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MITOS SOCIALISTAS

Una historia de la homosexualidad en España

Entre los debates culturales de necesaria revisión en la España de hoy está el de la homosexualidad masculina. Es éste otro más de los mitos utilizados por la izquierda para acusar a la derecha de ser la gran discriminadora y la culpable de todos los males sufridos por los homosexuales. Hoy se nos quiere convencer de que con la llegada al poder de la izquierda se reinstauraron los derechos de los homosexuales, frente a la sempiterna y negativa derecha reaccionaria. Una mirada atenta a la verdadera historia de la homosexualidad en nuestro país ofrece, sin embargo, una cara bastante diferente.

Entre los debates culturales de necesaria revisión en la España de hoy está el de la homosexualidad masculina. Es éste otro más de los mitos utilizados por la izquierda para acusar a la derecha de ser la gran discriminadora y la culpable de todos los males sufridos por los homosexuales. Hoy se nos quiere convencer de que con la llegada al poder de la izquierda se reinstauraron los derechos de los homosexuales, frente a la sempiterna y negativa derecha reaccionaria. Una mirada atenta a la verdadera historia de la homosexualidad en nuestro país ofrece, sin embargo, una cara bastante diferente.
La historia de la homosexualidad en España está todavía por escribirse. En ella aparecen  nombres de personajes y figuras clave para la evolución de nuestra cultura. Este recomendable libro de Alberto Mira recupera con equilibrio y rigor buena parte de esa historia, en un recuento diacrónico que desentraña las formas en que la homosexualidad se ha ido representando culturalmente en España desde fines del XIX hasta hoy.
 
Mira aporta sólida documentación sobre los episodios históricos y conflictos que configuran la permanente discriminación que, desde casi todos los lados del espectro político y social, ha sufrido en nuestra historia el llamado "homosexual". La resistencia durante el siglo XX a su aceptación en la sociedad española se basó especialmente en tres modelos homófobos, apoyados en la condena moral, la burla de la identidad y la patología.
 
En el libro se valoran las respuestas a la visibilidad homosexual de diversos intelectuales desde inicios de siglo hasta la década de los años veinte, y se analiza tanto el estado de la cuestión en los años previos a la Guerra Civil como la influencia de André Gide en los nuevos modos de presentar la disidencia sexual.
 
Viene después el estudio de la homosexualidad escondida durante el franquismo, donde queda claro el rechazo a estos grupos humanos y el reforzamiento de las estructuras represivas policiales basadas en la homofobia y en una lamentable legislación, aplicada implacablemente. Desde los años 60 se estabiliza en España una subcultura marginal llamada "gay", que se organiza en la Transición. En ella, el libro apunta dos discursos de la homosexualidad, bien por vía del modelo homófilo o por vía del trabajo de ciertos artistas y cineastas de los 80, hasta la aparición del fenómeno "Chueca".
 
El libro, de apasionante lectura, ofrece sorpresas, datos, nombres y valoraciones que de manera conjunta apuntan a la necesidad de reflexionar mejor sobre esta cuestión cultural. A su vez, confirma lo que sospechábamos: que las actitudes de la izquierda española ante el tema de la homosexualidad fueron y son tan falsas como ineficientes, tan inútiles como vagas.
 
La izquierda española no hizo jamás grandes esfuerzos por distanciarse de la retórica estalinista (y luego de la castrista), que asociaba la homosexualidad a la degeneración burguesa. El nazismo (o sea, el Nacional Socialismo) había enviado los homosexuales a los campos de concentración, y lo mismo había hecho Stalin.
 
Tal fue la línea oficial de la furtiva izquierda desde la posguerra hasta su reaparición legal con la democracia. Al hacerlo, detrás de su rechazo útil de la retórica franquista, el socialismo y el comunismo emprendieron un cúmulo de manifestaciones homófobas que tildaron al homosexual como ser enfermo y patológicamente desequilibrado. Es así que la izquierda –tan demagógica en su defensa de la libertad– dio siempre signos de que la homosexualidad no tendría cabida en la utopía proletaria.
 
Enrique Tierno Galván.Esa actitud la reflejan varios líderes de la izquierda, como Enrique Tierno Galván en una entrevista a Interviú en enero de 1977. Al ser preguntado por la cuestión de la homosexualidad, Tierno respondió definiéndola como algo indeseable, "una desviación del instinto". Y eso que éste era el que ha pasado después a la historia como el alcalde de la mal llamada "movida" madrileña, justo el mismo que añadía en esa entrevista: "No creo que se les deba castigar. Pero no soy partidario de conceder libertad ni de hacer propaganda del homosexualismo. Hay que poner límites a este tipo de desviaciones".
 
Otros líderes de aquella izquierda socialista expresaron similares actitudes discriminatorias y anti-homosexuales, justo las que quedaron plasmadas en otro libro, compilado por Fernando Ruiz y Joaquín Romero, Los partidos marxistas: sus dirigentes / sus programas (Anagrama, 1977). Así, Eladio García, del Partido del Trabajo en España, tras reconocer que no estaba preparado para aceptar las relaciones físicas entre hombres, habla de "degeneración" y asegura que "la homosexualidad ha de ser condenada" (pág. 164). Para Manuel Guedán, dirigente de la Organización Revolucionaria de Trabajadores, ser homosexual "es una alteración de la sexualidad. No es una forma normal de entender las relaciones sexuales, no es un modo natural y puede verse en un tipo de deformación educativa, psicológica o física" (pág. 108). Algo parecido dice Diego Fábregas, de la Organización de Izquierda Comunista de España, quien se reconoce "reaccionario" en cuanto a la homosexualidad, pues a quienes practican eso, afirma, "ni hay que estimularles ni hacer una liga para defenderlos" (pág. 93).
 
Entre esos demagogos de la izquierda no podía faltar Felipe Gónzález, quien de manera más astuta pero igualmente homófoba respondía a la pregunta sobre la homosexualidad bajo una postiza defensa, aunque sin comprometerse nunca a ningún tipo de acción concreta. Por eso prevenía a sus electores sobre los homosexuales: "Es muy difícil que la sociedad los asimile, aunque cada día lo hace un poco" (pág. 128). No extraña, así, que en los catorce años del PSOE felipista los derechos de los homosexuales en España avanzasen menos que en los cinco anteriores de la UCD de Adolfo Suárez.
 
Hay muchos ejemplos más. Pero tal es la radiografía de la izquierda ante la homosexualidad. Su silencio responde a su antiliberalismo. Tenía la ventaja de rechazar el discurso reaccionario tradicional, de culpar a la Iglesia Católica, de atacar a la derecha, al tiempo que no se obligaba a asimilar nuevos discursos. Pero las hemerotecas confirman la nulidad de la izquierda para haber tratado, ya en los 80, ciertos temas que debieran ser poco problemáticos para su repetida defensa de la libertad. Por eso, temas como la "ley de parejas de hecho" o las "uniones civiles" quedaron como asuntos pendientes en el felipismo y fueron, paradójicamente, desarrollados por la derecha liberal española.
 
Es así que, entre pancarta y rencor, la injuria homófoba había de ser timón y guía de recientes ataques dialécticos de ciertos líderes socialistas, como el inefable Alfonso Guerra, al querer descalificar a Mariano Rajoy por "mariposón" en un mitin socialista de septiembre de 2003. Tal es el talante y la poca gracia del valedor de Zapatero.
 
Tal es el permanente insulto desde la izquierda. Tal la premura por instaurar ahora el matrimonio homosexual. Harían bien estos capitostes leyendo este libro para juzgar si ése debe ser el camino o si, más bien, se trata de un modo de reclamar estructuras religiosas y simbólicas que sacan a la luz el mismo pasado homófobo del socialismo español, el que sigue creando sus falsos mitos a cambio de un puñado de votos.
 
 
Alberto Mira. De Sodoma a Chueca. Una historia cultural de la homosexualidad en España en el siglo XX, Barcelona, Egalés, 2004, 636 páginas.
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