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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Un libro ejemplar

Es poco frecuente que piense eso de un libro, sobre todo tratándose de la producción “no ficción” española actual, pero considero que el libro de Antonio López Campillo Islam para adultos no sólo es ejemplar, sino que debería ser de estudio obligatorio en los cursos “para adultos”, como reza el título, o sea de bachilleres para arriba, en todos los colegios y facultades de España (pongo España, y no Estado).

Es poco frecuente que piense eso de un libro, sobre todo tratándose de la producción “no ficción” española actual, pero considero que el libro de Antonio López Campillo Islam para adultos no sólo es ejemplar, sino que debería ser de estudio obligatorio en los cursos “para adultos”, como reza el título, o sea de bachilleres para arriba, en todos los colegios y facultades de España (pongo España, y no Estado).
Escribo "obligatorio" y eso choca con mis propias tripas ultraliberales; corrijo, pues, y pongo "firmemente aconsejado", a sabiendas de que se trata de una utopía, porque el paripé de la LOE no pasa de ser un nuevo "Retablo de las maravillas" en el que sólo los "cristianos viejos" pueden ver lo que no existe. Por lo tanto, un libro sensato, inteligente y documentado como éste no sólo no les sirve a los sociatas: les molesta, y van a intentar ningunearlo al máximo, evidentemente en la enseñanza, pero también en los medios; porque, como ya escribía Alicia Delibes en la conclusión de su estupendo artículo 'La LOE derogará una ley fantasma' (La Ilustración Liberal, nº 25): "Con este proyecto de nueva ley el Gobierno está demostrando que para los socialistas españoles del siglo XXI sigue siendo más importante adoctrinar a través de la educación que formar ciudadanos bien instruidos, competentes, responsables de sus actos y capaces de orientar y organizar su vida según sus capacidades y aficiones".
 
El libro de Campillo no "adoctrina" a nadie, pero enseña a todos; es lo contrario de un panfleto: tiene la objetividad científica del sabio que, como apunta César Vidal en el prólogo, López Campillo, "aunque se niegue a reconocerlo, es". Teniendo en cuenta el paisaje de semianalfabetismo y la pereza congénita del lector español, tiene también la virtud de su relativa brevedad voluntaria, y nadie podrá escurrir el bulto con la coartada, que tantas veces he oído, sobre el Archipiélago Gulag de Soljenitsyn, por ejemplo: "Sí, muy interesante, pero ¡son tres tomazos!".
 
Evidentemente, Campillo lo ha hecho adrede, y va a lo esencial. Comienza con un análisis del nacimiento del islam, movimiento religioso, político y militar, su filiación con las otras religiones monoteístas (yo siempre me he preguntado: ¿qué tendrá de "superior" el monoteísmo?), así como el papel del fundador, Mahoma, a la vez predicador, caudillo y jefe militar, del que puede decirse que tuvo un éxito rotundo y una influencia considerable, que aún perdura, en buena parte del mundo. Todo ello, basándose en el Libro musulmán, el Corán, que no está redactado por Mahoma sino por Dios, o Alá, y por lo tanto no puede discutirse, o adaptarse, o criticarse, como algunos pretenden hoy, convirtiéndose en los peores herejes; porque ¿cómo sería posible "adaptar" Dios a los tiempos modernos? Hay que volver a Alá y a su Verbo, el Corán, que es eterno.
 
Pasaré sobre los contenido teológicos, las relaciones y diferencias entre los tres monoteísmos, y ni siquiera me detendré en la minuciosidad, podría decirse maniática, del Corán sobre preceptos de la vida cotidiana que, para un viejo escéptico, y por lo tanto tolerante, ateo como yo resultan sorprendentes, divertidas o indignantes; como cuando se indica meticulosamente cómo hay que lavarse tres veces seguidas la cara y las manos, los pies y los tobillos, evitando rozar siquiera los genitales, con lo cual cualquiera puede imaginar los resultados desde el punto de vista higiénico, sin hablar del olor.....
 
Un ejemplar del Corán.No me extraña la sabiduría de Campillo en estos temas coránicos (y en todos los demás que tratan del Islam, que ni siquiera menciono), porque hace tiempo que lo hemos hablado y que he leído artículos suyos sobre estas cuestiones. Fue él, hace debe de ser ya quince años, mucho antes de que se desencadenara la inmensa oleada de atentados terroristas, quien me impulsó a leer el Corán, y como, en una ocasión, estaba viviendo en su casa, en Madrid, me indicó, como primera lectura, las "suras" más significativas, porque más vale "conocer a su enemigo".
 
Por cierto, lamento (aunque cite otras también significativas) no haber visto reproducida una de las que me había indicado, y que comentamos abundantemente, en la que se indica que un buen musulmán puede tener "tantas mulas y mujeres como desee, a condición de poder alimentarlas suficientemente" (cito de memoria, porqué tengo memoria). No preguntaré si se alimenta suficientemente a Gema Martín Muñoz, como mula o como mujer, porque un tono sarcástico y polémico no conviene al libro de Campillo y a su rigor científico, que muestra con clarividencia sus análisis, dejando al lector sacar él mismo sus propias conclusiones.
 
No es que sea un autor neutro, sino objetivo. Deja muy claramente sentado que el islam fue una civilización importante que ha entrado, desde hace tiempo, en decadencia, y cómo su actual y virulento resurgimiento constituye un intento de retorno a la potencia y esplendor de antaño, y asimismo cómo esa vuelta es una vuelta a lo peor del Islam desde sus orígenes, a su fanatismo integrista y a su declarada "guerra santa", o yihad, en la más tremebunda versión de la misma palabra.
 
Pero, siguiendo el consejo que, en privado, Carlos Marx daba a sus hijas: "Dudar de todo", me permito discrepar de Campillo cuando escribe (pagina 95): "Durante siglos el islam ha sido el faro del progreso intelectual en el mundo". Desde luego, esta afirmación le sirve para demostrar la diferencia abismal entre el islam de ayer y el de hoy, entre civilización y barbarie, pero "faro" significa el camino por seguir para evitar arrecifes, la vía, la ruta y, al mismo tiempo, el modelo por alcanzar, pues pienso que nunca fue "el": no fue el único, ni siquiera el mejor. Campillo, por otra parte, nos recuerda que hubo pensadores musulmanes –los más conocidos Avicena y Averroes, pero no son los únicos– que se inspiraron en y comentaron a Platón y Aristóteles, los cuales nada tenían, ni podían tener, de musulmanes. Y como ya entonces Algacel, el purista, el integrista, les condenó, en su libro Destrucción de los filósofos y en otros escritos.
 
Aristóteles.O sea, que el "faro" musulmán intentó nutrirse de otros "faros", como el pensamiento de Atenas y la Grecia clásica, o de la Roma imperial. Y esos "reformistas", o "revisionistas", fueron combatidos y vencidos por sus propios "hermanos" musulmanes.
 
Pero "faros", para seguir empleado dicho término, no fueron sólo Atenas y Roma, ni, entre los pensadores, sólo Platón y Aristóteles, o Cicerón y Tácito, pongamos, antes del Siglo de las Luces. La Edad Media también conoció lo suyo. Y dejando, une fois n’est pas coutume, el "eurocentrismo", ¿quién se atrevería a negar que países como la India, China, Japón, por ejemplo, conocieron sus propias y peculiares civilizaciones? Soy consciente de estar sacando ejemplos de un cajón de sastre, o al buen tuntún, pero me parece importante señalar que en todos estos casos, y en muchos más, junto a la civilización, y coexistiendo con ella, existía la barbarie, basándonos en criterios contemporáneos, y en ninguno de ellos es tan evidente como en el islam.
 
Con esto vuelvo al Corán y al libro de Campillo. Tres cosas me parecen indiscutibles en este aspecto: la primera, la exaltación de la "guerra santa". El Corán no dice: "No matarás"; dice: "Tu deber es matar a los infieles". En segundo lugar, la afirmación rotunda de que las mujeres, bajo todos los conceptos, son inferiores a los hombres; y, la tercera, la aceptación de la esclavitud como virtud eterna. Se podrían decir muchas más cosas sobre el islam, u otras religiones, pero éstas me bastan para relativizar la aportación del islam al progreso intelectual, sin negarla en cuanto a matemáticas o astrología, por ejemplo, y recordar al mismo tiempo que los primeros cristianos combatían la esclavitud bajo el Imperio Romano.
 
Desde luego, hay que tener en cuenta las épocas y comparar los comparables, y si la Iglesia Católica es culpable de la Inquisición (de la cual se ha arrepentido abiertamente), hoy, y para hablar como en el Café de Chinitas, ni mata ni quema infieles. Los intentos para justificar y exculpar el islam, de cara al terrorismo islámico, afirmando que nada tienen que ver porque el islam condena el terrorismo y la violencia, son puras mentiras, aunque las diga Bush, como lo demuestra Campillo citando el Corán, precisamente.
 
Aunque pueda parecer estrafalario, a mí me recuerda la intensa propaganda que por los años 30 del siglo pasado nos "explicaba" (a nuestros padres, más bien) que el nazismo no podía ser tan monstruoso como se decía, porque había surgido en Alemania, uno de los países más civilizados y cultos del mundo. Sin embargo, así fue: tal país, magníficamente civilizado y culto, fuente de la filosofía contemporánea, entre otras cosas, parió efectivamente el monstruo nazi, y había que combatir y vencer el nazismo.
 
Dejando, pues, abierta la necesaria discusión sobre las aportaciones, límites y contradicciones de la civilización musulmana de ayer, intentemos ponernos de acuerdo sobre la mejor manera de combatir y vencer el islam terrorista de hoy. Terminaré con la última frase del libro de Campillo, que me parece de una evidencia necesaria: "El islam no es Occidente, Occidente no es el islam".
 
 
Antonio López Campillo: Islam para adultos. Adhara, 2005; 185 páginas.
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