow, por lo general, suelen aislarse del resto del mundo para tratar de trascender su propia existencia, procurando ser más humanos. Crean imágenes ideales de sí mismos, pero al ser incapaces de adecuarse a ellas acrecientan el propio descontento y buscan otras versiones de la realidad donde puedan acomodarse mejor. ¿Por qué lo hacen? ¿A qué le temen? Sustancialmente, a la posibilidad de tener una existencia sin sentido. Porque son seres que en las afirmaciones negativas encuentran las positivas. Criaturas que, si bien no se transforman totalmente, son capaces de salvarse. Tocados por la verdad, llegan a construirse un mundo interior que les ayuda a salir de la oscuridad y encontrar el buen camino.
 
Y así, tenemos que Henderson es una proyección de otros personajes de Bellow, como lo es Joseph, como Augie March y como Herzog, necesitados todos ellos de que la realidad dé una respuesta a sus deseos. Todos ellos, asimismo, están emparentados en esa búsqueda de una redención personal. Y es así porque Bellow era profundo y afirmativo, no un emisario de la nada.
 
Los efectos que producen los personajes de sus libros y los muchos momentos inolvidables que contienen sus páginas, siempre atrapantes, son de extrema fertilidad. Saul Bellow escribió a lo larga de su extensa vida tan bien como siempre, razón por la cual resulta enriquecedor estirar la mano hacia el estante, extraer uno de sus libros y seguir el desplazamiento de sus frases, viéndolo trotar de una idea a otra. Esos mismos libros que ahora, y sin esfuerzo, han comenzado a trabajar por su memoria.
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