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HISTORIA DE LAS FORMAS DE ESTADO

Un antídoto contra la estatolatría

La lectura del Discurso del método de Descartes está siempre llena de interés. Es sumamente sugestiva la confianza que exuda el autor en todos los rincones de su escritura; parece como si todo se le mostrara franco y abierto ante los ojos, como si la razón no pudiera encontrar obstáculo alguno que impidiera la marcha del saber del hombre y, por consiguiente, de su hacer.

La lectura del Discurso del método de Descartes está siempre llena de interés. Es sumamente sugestiva la confianza que exuda el autor en todos los rincones de su escritura; parece como si todo se le mostrara franco y abierto ante los ojos, como si la razón no pudiera encontrar obstáculo alguno que impidiera la marcha del saber del hombre y, por consiguiente, de su hacer.
Descartes.
Es tal la frescura del estilo, que uno no sabe si es ingenuidad o, por el contrario, es la presunción de un inexperto adolescente al que los reveses de la vida aún no le hubieran hecho fruncir ligeramente el ceño.

En una de sus páginas, el padre de la filosofía moderna muestra con claridad la mentalidad que subyace al estatismo, que desde el Renacimiento se fue adueñando de la vida pública y que después, desde Hobbes, con brío ha ido resultando en extremo inundatorio y sofocante. Dice Descartes:
Muchas veces sucede que no hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por las manos de muchos maestros como en aquellas en que uno solo ha trabajado. (...) Esas viejas ciudades, que no fueron al principio sino aldeas y que, con el transcurso del tiempo, han llegado a ser grandes urbes están, por lo común, muy mal trazadas y acompasadas, si las comparamos con estas otras plazas regulares que un ingeniero diseña.
Pero, claro, el plano de unas calles no es lo mismo que la conjunción, en sociedad, de personas, familias...

De cómo haya sido esta historia, marcada por el racionalismo y el utopismo, y de cómo haya ido desarrollándose y conformándose a lo largo del tiempo nos da noticia Dalmacio Negro Pavón en su libro Historia de las formas del Estado. Una introducción. Una obra llena de interés desde la primera hasta la última página, tanto para el conocedor de estos temas como para quien quiera empezar a sumergirse en ellos. El autor, tras una dilatada vida académica, con el poso que deja en cada línea quien marcha cargado de experiencia y, por ello, no puede sino escribir introducciones, pues el horizonte de la verdad lo sabe de sobra siempre dilatándose más y más conforme va degustando sus riquezas, en pocas palabras regala al lector lo que la mayoría no alcanzamos con muchas o en muchos libros.

Párrafo tras párrafo, el libro va mostrando el paulatino deterioro de la libertad política, del ethos social que secularmente ha conformado a Occidente, del gobierno limitado y, por tanto, de su presupuesto, el autogobierno. Todo ello en una dinámica marcada por la coacción del poder y la sustitución del principio trascendente de legitimación por uno inmanente. Para D. Negro, "la sustancia del Estado es el autopoder".

Este trabajo tiene dos partes claramente diferenciadas. Una primera aborda cuestiones preliminares sobre lo político, las formas de vida política, el Estado y su origen, etc. Después trata de las distintas formas, agrupándolas en tres grandes períodos, que el Estado ha ido adoptando desde su aparición en la escena europea. Creo que el lector no demasiado ducho en estos temas puede empezar por lo histórico y dejar para el final el primer apartado. Y el apresurado, el que además de la crisis económica y social sufre también la amenaza del reloj, que no se pierda lo referente a España y el espacio dedicado al siglo XX.

Sirva un botón de muestra:
Los Estados paternales obligan e imponen; los maternales engañan y seducen. En los paternalistas Estados Totalitarios clásicos, las voluntades se doblegan directamente mediante el terror. En los maternalistas Estados Totalitarios socialdemócratas liberales, más sutiles y más pacientes, más pacifistas, indirectamente, manipulándolas de diversas maneras; se trata de quebrantar la resistencia sin coacción aparente, para suscitar un conformismo infantil. (...) No hay persona más conformista que la que vive en la degradación moral. Todo ello por el bien colectivo, por la seguridad total y la justicia social. La política totalitaria del terror suave culmina en la legalización de la cultura de la muerte, que borra en las conciencias masificadas los restos de la distinción entre el bien y el mal al negar que la muerte tenga un sentido.
Sea cual fuere la situación del lector, creo que disfrutará de la lectura, discrepará con el autor en algún punto y, en cualquier caso, siempre encontrará luces y en qué pensar.


DALMACIO NEGRO: HISTORIA DE LAS FORMAS DE ESTADO. UNA INTRODUCCIÓN. El Buey Mudo (Madrid), 2010, 424 páginas.
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